NOTICIAS DE CATALUNYA
Le depara el trabajo a Elena Ruth unos momentos con gran carga significativa:
-Sí, cuando Ahmed quiere pedir pizza, por ejemplo.
Por ejemplo cuando Ahmed quiere pedir pizza. Entonces ella coge el teléfono y llama, porque Ahmed no se comunica verbalmente y necesita a alguien que lo haga por él.
-Llamo, y cuando llega el pizzero le hago accesible a Ahmed toda la información a la que no tiene acceso.
Lo cual, en la práctica, quiere decir lo siguiente:
-Le digo al pizzero: “Ahmed no te está escuchando ni te está viendo. Yo soy su mediadora”. Luego digo: “Como él es así, se comunica con el tacto. Él va a necesitar tocarte la mano, el brazo, la cabeza, para poder reconocerte, para hacerse una imagen de quién le está trayendo la pizza y a quién le está pagando”.
-¿Y qué dice el pizzero?
-Normalmente tienen buena disposición.
Elena Ruth es mediadora y guía intérprete de personas sordociegas y trabaja al servicio de la Associació Catalana Pro Persones amb Sordceguesa (Apsocecat) en un proyecto pionero: el programa de vida independiente para sordociegos. Hacerlo implicó dejar su piso de la Barceloneta e instalarse en el mismo edificio de La Marina donde Ahmed Sliti y Òscar Gordo –sordociegos– viven su proyecto de vida autónoma. Elena es su mediadora. Los visita cada mañana y cada noche. Empieza y termina el día con ellos.
-Vamos al principio. Explíqueme por qué se dedica a esto. ¿Qué estudió?
-Yo hice un grado superior de Interpretación de lengua de signos. ¿Me pregunta por qué? Por lo siguiente: aprender a hablar con sordos, esa era mi idea. Había conocido a alguna persona sorda y esto de hablar con las manos me parecía alucinante, ser escuchada donde nadie te escucha, ser vista donde nadie te ve, el poder comunicarse en un mundo donde la comunicación no es evidente.
-¿Y…? ¿Por qué…?
-¿La verdad? Yo creo que porque yo venía de un pasado de no ser vista ni escuchada, precisamente.
-Ah. ¿Quiere hablar de ello?
-Por qué no. Yo vengo de una familia desestructurada con violencia de género de por medio… Yo viví en la calle, literalmente viví en la calle. Sé lo que es no ser visto ni escuchado. De hecho, yo vine aquí obligada no solo por el 'corralito'. Vine porque quería pasar página.
-No hemos dicho de dónde es.
-Argentina. Buenos Aires.
-Me da la impresión de que no pensaba mucho en lo que iba a hacer después. En las salidas laborales y esas cosas.
-Es verdad. Y me encontré con un mundo que me impactó mucho, gente que nació sin ver ni escuchar o que nació viendo y escuchando y luego lo perdió todo; gente, en general, cuya percepción del mundo es inimaginable. Me impactó tanto que dije: “Yo tengo que estar acá, tengo que ayudar a estas personas. No sé cómo pero tengo que hacerlo”.
-¿Y qué hizo?
-Entonces hice el curso de mediadora. Primero en la asociación y luego en Fesoca, la Federació de Persones Sordes de Catalunya.
-Se puede decir que cambió de vida para participar en el proyecto. ¿Fue una decisión difícil?
-Pues mire, yo pensé: “No tengo hijos, no tengo pareja…” Y sobre todo: era una experiencia única. No todos los días surgen oportunidades de vivir algo así. A mí me parece apasionante.
-Debe ser una relación muy estrecha la que ha establecido con ellos. Con Òscar y Ahmed.
-Sí, ciertamente hay momentos emocionales profundos, momentos en los que tienes que animar, que consolar… Pero forman parte de tu labor profesional. Es un trabajo que conlleva compartir mucha intimidad.
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