martes, 4 de octubre de 2011

«Un niño sordo tiene su propio mundo y percibe de otra manera»

GENTE

De regreso a España, ahora en Galicia, Sara Crespo se dedica a difundir la labor de la FVF con las personas discapacitadas.

Sara Crespo (Santander, 1978) padece el síndrome de Usher, un trastorno genético que lleva asociada a la sordera una pérdida gradual de la vista. Su lengua natural es la de los signos, pero también se explica estupendamente en lenguaje hablado con una voz que derrocha vitalidad.
Ha pasado los tres últimos años en la India como cooperante en las escuelas de la Fundación Vicente Ferrer, enseñando a los niños sordos de Anantapur a comunicarse y a formarse.
De regreso a España - ahora en Galicia- se dedica a difundir la labor de la FVF con las personas discapacitadas.

-¿Cómo sintió la llamada de la India?

-Yo estudié Educación Infantil en la Universidad de Santander y después me fui a Madrid como asesora sorda en escuelas y a dar clases de lengua de los signos a adultos.
Pero mi ilusión era trabajar en países en vías de desarrollo.
Hice tres viajes a La India y me fascinó. Descubrí la pobreza y su realidad más profunda. El primer viaje fue para colaborar con las Hermanas de la Caridad de Teresa de Calcuta. El segundo fue de aventura en plan mochilera. Y ya en el 2007 envié mi currículo a la Fundación Vicente Ferrer y me fui directa a Anantapur.

-¿Sabía todo lo que se iba a encontrar allí?

-Descubrí a Vicente Ferrer en una entrevista que le hicieron en televisión y me quedé prendada. Me informé de sus proyectos y apadriné a un niño. Pero no imaginaba la labor que estaban desarrollando con las personas sordas y con otras discapacidades.

-¿En que consistió su trabajo?

- El primer año estuve como voluntaria colaborando en la elaboración del diccionario de la lengua de signos en telegu, el idioma local. Y después me ofrecieron quedarme como cooperante enseñando a los niños sordos en las escuelas de la fundación.

-¿Cuántos niños sordos tienen escolarizados?

-Casi seiscientos, repartidos en cuatro escuelas de primaria y una secundaria, esta última con unos 300 alumnos.

-¿Es más fácil enseñarles si el profesor es sordo?

-Cuando yo llegué, la lengua de signos ya estaba implantada, pero los profesores eran oyentes y tenían dificultades para hacerles entender ciertos contenidos.
La mente de un niño sordo no es igual que la de un oyente; tiene su propio mundo y percibe de otra manera. Hay que adaptarse a ellos y con la identificación ayudé a mejorar la metodología que usaban. El objetivo es llegar a tener un profesor sordo nativo en cada centro.

-¿La discapacidad allí será una discriminación añadida?

-Las personas con discapacidad están muy marginadas y en Anantapur, en las castas más bajas de los dalits, son doblemente discriminadas. Nuestra labor es fortalecerlas como personas para enfrentarse a la marginación desde la seguridad y la autoestima. Ahora desean trabajos en los que antes ni pensaban. Eso ya es mucho.

-¿Después de la escuela, qué futuro les espera?

- El siguiente paso es formarles para la inserción laboral. Pero a veces el entorno familiar no es favorable y cuando acaban en la escuela los padres quieren que vuelvan a casa para trabajar en el campo.

-La Confederación Española de Personas Sordas ha reconocido su trabajo.

- Me hizo mucha ilusión. Mi trabajo es también sensibilizar a los oyentes y recomendar a todo el mundo que aprenda la lengua de los signos. Es preciosa.

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