jueves, 15 de septiembre de 2011

Aulas inclusivas con necesidades

ECUADOR

Para Ruth Andrade el motivo principal para impartir clases es ver reflejado su esfuerzo en los rostros felices de los niños. A pesar de que el espacio de las aulas es reducido y la infraestructura está deteriorada lo hace con gusto.

La satisfacción del deber cumplido es su motivante, dice. En el Instituto Especial de Invidentes y Sordos Azuay, IEISA, donde labora desde hace 35 años, estudian 80 niños con discapacidad visual y auditiva.

Andrade enseña a leer y escribir en silencio. Sus alumnos no la pueden escuchar y por eso las señas son su lenguaje.

En el aula solo caben seis bancas, por eso Andrade se limita a enseñar clases teóricas, pues las prácticas se realizan “rara vez  por la falta de espacio”. Los niños tienen que permanecer la mayor parte del tiempo sentados para no interrumpir la clase.

Este inconveniente no se ha superado desde la fundación del plantel, hace 35 años, explica la docente. Además, cada año la demanda se incrementa. Por eso, ella hace un llamado a las autoridades a que  tomen en cuenta las necesidades del instituto. 

 Necesidad 
Otra de sus colegas, Eulalia Calle, asegura que la falta de espacio dificulta la enseñanza para los niños. “Un aula debería tener máximo ocho estudiantes, trabajo con 12 niños y muchas veces entre ellos se agreden, pues se sienten incómodos”.

Es difícil trabajar sin los materiales necesarios, porque según Calle, dichos implementos dice que aún no les han sido entregados por la Dirección de Educación del Azuay.

Algo similar ocurre con los niños no videntes, quienes, además de compartir las bancas deterioradas, muchas veces deben hacerlo con los textos en braille.

Los docentes guían a los niños de la mano en esos espacios para que no se golpeen en los pupitres o con los compañeros.

Según Miriam Falconí, directora del IEISA, tienen un proyecto para construir nuevas aulas en convenio con la Municipalidad de Cuenca, sin embargo por falta de presupuesto, hace más de un mes la construcción ha quedado estancada.

Falconí manifiesta la urgencia de la nueva infraestructura, ya que, los 80 niños que ahí reciben clases no cuentan con una infraestructura, acorde a la discapacidad visual y auditiva de los menores, para aprender.  Este año la escuela abrió hasta el noveno año de básica, sin embargo es necesario más profesores para la cantidad de alumnos que el plantel recibe al año. Actualmente el  instituto cuenta con 16 profesores quienes imparten clases en braille y lenguaje de señas.

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