viernes, 11 de junio de 2010

La evangelización de las personas con sordera

La necesidad del primer anuncio para la evangelización de las personas con sordera  es una constante en todos los encuentros de delegados diocesanos de pastoral del sordo y en el trabajo de los agentes de pastoral del sordo. Todos los esfuerzos de la Iglesia se centran y se dirigen a este único objetivo: dar a conocer a Cristo a través de los sistemas visogestuales. Y es que la persona con sordera presenta una particularidad que le es propia, el uso de la vista como canal vehicular de comunicación, ya sea de uso sistemático ya sea de apoyo a la comunicación oral. Esto requiere una renovación en los medios de la Iglesia con vistas a una constante evangelización, que permita a la persona con sordera a dar razón de su esperanza (1P, 35).

En el corazón de la Iglesia está el anuncio de Jesús. “Le traen a uno que era sordomudo y le ruegan que le imponga la mano. Y apartándolo de la muchedumbre, le metió los dedos en las orejas y le tocó con saliva la lengua; y mirando al cielo, suspiró, y dijo: Effetha, que significa: “Ábrete”. Al instante se le abrieron los oídos, quedó suelta la atadura de su lengua y empezó a hablar correctamente “(Mc. 7, 31-37). Sin embargo, no pocas veces la Iglesia utilizó a lo largo de la historia un lenguaje no acorde a las múltiples medios con que Jesús anunció el programa del Reino. La ‘oralidad’ del mensaje de Jesús era, y siguiendo, la característica de todo anuncio evangélico, relegando la comunicación desde el silencio, la consideración de signos / símbolos visogestuales y del uso de las señas a un segundo plano. El pasaje de Marcos resitúa a la Iglesia como comunidad comunicativamente abierta, desde el corazón y la palabra, porque “… les oímos hablar en nuestras lenguas las maravillas de Dios.” (Hch. 2, 1-13).

Las personas con sordera conforman una comunidad lingüística minoritaria caracterizada por compartir la funcionalidad de un sentido, la vista. Y el uso, dependiendo de cada persona con sordera, de una lengua de señas (o signos).  Todo lo que son valores culturales, hábitos y modos de socialización se adaptan, en mayor o menor medida, a la especificidad de lo visogestual.

La Iglesia, desde el espíritu de Pentecostés, constituye el espacio aglutinante e identificatorio de todos los bautizados, independientemente de la lengua que utilicen. Sin embargo, desde la perspectiva socioantropológica y religiosa de la persona con sordera, se considera a esta como miembro real de una comunidad eclesial que la acoge en su diversidad de lenguas.

La Iglesia existe para la misión. Es una disponibilidad que brota de manera espontánea de su propia identidad. El hecho de que Jesús “metió los dedos en las orejas y le tocó con la saliva la lengua” es una invitación a la misión y a una inculturación visogestual del Evangelio. El bautismo fundamenta en cada cristiano el derecho y el deber de evangelizar. Para el discípulo de Jesús, la misión es la expresión más genuina de su ser. En la pastoral del sordo, la seña (o el signo) es un don que se recibe para compartir con otras personas con sordera que no la conocen.

Sin embargo, son muchos los obstáculos que evidencian diferentes situaciones socioreligiosas en la pastoral del sordo: muchas personas con sordera no conocen a Cristo y a su Evangelio; se evidencian dificultades para encarnar la fe en los ámbitos de socialización propios de las personas con sordera, como son las asociaciones de sordos; el analfabetismo funcional en un porcentaje mayor de personas con sordera; etc. Al mismo tiempo que “por desgracia la experiencia no siempre ofrece gestos de acogida diligente, de solidaridad convencida y de calurosa comunión hacia las personas no oyentes. Las numerosas asociaciones, nacidas para tutelar y promover sus derechos, certifican la existencia de una cultura nunca superada marcada por prejuicios y discriminaciones. Son actitudes deplorables e injustificables, porque son contrarias al respeto por la dignidad de la persona no oyente y a su plena integración social “ (Benedicto XVI, Audiencia a los participantes del Encuentro “Effatá. La persona sorda en la vida de la Iglesia”, 20 de noviembre de 2009, Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud).

