domingo, 18 de diciembre de 2011

Pareja de sordos supera limitaciones, se casa y va en busca de una vida normal

SOCIEDAD

Fueron amigos desde la infancia, cuando asistían juntos a la escuela, ambos con una seria deficiencia auditiva que les impide escuchar y hablar casi en un 100%. No obstante, esta no fue una barrera para que se enamoraran y mucho menos para  convertirse en matrimonio, lo cual acaban de concretar en una emotiva ceremonia civil reafirmada además con el vínculo religioso.


 La historia de amor comienza hace tres años, cuando Viviana Escalona y José Palma, quien por ese tiempo vivía en Santiago, decidieron comenzar un pololeo a la distancia, a través de discretos mensajes telefónicos que se enviaban en forma regular. Sin embargo, no transcurrió mucho tiempo para que José volviera a Chillán para pedir el permiso formal de pololeo a la familia de la joven.
No obstante, fue en septiembre de este año cuando se convencieron plenamente de querer pasar toda la vida juntos y decidieron comunicárselo a sus familiares. “En septiembre vinieron los dos a contarme que iban a casarse, pero yo no quise que lo hicieran tan luego y les pedí que dejaran pasar un poco más de tiempo”, relata Berta Zapata, madre de Viviana.
A causa de la discapacidad que ambos presentan, Berta confiesa que, en un primer momento, se mostró temerosa por la decisión de su hija. “De primera, yo estaba preocupada, porque no sabía cómo iba a resultar esto, pero con el tiempo me convencí, me di cuenta de que se quieren y ahora estamos muy contentos por ellos”, asegura.

Un evento distinto
Hace poco más de siete años, en octubre del año 2004, la Ley 19.947 sobre matrimonio civil modificó algunos artículos, introduciendo nuevas cláusulas, entre ellas, la posibilidad de que las personas sordomudas puedan solicitar “que la manifestación, la información y la celebración del matrimonio se realicen mediante lengua de señas”, dando así la oportunidad a parejas que como José y Viviana no tenían la capacidad de realizar su matrimonio sin un representante legal.
Meses antes de concretar la ceremonia, María Isabel Rozas, dirigenta de la Mesa Provincial de Discapacidad, fue requerida por estos jóvenes para actuar como intérprete en su casamiento.  “La verdad es que lo tomé con mucha responsabilidad, particularmente porque ellos me eligieron y me sentía muy responsable de que todo saliera bien”, expresa.
Para Rozas el apoyo entregado por el Servicio Civil fue clave para el éxito de la ceremonia. “El matrimonio  se realizó en forma muy lenta y pausada para que ellos pudieran entender perfectamente todo.  Además, se les concedió media hora para la ceremonia en lugar de los quince minutos habituales, el Registro Civil se portó un siete con ellos”, revela.
En este sentido, Rosa Carrasco, prima de Viviana, agradece las gestiones realizadas. “Hace cinco años atrás un matrimonio así habría sido impensado, pero la profesora (Rozas) les facilitó mucho las cosas, los ayudó con todo y gracias a eso pudimos realizar un matrimonio bonito y que además fue un evento distinto”.
El orgullo y emoción que mostraron las familias de ambos jóvenes al ver realizados los sueños de sus hijos en medio de un país y de una sociedad que “los ha abandonado”, logró sacar algunas palabras de José, que se mostró muy contento.  “Estoy feliz... antes no habría pensado en hacer esto”.

“Falta ayuda”
Si bien la ley modificó un artículo clave para el desarrollo social de los sordomudos, ello no equipara las deudas que la sociedad, en general, y las autoridades en particular, tienen con ellos hoy en día. Así lo sienten las familias de Viviana y José a tal punto que dicen sentirse abandonados.
“Sentimos, como familia, que falta mucho por hacer por los discapacitados, como ellos. Lo que pasa es que hay más ayuda para los discapacitados físicos, pero falta ayuda para los que son sordos, ciegos y para los mentales: ¿qué pasa con ellos si no hay ayuda? A veces sentimos que no son valorados por la sociedad”, señala Rosa.
“La solución a esto es que las autoridades se pongan las pilas, por ejemplo, yo creo que debiera haber un intérprete en lengua de señas en cada lugar público”, agrega.
A duras penas, José puede articular unas pocas palabras para decir que muchas veces la incapacidad del resto para entenderlo le causa impotencia. “No me entienden, me da pena”, comenta.
Al respecto, Rozas asegura que hay un círculo vicioso en torno a las oportunidades. “Las familias se sienten abandonadas porque efectivamente es así.  El ser sordo es muy complicado, porque no están las herramientas para educarte. Si no tienen una educación adecuada para ellos desde la infancia, es muy difícil que lleguen a media y mucho más que alcancen los estudios superiores, es un círculo”, señala.

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