lunes, 4 de octubre de 2010

La sordera crece en el país

Según informes confidenciales de la Organización Mundial de la Salud (OMS), el número de pelópidas y huebastianes habría crecido significativamente en el país, dato que alegró mucho a mi familia porque en ella contamos y amamos mucho a mis tíos Pelópidas y Huebastián, que son como dos oráculos a lo que acudo siempre para orientarme mejor en el complicado mundo de la política criolla.

En el último diálogo que sostuve con ellos, les pregunté si yo podía confiar en ese dato no oficial de la OMS y fue mi tío Pelópidas quien me aclaró esa información que me fue proporcionada por una enfermera que ayer vino a casa a ponerme una inyección de Pinchaculina. Pelópidas me dijo: “No es verdad que se hubiera incrementado en nuestro país el número de Huebastianes, lo que sucede es que ha crecido desmesuradamente el número de sordos tanto en el Gobierno como en la oposición, en los movimientos sociales, en los sindicatos y hasta en los futbolistas, que no escuchan las instrucciones de sus técnicos ni los pitazos de los árbitros.

Dije a mi pariente que por vez primera había conocido la noticia de que en Bolivia se había declarado una epidemia de sordera y quise llamarla a la ministra de Salud, la doctora Heredia, para preguntarle si ella sabía algo acerca de esta epidemia de sordera que afectaba a nuestro país, y así lo hice, contestándome su secretaria que me escuchaba bien pero que no tenían vacunas contra la sordera y que ofrecía vacunarme contra la rabia canina, contra la peste bubónica, contra el dengue y contra la difteria, lo que demostró que la secretaria de la doctora también estaba sorda.

Justamente alarmado, pregunté a mi tío Pelópidas si la sordera es contagiosa, respondiéndome que sí y que si la secretaria de la ministro estaba sorda seguramente contagió su sordera a la Ministra y ésta contagió su mal al presidente Evo y éste a su vez volvió sordo al vicepresidente García Linera, al ministro de Gobierno, el señor Sacha Ok’ara Llorenti.

Pregunté a mi pariente Pelópidas si él había advertido síntomas de sordera en nuestro presidente Evo y me respondió con la franqueza que lo caracteriza: “Muchísimas, querido sobrino, y sólo te contaré las últimas. Cuando importantes sectores campesinos le pidieron que echara de su gabinete a varios ministros, el Presidente no les escuchó nada y los ministros también sordos no se dieron por enterados. Cuando algunos ciudadanos se acercan y le gritan en la oreja que una cosa es dictar una ley contra el racismo y otra muy diferente amenazar con cerrar periódicos, emisoras y canales de TV, no escucha nada. Y cuando todos los obispos católicos le gritan en su oreja que debe respetar el derecho que tiene el pueblo a la libertad de expresión, parece que no escucha nada y comienza a hablar de que las monjas deberían ser sacerdotisas y que los curas católicos deberían casarse. Todos son síntomas de que la sordera también ha sido contagiada”.

Se trata de una epidemia muy grave porque también afecta a la mayoría de los legisladores. Y hasta a miembros de la Judicatura Nacional. Todos estamos sordos. Todos estamos ok’aras. ¿Qué haremos en este mundo de sordópilas?

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