La Iglesia, fiel al ejemplo suscitado por Jesús en “la curación del sordo y mudo”, debe enraizarse en el contexto visogestual de las personas sordas. Se habla de la Iglesia en Madrid, en Sevilla, en Guadalajara, en Roma, en Buenos Aires, en Río de Janeiro, etc. como espacios definidos donde la misión eclesial se concreta en un determinado lugar. Sin embargo, la Iglesia lo constituye todas las personas, que poseen unas características, una cultura, una historia, etc. Las personas con sordera, como tales (y no como “sordos”) forman parte de la vida de la Iglesia, tal como reconocieron los asistentes al Encuentro organizado por el Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud, en el Vaticano, en noviembre de 2009. La inculturación de lo visogestual hará posible que la persona con sordera no se sienta excluida en los espacios eclesiales. La Iglesia será accesible comunicativamente cuando responda a la peculiaridad psicológica de las personas sordas, basada en el desarrollo de la visión como sentido totalizador de la captación / regulación / expresión / apoyo de la información; a la multiplicidad de estilos comunicativos basados; a la educación recibida, ya sea “oralista” y/o “gestualista”; a la identidad de la persona en sí misma, enriquecida con la funcionalidad comunicativa de una mal llamada ‘discapacidad auditiva’; a la interpretación de la información mediante intérpretes de lengua de señas (o signos); a la inclusión dentro de los planes pastorales (ya sea parroquiales, arciprestales, vicaría y diocesanas) de aportaciones específicas de la pastoral del sordo, etc.

Algunas propuestas concretas para impulsar la pastoral del sordo, desde la perspectiva de “meter los dedos en las orejas y tocar con saliva la lengua”, son las siguientes:

Una Eucaristía con apoyo visogestual de todo cuando se expresa, se canta y se proclama, especialmente cuando no exista el sacerdote / diácono sin conocimientos de la lengua de señas. Se trata de una ventaja ineludible para la toda la comunidad parroquial, sobre todo en personas mayores, enfermos y niños, por cuanto se manifiesta en un ritmo más sosegado, en una personalización mayor de los diferentes aspectos de la Eucaristía, en una lectura adaptada de la Palabra, y en una mayor comprensión (gracias a la plasticidad en la presentación de los signos y símbolos litúrgicos) de la Cena de Señor.

El desarrollo en las parroquias de la acogida a las personas con sordera, preparando a personas capacitadas para acoger, escuchar y acompañar a las mismas, y asegurando cauces de comunicación abiertos y flexibles. En este sentido, el intérprete de lengua de señas / signos constituye un puente efectivo entre la comunidad eclesial y los demás miembros de la comunidad.

La promoción del diálogo sencillo y abierto entre miembros de la parroquia y las personas con sordera, para aprender a dialogar desde una actitud serena y tolerante; para descubrir la parte de verdad del otro; y para buscar juntos criterios de actuación ante hecho concretos que evidencian barreras de comunicación.

El compromiso de los miembros de la parroquia en servicios, organizaciones y plataformas no eclesiales, orientadas a dar respuesta a las diferentes necesidades de las personas con sordera. Para ello, se sugiere que las parroquias tomen más contacto con las asociaciones de sordos, y que estas sean presentadas y conocidas en las parroquias; y que la pastoral del sordo sea más visible en la diócesis.

El fin de semana pasado se celebró, en el Auditorium de S. Pio X (Vaticano), la Conferencia de Pastoral de la Salud “Effetá. La persona sorda, testigo y heraldo del Evangelio”, organizado por el Pontificio Consejo de la Pastoral de la Salud. Este importante evento supone un avance por responder al mandato de Jesús de “meter los dedos en las orejas y tocar con saliva la lengua”. Es decir, de resituar a la persona con sordera en el lugar que, por dignidad y derecho, le corresponde, incluso en la formación y en la praxis sacramental. “Queridos hermanos y hermanas no oyentes, vosotros no sólo sois destinatarios del anuncio del mensaje evangélico, sino que sois, a título pleno, también anunciadores, en virtud de vuestro Bautismo. Vivid por tanto cada día como testigos del Señor en los ambientes de vuestra existencia, dando a conocer a Cristo y a su Evangelio” (Benedicto XVI, Audiencia a los participantes del Encuentro “Effatá. La persona sorda en la vida de la Iglesia”, 20 de noviembre de 2009, Pontificio Consejo para la Pastoral de la Salud).

Juan Ramón Jiménez Simón
Dtor Dpto. Pastoral del Sordo
Archidiócesis de Sevilla

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