El profesor Raúl Federico es un músico quilmeño que hace 33 años emigró a Estados Unidos buscando tranquilidad y también progreso, dejando atrás una Argentina que por esos tiempos estaba muy convulsionada y violenta.
Jimmy, como lo llaman, se instaló en Miami y allí, junto a un pequeño grupo de argentinos (incluidos familiares), utiliza sus conocimientos musicales para ayudar a desarrollarse a niños sordos, mudos, ciegos y autistas, apoyado por la universidad de Miami-Dade College, en el estado de Florida.
En la charla con Raúl Federico (vía Internet), que por estos días lleva con alegría y actividad sus "77 abriles" como él dice, dio detalles de su particular historia.
-¿Cómo surgió la idea de realizar esta tarea con chicos especiales?
-Surgió en Europa, ya que estábamos tocando música, en España, Francia y Bélgica, que era la manera que teníamos para solventarnos. Hasta que una noche en Bélgica, fuimos a parar a un cabaret para sordos, mudos y ciegos, y nos llamó la atención, que parecía que esta gente escuchaba la música. Lo hago corto: todo el piso del cabaret era una plataforma vibratoria de alta resonancia y la curiosidad era que esta gente bailaba en medias. En fin, como buen argentino vizcachero, se me ocurrió si hago esta plataforma a escala, más chica, podría enseñar percusión a gente con este tipo de dificultades. Así fue que indague las técnicas vibratorias aprovechando mis conocimientos, ya que soy técnico industrial, egresado de aquella Escuela de Artes y Oficios de Quilmes, en los años 60. En realidad, le regalé el título a mi viejo para que me dejara tocar música y de esta manera comenzó el proyecto.
-¿En Argentina solamente tocaban música?
-Sí, éramos músicos aficionados, siempre batallando, tocando en el medio del campo, llevando los instrumentos en el tranvía, ja. Trabajábamos en distintas actividades y la música era como un complemento, para tener un pesito más. Y así pasaron los años; cada uno hizo su carrera. La Argentina se sumía en eternos problemas y las inquietudes se nos escapaban de las manos.
-¿Fue casualidad que sean mayoría de argentinos los que se dedican a esto?
-No. El argentino en el exterior no se junta por casualidad sino por necesidad. Y dicen que la necesidad agudiza el ingenio.
-¿Cómo fue el ingreso para trabajar en una Universidad estadounidense?
-Ya antes de ir a Europa estábamos en Estados Unidos, un país de oportunidades, trabajando y haciendo música cuando había tiempo. Siempre luchando con la familia a cuesta, somos residentes legales pero de repente éramos gringos. Aunque de esa manera pudimos ingresar a las univesidades. Ya teníamos una preparación base en la Argentina en diferentes actividades. Así pasó el tiempo y les propusimos a los directores de poder hacer lo que habíamos visto en Europa y hacerlo aquí en EE.UU. Ni cortos ni perezosos, los yankis vieron la veta y nos dieron la oportunidad. Toda la asistencia gratis para enseñar a los chicos con la ayuda de donantes económicos, es decir, sponsors.
-¿Se aplica normalmente en esta clase se chicos la técnica de ustedes o es "exclusiva"?
-La técnica ya se utilizaba en Belgica, en el cabaret. Pero yo fui quien la adaptó en menor escala para enseñar percusión y percuterapia. En la pagina web (www.sound-of-silence.org) ustedes verán a los chicos descalzos en una plataforma tocando percusión. El ritmo sube por los pies como dice la canción y hay otras cosas mas para lograr esto. Como decía mi papá, "no avive giles que después se te hacen contra". (Risas).
-¿Podría hacerse lo mismo en la Argentina o les gustaría hacerlo en nuestro país? Si hay un impedimento, ¿cuál sería?
-Claro que lo haría en la Argentina. ¡Imagínese! En cuanto a los impedimentos, son parte de nuestra idiosincrasia. Las burocracias de turno y las urracas que se meten en el nido del hornero cuando lo terminó. En fin usted sabe.
-¿Qué extrañan de Quilmes? ¿De qué zona eran?
-Éramos de Quilmes, más allá o más aquí. Pero siempre Quilmes. Yo nací en Brown y Matienzo y todos somos de la zona, cuadras más cuadras menos. Extraño los choripanes del Parque de la Cervecería y los chopps helados, la pizzería de Miguel (NdR: aquella que estaba en Mitre y Brandsen, de la porción gigante) y los bailes del Club Alsina. Usted sabe que en la confitería Belu, en la calle Rivadavia, 50 años atrás, tocábamos Cacho Tirao, Bebu Salvett, Pedrito Ocampo, Gelo Rodríguez y yo, en batería. Todos quilmeños figuras de primerísimo nivel mundial, menos yo. Ojo, también integré el grupo de jazz Quilmes. Muy buenos músicos del jazz tradicional, algunos tocando ahora en Mitre y La Guarda, ¡ups!, perdón por el humor negro.
¿Tiene previsto regresar o de visita?
-Voy de vez en cuando, queriéndome quedar pero siempre la historia repetida: los palos en las ruedas. Los nietos y bisnietos me atan aquí, también. Mi familia, lo que queda, está en Quilmes; otros han muerto. Amigos tengo muchos y mis sobrinos son tatuadores de primer nivel en el mundo, y son también quilmeños, de la zona de Garibaldi entre Lavalle y Moreno.
-¿Se mantiene en contacto con la familia de aquí?
-El contacto con mi gente lo hago por este medio, teléfono, videos y radioaficionado, del viejo Radio Club Quilmes, a quienes les mando un abrazo cordial. Seguro que para todos ellos esto es un preámbulo de todo lo que se podría contar.
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