martes, 25 de mayo de 2010

«Las personas sordas tenemos muchas barreras educativas»

InfoSord, 22 mayo

Carmen Hermoso ve «muy lejos» su sueño de ir a la universidad sin más apoyo

Carmen Hermoso, 37 años y montadora de artes gráficas en Sorles, se considera «víctima» de un sistema educativo oralista. Su sueño de ir a la universidad, algo que consiguen tan sólo el uno por ciento de las personas sordas, se difumina cada vez más y ni siquiera está motivada actualmente para terminar el bachillerato que empezó con «mucha ilusión».

Su problema: «Arrastro un déficit educativo y necesito clases de refuerzo, que el centro donde estudio, el IES Juan del Enzina, me proporciona, pero la Dirección Provincial de Educación no me cubre esas clases con intérprete de lengua de signos».

«El año pasado sí tenía intérprete para esas horas, igual que durante los años que estudié la secundaria en el centro de personas adultas, pero este curso no», aclara.

Carmen Hermoso nació oyente. «A causa de una enfermedad que me produjo fiebre alta y de la mediación me fui quedando sorda. Cuando en mi casa se dieron cuenta me envían a un colegio para sordos en Astorga». Tenía cinco años y estuvo en este centro hasta los 15, cuando se cierran los colegios específicos para personas sordas al implantarse su integración en centros normalizados con la Logse.

«Era un colegio para sordos, pero su metodología era oralista. Algún profesor sabía algún signo, pero no la lengua. La ventaja que teníamos es que al ser muchos niños y niñas aprendimos en nuestra lengua natural sin que nadie nos enseñara».

De Astorga pasó a otro colegio especial en Bilbao. «Allí repetí 5º de EGB porque el nivel que traía era muy bajo. Hice hasta 8º también con metodología oralista y conseguí el Graduado Escolar», cuenta.

Carmen Hermoso señala que la falta de intérpretes de lengua de signos fue lo que le impidió cursar los estudios de BUP a su debido tiempo. «No pude acceder al BUP y empecé a buscar trabajo con 18 años», añade.

Hace cuatro años se planteó retomar los estudios. «Veía que había más recursos en educación y con intérpretes». Y se matriculó de ESO en el centro de personas adultas. «El intérprete me cubría las horas de clase más el profesorado de refuerzo para atender mi déficit educativo y el profesorado de la escuela me apoyó mucho».

Terminada esta etapa decide matricularse en Bachillerato por la rama de Ciencias. «Solicité servicio de intérprete y me cubría todas las horas. En horas libres me intepretaba también algunos textos...»

«Mi nivel en lenguaje y comprensión lectora es muy deficitario, y así se lo planteé al centro. Me respondieron que solicitarían refuerzo de lengua para este curso».

Por su horario laboral, Carmen Hermoso acude al horario nocturno y además se ve obligada a perder algunas clases. «En septiembre me conceden las clases de apoyo y me puse muy contenta. Pero el horario del intérprete sólo me cubre las horas de clase». Se ha quejado a la Dirección Provincial de Educación, pero no le ha servido para cambiar su situación.

«Me dicen que la ley no obliga a cubrir las clases de refuerzo ¿Cómo me voy a comunicar con el profesor de apoyo si no tengo intérprete? No entiendo nada», lamenta.

Esta alumna adulta subraya que su caso no es como el otras personas que tienen algún resto auditivo, las hipoacúsicas: «Cada persona sorda es totalmente distinta. A mí, toda la información me llega a través de la lengua de signos».

Carmen Hermoso agradece la disposición del instituto, pero admite que ahora su motivación para continuar es «cero» y, por tanto, «en mis metas la universidad se queda aún muy lejos». «Las personas sordas a día de hoy aún tenemos muchas barreras educativas», denuncia.

Y no sólo en el ámbito educativo formal, también en el laboral. «Yo no puedo ascender en mi trabajo porque no tengo acceso a cursos de formación», añade. Su mensaje es que «estamos en la misma sociedad pero a diferente altura: no puedo ir a un teatro porque no me entero, ni a conferencias... Nos vamos quedando atrás y el mundo se hace cada vez más pequeño para nosotros».

Su «hambre de conocimiento» y su necesidad de integrarse en la sociedad chocan con una gran barrera: «La sordera es una discapacidad invisible y la sociedad no se da cuenta de las carencias que tienen las personas sordas en la educación, donde debería potenciarse un método visual, ni en la vida cotidiana».

Carmen Hermoso lamenta la escasa incidencia que está teniendo en la calidad de vida de las personas sordas el reconocimiento como oficial de la lengua de signos. «Son necesarios más intérpretes, pero también que la lengua de signos sea más conocida», aunque admite que «es complicado que todo el mundo la aprenda».
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