martes, 22 de noviembre de 2011

Claudio Taddei hizo un recital catártico en el Teatro Solís

CULTURA

Por Alejandra Volpi

Invitado por el Teatro Solís, Claudio Taddei finalmente pudo presentar en Montevideo el espectáculo que desde hace algunos años sólo comparte en Europa. Apareció descalzo, con una canción de Zitarrosa.

Radicado en Suiza desde fines de 2002, el uruguayo debió posponer dos veces la actuación por problemas de salud. Esas mismas complicaciones que lo llevaron a emigrar en busca del cobijo familiar y de atención médica especializada. Su última actuación a lo grande en Uruguay había sido en 2007 en Sala Zitarrosa (el año pasado estuvo en El Tartamudo) y no editó más discos desde 2003 (Para el sur el norte está lejos). En este país en el que escasean los solistas rockeros y hay una cultura más dirigida a la creación de bandas, la ausencia de Taddei se hizo sentir. Siempre fue un personaje querido. Hoy camina con bastón y renguea, pero lo fundamental está intacto. El show que ofreció el jueves pasado fue altamente emotivo, cargado de letras esperanzadoras y de agradecimiento a la vida; algunas ya conocidas y otras en calidad de estreno. Los años en el exterior ampliaron su espectro musical y hoy se cuelan en su mezcla referencias a la música tradicional italiana. Pero sigue siendo un rockero con el alma blanda, que muestra la raíz uruguaya citando a Fernando Cabrera (que estaba en la sala), al candombe, la milonga y el mate.
Actuó descalzo, con el pelo blanco en canas. Apareció entre el público con una guitarra pintada de colores y la zamba de Alfredo Zitarrosa Recordándote. La sorpresa y la alegría se tradujeron en un nudo en la garganta, sin sospechar que sólo sería el comienzo. La banda que lo acompañó fue una mixtura de músicos suizos y uruguayos, entre los que estaban Nicolás Mora y Gustavo "Cheche" Etchenique. Como intérprete, demostró la capacidad para irse a los extremos de la extroversión y de lo intimista. Conservá tu luz, sirvió de leit motiv.
Su lucha y actitud frente a la adversidad se reflejó en prácticamente todo el repertorio. "Las cosas por algo se dan. Si la vida me deja lugar de nuevo, ¿qué más puedo pedir?", dice en uno de los nuevos temas. Se paró frente al lienzo en blanco y dibujó un gran sol, que fue enriqueciendo a medida que avanzaba el show. Un sol de mirada profunda y rayos intensos que, cual analogía, brillaba incluso en la oscuridad. Desde la platea le gritaban frases de cariño. La paleta sonora incluyó blues, rock, milonga, candombe, el bandoneón de Mora, el cajón peruano de "Cheche", y se completó con un contrabajo, batería y guitarras varias. Su hermana Rossana apareció con un abanico para hacer Extraño esa sensación a dúo. La cantante simuló instrumentos de viento con la boca e improvisó sobre la melodía, mientras Claudio daba las últimas pinceladas a su cuadro. Para entonces el público estaba tan mimetizado con la escena, que reaccionaba de forma espontánea sumándose a los coros. El momento mágico sucedió cuando los espectadores, por impulso, imitaron la coreografía improvisada de una "performer" que se movía según le dictara la música (con base en el lenguaje de señas para sordomudos). Primero lo hizo ella, después Claudio y luego el auditorio. Sus hijos Dana y Romeo también participaron. Estrenó Carmelita que estará en su próximo CD, una versión en italiano de Stand by me y tradujo a su estilo el O sole mío, precedido por el mantra OM.

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