domingo, 18 de diciembre de 2011

Gilberto Alemán, actor y autor de teatro


CULTURA


En los años cincuenta y sesenta del siglo anterior vivió Tenerife irrepetibles afanes teatrales, en ocasiones poco menos que heróicos.

Es verdad que todavía era pronto para que pudieran percibirse indicios claros de rebeldía -que más de uno hubo- en la generación que no había provocado la guerra civil pero la había sufrido en carne viva mientras iba creciendo. Es cierto también que, sin cauces normales de expresión, férreamente controlados por el sistema político imperante, el teatro se podía ofrecer, y de hecho así ocurrió en más de una oportunidad, como sutil trampolín para expandir en el aire del maltrecho país, con palabra suavemente transfigurada o sinuosa o con ironía, lo que el régimen político trataba de impedir a toda costa que se difundiera. El teatro estaba también secuestrado y apenas cabía hacer, menos aún en estas desoladas soledades.

En ambas décadas se mantuvieron en la Isla varios grupos de teatro aficionado de diferente signo ideológico: Escuela de Arte Dramático del Ateneo de La Laguna, Teatro de Cámara de Canarias, el Teatro Español Universitario [TEU], La Carátula, Sección de Teatro de Radio Juventud, Grupo de Alumnos del Conservatorio, El Tinglado, Teatro de Mímica de la Asociación de Sordomudos de Tenerife que luego se tituló Los Ambulantes, etc. sin que se pueda omitir en este recuento incompleto la labor esforzada y en solitario de quienes, como el entusiasta Alfonso Fernández García en La Victoria de Acentejo, mantuvieron vivo el fuego sagrado de la afición teatral en pueblos, villas y ciudades de Tenerife. Fue una floración en la que tuvo mucho que ver la vocación, el entusiasmo y los conocimientos dramáticos de Eloy Díaz de la Barreda.


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