La agrupación israelí Nalaga'at recoge aplausos en Europa y América y da un mensaje de inclusión.
Se abre el telón. En el escenario, once actores con un delantal y una careta sin facciones, en el anonimato de su propio silencio, amasan pan con las mismas manos con las que perciben el mundo. En el público reina una sensación de incómoda expectativa, pues sabemos que en esta improvisada panadería hay actores ciegos sordomudos, otros solamente invidentes y dos sordos con severa limitación visual.
Un tambor les anuncia el cambio de escena y ellos reconocen en el aire la vibración, señal para que comiencen a presentarse, uno a uno, quitándose la máscara y comunicando, a su modo, cuál es su sueño. Sobre ellos, letreros en hebreo y en inglés abren la puerta a sus corazones: "Yo sueño con el fútbol", dice Yuri Tevordovsky, gesticulando con sus manos y su rostro de piedra. "Yo, con ser modelo", confiesa Tzipora Malks. "Yo sueño con caminar sola", expresa Bat Sheva Ravenseri, madre de tres niños que ven y escuchan su actuación en la obra teatral No solo de pan.
En realidad, todos están llevando a cabo el sueño de otra persona: Adina Tal, la directora de la compañía de teatro Nalaga'at, que en hebreo significa tócame. Esta mujer, de 58 años y con formación dramatúrgica, ha tenido que batallar durante casi una década para construir un centro de ayuda a discapacitados, localizado en el puerto de Jaffa, en Tel Aviv, que, además de presentar las obras teatrales, tiene el Café Kapish, atendido por meseros sordos, y el restaurante Blackout, de paredes negras y en completa oscuridad, en el que los comensales experimentan la invidencia, guiados solo por su tacto y atendidos por ciegos.
A comienzos del presente siglo, Adina fue llamada para trabajar con ciegos sordomudos, pero solo con la idea de divertirlos, "como si fuera una niñera", según dice. Tres meses después, quien la contrató le dio las gracias y la despidió. Adina lloró sus ojos, azules y desafiantes, hasta que un vecino que la oyó gemir acudió en su ayuda y, apoyada en él, decidió que no podía dejar a sus nuevos amigos sin hacer algo por ellos.
Tocó puertas en busca de recursos económicos y, cuando contaba su sueño de crear una compañía teatral para gente que no ve, no oye ni habla, lo menos que le decían era que estaba loca. No obstante, persistió. Era su sueño.
No solo de pan...
De vuelta a las tablas, los actores pasan de mano en mano los panes crudos, mientras varias personas que dominan el lenguaje táctil los ayudan a moverse y reciben las masas para meterlas al horno. A un lado, Marc Yarosky, quien aún reconoce algunas formas con sus ojos, toca el acordeón con maestría, como si pudiera escuchar sus notas desgarradas. Con su carisma y picardía podría actuar en cualquier teatro del mundo, pero aquí es el bromista y lleva la posta a sus compañeros, a quienes toca en el hombro para que hagan su papel.
Yuri y Shoshana entran a escena, guiados por sus traductores, se toman de la mano y bailan lentamente, muy cerca el uno del otro. El público cae rendido ante la danza de amor de esta pareja, arrullada por una suave balada, compuesta por el hijo de la directora. "Es importante que me estreches la mano, porque así sé que existes", dice la letra.
A continuación, Bat Sheva se sube a un columpio y el aire acaricia sus rizos de tono carmín, mientras cuenta su historia. Quiere dedicar la función a Michael, otro actor que murió a los 26 años, en medio de los ensayos. Ella se mueve por el escenario con una propiedad que hace dudar de su invidencia.
En el costado derecho, Itzik Hanuna simula ser el jefe y verifica con sus párpados vacíos y clausurados lo que arroja su máquina de escribir. No es sordo de nacimiento, así que todavía recuerda algunas palabras y sus gritos guturales, a manera de narrador, le imprimen mayor dramatismo a la obra.
De pronto, su voz es opacada por el ruido de una máquina de la panadería. Durante más de un minuto, el público no entiende qué dice porque los letreros se suspenden. Cuando callan ambos, Itzik y la máquina, vuelven los letreros: "Así es ser sordo". Bajo la luz tenue, trato de apuntar cada frase genial, cada nueva sorpresa, para suplir mi flaca memoria. Pero es difícil: me falta capacidad.
La misma que le sobró a la directora, Adina, para conseguir donaciones y apoyo del gobierno israelí y crear en el 2002 la organización sin ánimo de lucro Nalaga'at, que preside, cuyo sostenimiento anual requiere un presupuesto de 4 millones de dólares. Lo sorprendente es que el 70 por ciento de esta cifra se cubre con ingresos propios, los del teatro, el café, el restaurante y otras actividades.
El centro genera empleo para 110 personas, que pertenecen a diferentes culturas, religiones y estratos sociales. Los montajes son particularmente complejos y tardan hasta dos años, pues la comunicación con los actores se hace por el contacto con las manos, con el lenguaje táctil. Otros, como Itzik, utilizan el llamado 'lenguaje del guante', en el que cada articulación de la mano representa una letra. Y, en ocasiones, un actor le escribe en braille al otro en la mano. Si se añade que algunos hablan ruso y otros, hebreo, el resultado es una proeza.
El grupo se ha presentado con éxito en Europa y Estados Unidos. "Cuando estuvimos en Londres, los comentarios eran: '¿Cómo no tenemos aquí (en el Reino Unido) un centro semejante?'", relata Adina. "Es un examen del teatro mismo: la forma en que el buen trabajo se puede comunicar a través de las fronteras de la oscuridad y el silencio", escribió el crítico del diario británico 'The Guardian'.
Pedir y convidar
Luego de algo más de una hora, Yuri y Shoshana se casan frente a un auditorio extasiado. Itzik anuncia el final de la obra e invita a los espectadores a subir a escena para compartir el pan que los propios actores amasaron y hornearon y cuyo aroma inunda la sala. "En el escenario, ellos ya no son 'los pobrecitos', que suplican compasión -asegura Adina-, sino que están en posición de dar, de ofrecer a su audiencia el regalo del arte".
Es inevitable hacer fila para felicitar a los actores, aceptar su pan y retribuirlo con un apretón de manos. Según la directora, ellos notan cuando el público recibe la obra con frialdad. Pero hay que ser de acero para no conmoverse con su alegría contagiosa y recordar que, al inicio, uno de sus parlamentos rezaba: "Tenemos sueños, porque no solo de pan vive el hombre".
Hasta hoy, más de 12.000 visitantes han ido al centro Nalaga'at, cuyas instalaciones se abrieron en el año 2007. Pero sus funciones van más allá del edificio, recubierto de piedra caliza. Bancos, empresas, escuelas y organizaciones sociales contratan seminarios y otros servicios para transmitir a sus empleados los valores de la aceptación social y el respeto mutuo.
La compañía prepara una obra para niños, y su directora aspira a crear un centro de capacitación en temas sociales, no solo para discapacitados. No en vano, el sitio web de Nalaga'at (www.nalagaat.org.il) está encabezado con el eslogan 'Una visita al Centro cambiará su forma de pensar, de sentir, de ser'.
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