Gesticula. Ríe. Enfatiza con las manos. Siente. Cuando María Rozalén habla y canta transmite de una forma especial. Directa. Ella lo atribuye a su ADN, a su abuela y a su madre, "que lo viven todo como si fuera un culebrón"; a esta familia "muy de matriarcado" de la que ha heredado su pasión por la música y este despliegue de expresividad que la convierte en un animal escénico. La cantautora de Albacete recala esta noche en la sala Barts, invitada por el Guitar Festival BCN, con su exitoso disco de debut, 'Con derecho a..'.
Un álbum que acaba de presentar en Argentina (las últimas dos semanas) y que seguirá cantando por Catalunya: mañana en el Teatre Auditori de Granollers, el sábado en el Teatre Municipal de Barberà del Vallés y el domingo en la Faktoria d'Arts de Terrassa.
Licenciada en Psicología
El álbum lo publicó de forma independiente, con el sello del productor, guitarrista (e inspirado arreglista) Ismael Guijarro, antes de que una multinacional lo reeditara. "Son canciones que quería tener para mí. Yo me quería dedicar a la psicología y a la musicoterapia, que tengo la carrera y un máster -aclara-. Pero cuando canté en la sala Galileo de Madrid empecé a recibir ofertas de discográficas, de sonar en las radios. No deseaba nada de eso. Era una inculta en este sentido. Pero opté por escuchar bien las propuestas y fue cuando... me vendí. Y encantada de la vida".
El humor y el compromiso son dos constantes en sus letras. Y en su actitud ante la vida. "Es fruto de mi educación. Fui a un colegio de monjas y estar en un grupo de parroquia era lo normal, lo mismo que tener muy presente el tema de la solidaridad y de mirar por el prójimo". Ninguno de sus pasos responde a una estrategia. "Cuando hice la canción sobre el chico portador del VIH ['Comiéndote a besos'] comprobé luego el impacto que tuvo con los mensajes que me llegaban de gente con el sida. Y no conocía a ningún sordo cuando se me ocurrió pedirle a Beatriz Romero, que traduce mis canciones al lenguaje de los signos, que me acompañara en mis conciertos. Cuando le vi traduciendo la primera vez me pareció bellísimo. Le invité a un recital para discapacitados. Y ahora ya somos como Zipi y Zape. Sobre todo tras el videoclip de 80 veces" [que ambas protagonizan y que ya suma más de millón y medio de descargas]. Tenemos una manera de ver la vida muy parecida. Pero ella es payasa de verdad, ¿eh?. Por eso también es tan expresiva".
De Rozalén dicen que es el último fenómeno en las redes sociales. Que su canto no tiene fronteras (la verdad es que no tiene ningún complejo estilístico). Ella se considera "una chavala normal y corriente. Una enamorada de la vida que le echa muchas ganas a todo, que es feliz transmitiendo mensajes, y con una voz muy fuerte heredada de mi madre. No soy ni una gran artista ni nada parecido".
Positivismo contagioso
En piezas como 'Saltan chispas', que canta en acústico para EL PERIÓDICO, reivindica la alegría y la risa: "Que salgan arrugas en las comisuras de tanto reír/ que vuelvan a verme buenas vibraciones/ que repitan que todo irá bien/ que me eches de menos/ que la vida nos quiera bien".
"No me gusta que la crisis nos bombardee así. Y cuando todo se pone tremendo, hay que tirar de la alegría. Este tema surgió cuando me fui a Madrid a buscar curro, a estudiar el master y a intentar probar fortuna con la música. No me daban fechas en ningún bar y pensaba: ¿por qué me he tenido que meter en este percal?" La respuesta fue inmediata: "Porque lo deseaba". "Para intentar que la vida te salga bien hay que dirigirse a todo y a todos con positividad". Palabra de Rozalén.
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