El mundo se escandalizó con el falso intéprete de sordos que apareció en funeral de Mandela.
Además de estudio, es necesario conocer y entender la cultura de los no oyentes.
Parece fácil. Mientras alguien habla en voz alta, hay una persona a su lado que mueve las manos. Tal vez solo los expertos podrían identificar si esa persona que está ahí, haciendo de intérprete lo está haciendo bien. Tal vez por eso se armó un escándalo cuando se descubrió que en el funeral de Nelson Mandela, alguien de nombre Thamsanqa Jantjie se burló del mundo cuando se paró junto al presidente de Estados Unidos, Barack Obama, hizo algunos movimientos y trató de convencer que lo que hacía era una interpretación para sordos.
No era la primera vez que el falso intérprete engañaba. Y seguramente no será él la única persona que con solo mover las manos haya estafado a unos y ofendido a la comunidad sorda.
Sheila Jinnet Parra, fonoaudióloga e intérprete, asegura que el hecho generó indignación. No es para menos. “Desvirtúa nuestra labor, además para la comunidad sorda la presencia de una persona que no tiene la formación, ni la competencia de traductor para prestar el servicio de interpretación les vulnera el derecho a acceder a la información en igualdad de condiciones que las demás personas”, explica.
Ella hace referencia a lo establecido en normas internacionales como la Declaración de Salamanca (Unesco - 1994), que señala que todos los sordos deben tener acceso a la enseñanza de la lengua de signos de su país. También destaca la Convención de las Personas con Discapacidad (ONU-2006) aprobada por el Congreso de Colombia mediante la Ley 1346 de 2009, que pide asegurar que se imparta lenguaje y medios para que los sordos tengan cómo comunicarse.
Pero aunque existen normas que regulan la inclusión en todos los ámbitos del lenguaje de señas, no ha sido fácil porque no es universal. Cada país tiene sus propios códigos, sus propias señales. “Pero quizá la barrera más grande es que algunas personas oyentes perciben a los sordos como personas enfermas, deficientes e incompletas, que requieren ser ‘normalizados’. Es decir, que necesitan oír para poder ser vistos igual a los otros”, asegura esta mujer que fue presidente de la primera asociación de intérpretes del país, la ‘Asociación Colombiana de Intérpretes para Sordos y Sordociegos’ y que hoy trabaja con el Instituto Nacional para Sordos (INSOR).
Sheila habla desde la experiencia. Fue de las primeras personas que prestó el servicio de interpretación en televisión en las alocuciones presidenciales. Estuvo al lado de los presidentes Ernesto Samper y Andrés Pastrana.
Ella reconoce que en el país apenas se está empezando a valorar la labor del intérprete a pesar de la divulgación de la Ley 324 de 1996, que estableció la Lengua de Señas Colombiana como el idioma propio de la comunidad de sordos y señaló “el servicio de interpretación como un medio para que los sordos puedan acceder a la educación, la justicia, el trabajo, la salud, la televisión y a los centros de atención al ciudadano”. Pero la realidad ha sido diferente. “En el imaginario social se cree que los sordos son los que deben entrar al mundo de los oyentes y no los oyentes al mundo de los sordos”, advierte.
Ella explica que “ellos (personas sordas) tienen una condición sensorial que no les posibilita acceder a los sonidos del medio ambiente. Y esto es una barrera para adquirir el castellano de forma oral”.
No se trata solo de mover las manos
“No se trata solo de mover las manos”, dice la experta. Para los oyentes es más fácil poder entrar al mundo de los sordos, dado que no presentan ninguna barrera para aprender la lengua de señas que es de modalidad visual- gestual (se percibe por la visión y se expresa por medio de las manos, las expresiones faciales, el movimiento del cuerpo y la cabeza).
Para poder hacerlo, además de las señas, se necesita el razonamiento lógico, el análisis y la síntesis. Pocas opciones para formación en esta área existían hasta hace poco. El año pasado empezó el programa ‘Tecnología en interpretación para sordos y sordociegos’ de la Universidad del Valle. Sheila explica que como no se cuentan con suficientes programas de educación formal, el INSOR en alianza con el Ministerio de Educación Nacional está expidiendo permisos temporales a personas que prestan el servicio de forma empírica y que cumplan con requisitos como el conocimiento de la lengua, experiencia en interpretación, cursos y diplomados de cualificación en interpretación.
"No es tan ajeno, ni tan difícil, solo implica querer entender ese otro mundo: el de las personas que no oyen", concluye Sheila.
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