domingo, 24 de julio de 2011

«Ahumados» y sordos

Que se lo piensen mejor los fumadores cuando lancen una bocanada de humo ante un adolescente, porque le pueden dejar sordos. Así lo han comprobado en un estudio publicado en la edición de julio del «Archives of Otolaryngology-Head and Neck Surgery», una de las publicaciones de «JAMA». Del trabajo se desprende que los niños expuestos al humo del tabaco tienen un riesgo mayor de sufrir la denominada otitis media recurrente. 

La principal investigadora del proyecto Anil K. Lalwani y su equipo del NYU Langone Medical Center en Nueva York (Estados Unidos), analizaron los factores de riesgo de la pérdida auditiva neurosensorial, que incluyen el efecto del humo pasivo entre los adolescentes estratificados por grupos demográficos. En el trabajo añadieron a 1.533 jóvenes de 12 a 19 años de edad que participaron en el National Health and Nutrition Examination Survey de 2005 a 2006. 
Analizaron sus antecedentes médicos familiares, la exposición al humo de tabaco ajeno y el auto reconocimiento de la discapacidad auditiva. Además, se sometieron a un examen físico, incluyendo pruebas de audición y de cotinina en sangre, que, tal y como explica Lalwani a este semanario «es la pérdida neuro sensorial  del sentido del oído que es permanente».


Tras compararles con niños sanos, los científicos hallaron que los que sí estaban contaminados por el humo de los adictos al tabaco mostraban tasas más altas de pérdida de audición de alta y baja frecuencia. Una pérdida que parece ser acumulativa, y que aumentaba según el nivel de cotinina detectado por los análisis de sangre. «Encontramos que los umbrales en los que se enteran eran más altos en todas las frecuencias (y estadísticamente significativos en 2.000, 3.000 y 4.000 Hz). También encontramos que había un predominio mayor de pérdida del sentido del oído que en aquellos que no fueron expuestos al humo. Cuanto mayor era la exposición, también había un mayor predominio y probabilidad de sufrir una pérdida de este sentido», nos aclara Lalwani. Pero lo más curioso es que los resultados del trabajo reflejaron que más del 80 por ciento de los participantes afectados no eran consicentes de que sufrían dicho problema. Las consecuencias de una pérdida leve, que los investigadores sospechan que puede deberse a un daño en el suministro de sangre al oído, son «sutiles pero serias» señala el pediatra e investigador Michael Weitzman. Los niños afectados pueden tener dificultades de comprensión y distraerse en el colegio. Pueden tacharlos de «alborotadores» o ser mal diagnosticados de otras dolencias como eldesorden de déficit de atención e hiperactividad.

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