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El hombre que convirtió el silencio en oro
Rodrigo Sánchez Barroso (1940), al que cariñosamente llaman El Pelusa, tiene la dignidad de un guerrero que no ha sucumbido a nada y ha desafiado desde niño a la pobreza, a las enfermedades y ha logrado la excelencia a pulso de vivir, trabajar y soñar.
Con serena humildad y sabiduría, Rodrigo Sánchez Barroso convirtió en virtuosos de la madera a más de un centenar de sordomudos en los últimos treinta años, en Cartagena.
Esa hazaña silenciosa es tal vez uno de los acontecimientos secretos y humanísticos de la historia social y cultural de la Cartagena desconocida.
Rodrigo, un visionario de las empresas, ha sido sin duda una ardua batalla de superación personal que ha involucrado a otros seres sin oportunidades: él, que había estudiado hasta tercero elemental, se graduó de bachiller a sus sesenta años. Y siguió capacitándose todo el tiempo.
Ha sobrevivido a tres operaciones de cadera, a una caída de espaldas y a unas fracturas de manos al caerse de un segundo piso. El pasado 24 de junio de 2020 celebró sus ochenta años y amaneció como hace tantas décadas, para seguir haciendo sus matinales ejercicios y así mantenerse en pie y activo, con múltiples iniciativas y sueños que espera prosigan más allá del día de su partida. (Le puede interesar: Juan Gossain, un diccionario de sueños)
El primer sordomudo
Lo que parece ser un encuentro casual se volvió un destino. Rodrigo estaba de paso por Bogotá en 1972 y fue a visitar a su hermano, que tenía un almacén de artículos deportivos en la calle 90 con 15, de la capital. De repente vio cuatro tallas en madera, un crucifijo delicadamente tallado, un marco de madera, un llavero y otra madera pulida con sofisticación. ¿Quién te hizo este trabajo tan maravilloso?, le preguntó Rodrigo a su hermano Jaime y él le señaló a un joven delgado que estaba sentado en el vano de una puerta, arreglando un patín para una Asociación de Patinadores. ¿Qué hace un artista como él arreglando patines?, se preguntó él y Jaime le contó: “Él es sordomudo y nadie le da trabajo”. Pero, por Dios, se dijo Rodrigo, ¡Es un artista!
El muchacho se llamaba Luis Carlos y se había casado con Amparo, que también era sorda, sus padres la habían enviado a Estados Unidos a capacitarse. Se volvió una experta modista y lectora de labios. Al morir el padre de Amparo, todo se empeoró para ellos.
Rodrigo buscó a Amparo y le propuso llevarse a Luis Carlos a trabajar a Cartagena, donde él vivía y tenía un negocio en la avenida Venezuela llamado Muebles don Rodrigo, una de cinco empresas que crearía en la ciudad.
En aquel instante, él no había tenido un contacto directo con un sordomudo.
Le dio el tiquete aéreo y lo alojó en su casa hasta que él pudiera estabilizarse. Lo contrató como tornero, tallador y pintor. Ese el primer sordomudo de un proyecto gigantesco que se llamó El taller y en el que llegarían, en treinta años, cerca de un centenar de sordomudos a los que Rodrigo propuso trabajo en empresas cartageneras.
Esperanza laboral
Los sordomudos bajo el liderazgo de Luis Carlos, quien se convirtió en capacitador de otros sordomudos, empezaron a abastecer un mercado inexplorado en la ciudad.
Hicieron los muebles, las sillas y las estanterías del diario El Universal en su sede de la calle San Juan de Dios; tallaron y tornearon los muebles de las oficinas del Concurso Nacional de Belleza, en los años de Teresa Pizarro de Angulo; le hicieron las consolas y los espejos de la casa a Josefina de Gómez Naar, hicieron los trabajos en madera de hoteles del sector de Bocagrande y edificios de Castillogrande, y trabajos de empresas y residencias de toda la ciudad.
¿En qué líos me he metido?, se preguntaba Rodrigo al ver que ciertas empresas al principio se negaban a contratar a un sordomudo, y él salía a defenderlo, como un padre multiplicado, encarando la filantropía, la compasión, el sentido social y empresarial y la visión moderna de las nuevas responsabilidades sociales.
De esa legión de sordomudos, a los que él abrió una oportunidad laboral en la industria de la madera, recuerda ahora a Santiago Delgado, Santiago Berrío, Carlos Martínez, Hugo Recuero, Rodrigo Gutiérrez, Iván Vélez, Jimmy González, Tomás Machado, Guillermo Julio, a quien decían La Llaga; Walter Gómez, entre otros. No solo integró laboralmente a sordomudos, sino también a muchachos con déficit cognitivo a quienes capacitó con una paciencia infinita y un humanismo sin tregua, replicando a Job. Al pronunciar estos nombres se le quiebra la voz y se le moja el rostro de lágrimas al recordar a uno de los padres de los muchachos: se trata de un señor que le guardaba el salario a su hijo sordomudo para que, cuando él muriera, tuviera suficiente dinero para defenderse. Aquel padre le dijo conmovido a Rodrigo: “¡Gracias, me has regalado un hijo!”, ese hijo al que el padre creía perdido sin ninguna posibilidad laboral
Empresario exitoso
En 1985 la obra social de Rodrigo Sánchez Barroso fue exitosa y triunfal al representar a Cartagena en el Concurso Nacional de Habilidades Laborales para Personas con Discapacidad (Abylimpic) en Medellín. En 1987 se llevó los honores en el mundial de Abylimpic. Ganó en 1994 el Premio Portafolio. Empresas y universidades de Cartagena y Colombia acuden a su sabiduría. Ha escrito con su vida el capítulo de oro de la rehabilitación profesional con población sorda en las empresas privadas de la industria de la madera en Cartagena. Y ha sido un modelo replicable, pero sin antecedentes en el país o en América Latina, él ha construido ese sendero, gracias a su tenacidad y clarividencia.
“Es un maravilloso ser humano, buen esposo, padre y tío, buen amigo de sus amigos, gran conversador, estricto, disciplinado y transparente, activo en las causas sociales”, dice María Cristina, la abnegada, valiosa y valiente esposa de Rodrigo, con la que ha celebrado 56 años de matrimonio y espera renovar esos votos.
Epílogo
Al enseñarme en su estudio los múltiples proyectos sociales y empresariales de su vida, me dice que está dispuesto a seguir capacitando no solo a sordomudos, sino a todo el que desee ser capacitado. Con esta experiencia de inclusión laboral de los discapacitados, él se anticipó muchos años a lo que en 1997 se llamaría Responsabilidad Social Empresarial. En una conferencia, que dictó en 1992, dejó sorprendidos a los empresarios que lo escucharon y sus sentencias se volvieron visionarias y le cambiaron la vida a ese centenar de sordomudos: abrieron un nuevo destino empresarial en la ciudad.
Rodrigo dice que nació el Día de San Juan Bautista, el que predicó en el desierto. Y él ha sido eso: un hombre que siembra flores en el desierto.
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