Cuando la discapacidad aparece en la vida de una persona, la cotidianidad e historia individual cambia drásticamente. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática (INEGI), por cada 15-10 personas, 1 de ellas presentará alguna discapacidad. Las probabilidades de que un escenario como éste afecten la calidad de vida de cualquier persona, están más cercanas a la realidad de lo que podríamos imaginarnos.
Si bien actualmente la sociedad está más despierta al tema de la discapacidad, aún hay un camino que recorrer en los temas de la responsabilidad social, los derechos humanos y la inclusión familiar/social/laboral para las personas que se encuentran en alguna situación de vulnerabilidad. Esto se percibe en la primera y la reciente Encuesta Nacional de Discriminación, ENADIS 2017, ya que el grupo que reportó mayor discriminación son las personas con discapacidad (25.1%), seguidos de los indígenas (20.3%).
Las personas con discapacidad auditiva representan un gasto extra en sus hogares de entre 40 % - 188 %. Su educación es sin duda el mayor reto, ya que 24 % son analfabetas y 55 % cursan nivel básico debido a la limitación para encontrar escuelas acordes a sus necesidades de aprendizaje, maestros capacitados y la orientación educativa oportuna.
Dentro del grupo de discapacidades existe una que es casi invisible y difícil de percibir y por ello vale la pena conocerla. Se trata de la condición que impide a las personas comunicarse, socializar, que ocupa el tercer lugar en cuanto al número de personas que la presentan a nivel nacional y que afecta tanto a recién nacidos como a los adultos mayores: es la discapacidad auditiva.
El no escuchar implica no solo un particular acercamiento al lenguaje y a la educación, sino un conjunto de consecuencias en la historia de vida del sordo. La secuela funcional en cuanto limitación física de la capacidad individual para escuchar y percibir sonidos es la principal causa por la cual su desarrollo humano (considerado en la salud, la educación y el ingreso) es limitado.
El INEGI y la Encuesta Nacional de Percepción de Discapacidad en Población Mexicana (ENPDis 2010), dan cuenta de su desigualdad social: solo 25% de este grupo está ocupada, percibiendo entre 1-2 salarios mínimos mensuales. Otra de las consecuencias económicas son los recursos limitados para su atención médica; una alta tasa de desempleo, de rotación y de discriminación laboral pero principalmente el costo de la sordera no atendida a largo plazo.
Las personas con discapacidad auditiva representan un gasto extra en sus hogares de entre 40% – 188%. Su educación es sin duda el mayor reto, ya que 24% son analfabetas y 55% cursan nivel básico debido a la limitación para encontrar escuelas acordes a sus necesidades de aprendizaje, maestros capacitados y la orientación educativa oportuna. Asimismo, el rezago, el rechazo y la deserción escolar de los niños sordos son situaciones que se presentan en los centros educativos.
También existen consecuencias en las relaciones familiares que se pueden manifestar en la desinformación de los padres, la negación y el miedo a tomar decisiones, principalmente durante los primeros años de la vida del niño sordo, al darse cuenta que sus hijos no pueden aprender a hablar, a leer, escribir y comprender el lenguaje de manera natural como los oyentes. Es decir, el aspecto lingüístico estará limitado en mayor o menor medida dependiendo de las características personales, afectando la salud, el bienestar y las oportunidades de la persona.
Otro de los aspectos en los que la sordera -ya sea moderada, severa o profunda- impacta, es en la vida social y emocional. Las personas sordas desarrollan sentimientos de soledad y aislamiento. Lo cual en el mediano y largo plazo puede aumentar su desigualdad educativa y socioeconómica. En ese momento tanto ellos como sus familias y entorno comunitario más cercano pueden atravesar etapas de frustración.
¿Qué hacer para disminuir esta marginación? La detección juega un papel definitivo. La información médica que de manera oportuna permita a los padres saber si sus bebés presentan una pérdida auditiva, puede representar años de rezago o de atención profesional que serán cruciales en la historia de vida. De acuerdo con la OMS, Los recursos o apoyos técnicos como los aparatos auditivos (dispositivo médico que amplifica el sonido) y/o los implantes cocleares (dispositivo tecnológico que estimula con electrodos la cóclea para que la persona aprenda a oír y a hablar), son herramientas que facilitan la autonomía y la calidad de vida auditiva de la persona sorda de nacimiento o que perdió la audición durante alguna etapa evolutiva.
En 2017, la 70ª Asamblea Mundial de la Salud de la OMS, adoptó una resolución relativa a la prevención de la sordera y la pérdida de audición. En esa resolución se pide a los Estados Miembros que integren las estrategias de atención audiológica y otológica en el marco de sus sistemas de atención primaria, bajo el paraguas de la cobertura sanitaria universal de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (#3 Salud).
Las personas con pérdida de audición pueden aprender a comunicarse mediante el aprendizaje del español, la lectura de los labios y/o la lengua de señas. Una intervención educativa especializada con maestros capacitados junto con el apoyo familiar son los aspectos centrales para favorecer el desarrollo humano de la persona con discapacidad auditiva.
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