TECNOLOGÍA
Por mucho que algunos se esfuercen por tratar de demostrar lo contrario, conducir es una acción social. Llevar un vehículo, ya sea más grande o más pequeño, en una vía pública supone una relación directa con el resto de usuarios con los que compartimos la vía.
Para que esta relación sea satisfactoria es necesario ser plenamente conscientes de nuestro entorno. No sólo es importante lo que tenemos por delante ni mucho menos, y en esto los retrovisores son una herramienta fundamental.
No establecer relaciones directas con el resto de personas que van dentro o sobre sus respectivos vehículos no hace de la conducción un acto impersonal, sólo hace que la manera de relacionarnos con los demás sea a través de un lenguaje no verbal llamado conducción.
Del mismo modo que el lenguaje de signos sustituye al lenguaje hablado para las personas sordas o mudas, nosotros tenemos que saber sustituir correctamente nuestra forma de comunicarnos con precisión, respeto y claridad.
El ángulo muerto y la siniestralidad vial
El mayor enemigo relacionado con los ángulos de visión por los vehículos que se pueden esconder allí es el conocido como ángulo muerto. Este es el espacio que no podemos ver porque se queda “oculto” entre la visión que nos ofrecen los espejos y nuestra visión periférica lateral.
Circulando en línea recta no hay mayor problema con tener vehículos, peatones u objetos que no veamos mientras las trayectorias no converjan, el conflicto llega cuando nos disponemos a maniobrar lateralmente o a realizar un cambio de dirección. Quizá después de echar un rápido vistazo a nuestro espejo exterior derecho no veamos ningún vehículo que nos impida tomar una salida hacia la derecha, pero es posible que en realidad haya algo o alguien a quien le cortemos el paso al realizar el giro.
Este tipo de maniobras son especialmente peligrosas si juntamos en la misma situación a vehículos de grandes dimensiones por un lado y por el otro a usuarios más vulnerables como peatones, ciclistas o motoristas. No es fácilmente cuantificable, pero el empleo de unos espejos laterales más amplios reducirían considerablemente el riesgo de estas situaciones al maximizar la visión lateral evitando este tipo de accidentes.
Aunque no hay cifras concretas sobre la implicación del ángulo muerto con los accidentes, se estima que durante el año 2007 se produjeron en Europa 400 muertes al año provocadas por accidentes relacionados con la falta de visión lateral. Según un informe sobre siniestralidad elaborado por la Comisión Europea un 56% de los accidentes que sufrieron ciclistas o motoristas se debieron al giro hacia la derecha de un vahículo pesado y que un 40% de esos accidentes se podrían haber evitado con un espejo que ofrezca mayor campo de visión.
Actualmente los fabricantes tienen estandarizada la implementación de espejos con cierta curvatura en los extremos que reflejan un ángulo de visión más amplio sin que tengamos que recurrir a espejos suplementarios de la industria opcional.
¿Cómo debemos colocar los espejos?
Sentados tras el puesto de conducción la primera misión es colocar de forma óptima el asiento. Longitudinalmente hay que situarlo donde nuestra espalda queda completamente apoyada en el respaldo y que con el pie izquierdo podamos hacer todo el recorrido del embrague.
Con la posición de las piernas ya tomada, el tronco debe posicionarse en una postura cómoda, pero en la que los brazos queden ligeramente flexionados al agarrar el volante. Cuando ya tengamos la postura correcta debemos colocar correctamente los espejos retrovisores.
El central es fácil, sólo hay que colocarlo centrado a través de la luneta trasera para que nos permita ver lo que hay inmediatamente tras nosotros. Este retrovisor, muchas veces menospreciado y que sirve para algo más que colgar el ambientador de pino, es a través del que debemos tener controlados a los vehículos que vienen por detrás nuestro a más velocidad y se disponen a rebasarnos. El comienzo de su maniobra lo podremos ver por la luneta trasera y el punto donde dejamos de ver el vehículo marcará el inicio de la angulación de los espejos laterales.
