miércoles, 26 de marzo de 2014

La olvidada figura de doña Elisa Isabel González de Chávez (1914-1967)

GENTE


Incansable luchadora en un tiempo en el que la mujer no estaba valorada de la misma manera que el hombre. 

Infatigable persona que supo salir adelante por sus propios medios. Caritativa mujer que logró adquirir toda una serie de conocimientos con los que salir del aislamiento al que le condenaba la sociedad, ofreciendo todo lo que sabía a aquellos sordomudos que acudieron hasta su Centro.

Olvidada durante mucho tiempo, Elisa Isabel González de Chávez fue una mujer excepcional, generosa y con su ayuda proporcionó esperanza a muchos sordomudos que se encontraban con la imposibilidad de comunicarse con los demás. Fue un ejemplo notable de mujer que desgraciadamente terminó sus días cuando su labor no hacía más que despegar.

Elisa Isabel González de Chávez
Elisa nació en La Orotava el 12 de junio de 1914, siendo hija de Antonio González de Chávez y Fernández de Acosta y de Leonor González de Chávez y Pérez Valladares

Fue hija de una familia de labradores hacendados, siendo la menor de siete hermanos.

Su etapa infantil transcurrió en el barrio realejero de La Cruz Santa, pues su padre fue allí juez de paz y alcalde pedáneo.

A los cuatro años, perdió a su madre a raíz de la epidemia de 1918.

Su padre le enseñó las primeras letras, asistiendo luego a clases en el Colegio de la Pureza, así como más tarde a la Milagrosa de La Orotava. 

Desgraciadamente su padre falleció cuando ésta solo contaba con quince años quedando Elisa con el consuelo de tener a sus hermanos, los cuales vieron como Elisa conoció a una joven que también era sorda y que se podía comunicar gracias a que había aprendido el sistema mímico en una escuela especializada en el sur de Francia.

Para Elisa, ese hecho representó una nueva ilusión en su vida, por lo que tras buscar un lugar adecuado en el que aprender técnicas para comunicarse con los demás, se trasladó al Instituto Educativo de Sordomudos y Ciegos en Barcelona, el cual se encontraba regido por la Comunidad de Terciarias Franciscanas, acudiendo posteriormente a cursos de perfección en Montpellier. Allí logró adquirir toda una serie de técnicas que luego aplicó tras su regreso a Tenerife en el año 1956.

Se trasladó hasta Santa Cruz de Tenerife y allí comenzó a enseñar a un grupo de sordos, junto a algunas personas que poco a poco fueron colaborando con ella tras observar el valor del trabajo que estaba desarrollando en ese lugar, siendo muestra de ello la ayuda que le proporcionó Agustín Yanes Valer.

En la calle Viera y Clavijo de Santa Cruz de Tenerife, quedaría instalado el primer Hogar y Escuela de Sordomudos de Canarias.

Elisa murió con tan solo 53 años y hoy –a cien años de su nacimiento– su colegio y sus trabajos han sido prácticamente olvidados, por lo que al respecto coincidimos con Lucío Pérez cuando este escribió en torno a Elisa como: "Su nombre y su figura no son de fama universal; ni siquiera en los estrechos límites de nuestra Provincia ha sido muy conocida su obra, su personalidad. Y sin embargo, en los últimos lustros, ha sido en nuestra tierra la persona más merecedora de un público reconocimiento por su tenacidad, por su paciencia, por su generosidad, por su consagración total a la obra de redacción de los sordomudos".



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