jueves, 13 de febrero de 2014

LAS PERSONAS SORDAS Y SUS FAMILIAS EN LA INTERSECCIÓN SOCIOSANITARIA

En las tres últimas décadas se ha producido una vertiginosa evolución conceptual, terminológica, social… en relación con las personas con discapacidad, que ha tenido a su vez una profunda proyección en la forma de percibir y abordar las necesidades y situaciones derivadas de discapacidad.

Hemos pasado de la visión más clínica a una visión social. Sin embargo, entre una y otra no hay ni una ruptura total, ni una brecha insalvable, que haya dejado vacío de contenido lo sanitario. Seguimos hablando de ello pero, ahora, de otra manera.

Llamamos espacio sociosanitario al que se genera en la intersección de lo social y lo sanitario, definido por unas líneas casi imperceptibles que unen uno y otro ámbito, y en el que habrá que tener también identificados los vectores que lo vinculan con lo educativo. Algo de lo que no debemos olvidarnos en este proceso de convergencia hacia un espacio sociosanitario inclusivo.

En definitiva, habrá que reconocer todos los elementos que se encuentran en el itinerario vital de la persona con discapacidad y que coinciden en el tiempo.

La discapacidad auditiva puede ser un claro ejemplo de cómo lo específico de cada área se ha de encontrar y simultanear, desde un enfoque interdisciplinar e integral, a través de una acción conjunta planificada, coordinada y convergente de recursos, prestaciones y servicios. De un lado, todo lo relacionado con la salud, como la detección y el diagnóstico precoz, el tratamiento médico, la adaptación de prótesis auditivas (audífonos e implantes), y la (re)habilitación médico funcional. De otro, y sobre la base de lo anterior, la intervención educativa y social: apoyo a las familias, atención temprana, apoyo escolar y logopedia, valoración de la discapacidad, accesibilidad y recursos de apoyo, prestaciones y ayudas sanitarias, educativas y sociales, e inserción laboral.

Por eficacia, por operatividad y rentabilización de los recursos, por coherencia y equidad territorial, no es posible -ni debiera ser admisible- plantear a la persona con discapacidad y a su familia respuestas descontextualizadas y parceladas, sin haber realizado una planificación conjunta y coordinada entre todos los involucrados, en estrecha colaboración interdisciplinar entre los profesionales de los distintos ámbitos, incluido el Movimiento Asociativo, con la corresponsabilización de las diferentes Administraciones y en coordinación intersectorial (Sanidad, Educación y Servicios Sociales).

Para ello es necesario un impulso político suficiente que vincule a todas las Administraciones con este mismo fin.

Esta coordinación, tan demandada, y desde hace tanto, será la que posibilite actuar cuanto antes, asegurar la continuidad del proceso de atención, de los apoyos… y prevenir el desconcierto y peregrinar de las personas con discapacidad y de sus familias, evitando con ello la desorientación, esfuerzos inútiles y la pérdida de un tiempo precioso y preciso para ser invertido en el propio crecimiento, autonomía y bienestar. Como cualquier otro ciudadano.

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