Seguramente a muchos de nosotros nos hayan enseñado que los retrovisores exteriores debemos poder ver sobre la parte más próxima al vehículo los laterales de la carrocería. Aunque no está del todo mal, casi con total seguridad estemos dejando una cierta porción de ángulo muerto a los lados del vehículo. Ver una parte del coche nos permite ubicarnos en el entorno, pero no es del todo necesario.
Ahora bien, retomando el asunto del espejo interior, si posicionamos los laterales en el lugar donde comenzamos a dejar de ver al vehículo que venía por detrás desde el retrovisor central dejaremos de ver el coche pero ganaremos en amplitud lateral y casi con total seguridad estemos eliminando el ángulo muerto.
Además, hay que posicionar el ángulo de visión de los espejos a una altura media (si el mundo fuera plano y horizontal diríamos que habría que apuntar al horizonte) y viendo la carrocería del coche iremos abriendo hasta que sólo veamos la carrocería en el extremo interior del espejo.
Con los espejos bien posicionados podremos enfrentarnos al tráfico con mayor seguridad, y para comprobarlo, a medida que circulamos podemos ir haciéndonos unas preguntas a las que los espejos nos pueden ayudar a responder. Y no, no es esa de “espejito, espejito, ¿quién es la más linda?”.
¿Dónde estamos?
Como acabamos de comentar un poco más arriba, lo importante no es sólo lo que vemos a través del parabrisas. Para poder adecuar nuestra conducción a las condiciones del entorno hay que saber nuestra posición exacta y los retrovisores nos pueden facilitar la ubicación correcta; por ejemplo, dentro de nuestro carril en una autovía comprobando que haya el mismo espacio aproximadamente entre las líneas laterales y los laterales de nuestro coche.
De la misma manera, circulando por una carretera sinuosa y estrecha o una calle con coches a ambos lados es fácil ponerse nervioso. Una miradita de vez en cuando por los retrovisores laterales para saber cómo vamos de espacio a cada lado es una buena forma de comprobar que no pasemos más apreturas de la cuenta.
¿Quién nos rodea?
Los vehículos con los que interactuamos de manera más o menos directa deben condicionar la forma en la que conducimos. Ya sabéis, por aquello de que no estamos solos en la carretera.
Podemos querer incorporarnos a una autovía y antes de comenzar cualquier movimiento debemos saber si hay otros vehículos circulando por el carril al que queremos entrar, cuántos hay, la velocidad a la que circulan, etc. En función de eso ya podremos señalizar y actuar de la manera más conveniente.
¿Cómo ayudan los retrovisores a tu seguridad?
Conduciendo tenemos que tomar muchas decisiones en muy poco tiempo, y cuanta más información tengamos para decidir, mejores serán las decisiones que tengamos. La información es poder al fin y al cabo, y el sentido a través del que obtenemos mayor información detrás del volante es la vista.
Tener los retrovisores colocados en su ángulo exacto es importante, pero más aún es utilizarlos correctamente y con regularidad. No ver al resto de vehículos no significa que estés solo en la carretera, sino simplemente que es posible que tomes una decisión, esa decisión afecte a los otros conductores y sean ellos los que tengan que decidir por tí cómo actuar para evitar un susto.
Si tenemos controlado el tráfico que vemos hacia delante pero también el que viene por detrás seremos capaces de adelantarnos a muchos de sus movimientos y conducir de una forma más fluida y relajada. Y, por qué no, también más económica.
Ser capaces de predecir lo que ocurre a nuestro alrededor nos ayudará a evitar acelerones y frenazos. Y estos últimos casi seguro que son precedente de otro acelerón. Todos nuestros movimientos al volante, cada una de las decisiones que tomamos, se traducen en la media de consumo que hacemos en cada depósito. Es decir, que utilizar mejor los retrovisores lo puede notar nuestro bolsillo.
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