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Las mascarillas llegaron a la vida diaria de la población para tratar de frenar, en la medida de lo posible, la ola de contagios de coronavirus. Son un elemento positivo, sin duda, pero también poseen ciertas características que provocan problemas para una parte de la población. Uno de esos grupos es, sin duda, el formado por las personas que tienen discapacidad auditiva y que conseguían saber lo que otra persona estaba comunicándoles gracias a la lectura de los labios. Ahora es, evidentemente, imposible, con un elemento que tapa la boca de sus interlocutores.
Es el caso de María Jesús Dans, profesora desde hace cuatro décadas en Oleiros, que desafortunadamente ha encontrado un obstáculo si no es con otras medidas para poder seguir impartiendo docencia. Desde los pocos meses es sorda, y aprendió a hablar, también a leer labios y consiguió sacar su plaza de profesora, profesión en la que sigue trabajando a los 64 años de edad. Ahora lo hace como puede, y reclama con insistencia que la Administración ponga remedio a esta precaria situación, que no solo afecta a ella, sino a toda la comunidad sorda.María Jesús Dans, profesora de Lengua Castellana en Oleiros (La Coruña)
Se lo cuenta a ABC a través de un correo electrónico: antes de la pandemia su situación «en el trabajo estaba normalizada, podrían surgir dificultades en la comunicación pero lo resolvíamos con lectura labiofacial o escribiendo las preguntas que podían surgir». La mayoría lo entienden, cuenta, no tienen ningún problema, aunque siempre hay algún inmaduro. «Nunca escondí mi ‘discapacidad’» y remarca, que «salvo algunos que aprovechaban para burlarse o alterar el orden de la clase (algo que ya tengo asumido, pero es doloroso)», todo transcurría bien. También lo comprenden en su vida habitual, en su barrio, aunque señala que hay «excepciones», gente que no es amable. De todas maneras, cuenta que ella no ha tenido que ir, por ejemplo, al hospital, donde otras personas sí han encontrado dificultades al no haber intérpretes, una posibilidad que se puede llevar a cabo mediante videollamada, pero la situación de los hospitales y la atención primaria dificulta poder comunicarse por este método. La poca comprensión de algunos médicos tampoco ayuda, destaca.
Su hijo puso su problema en el foco mediático a través de unos populares mensajes por redes. Lois Alcayde cuenta a este periódico que «ha habido mucha acogida por parte de la sociedad. Me sorprendió, no solo a nivel mediático, sino también el nivel de respuesta de muchísimos alumnos e incluso de antiguos alumnos y excompañeros, que recordaban que mi madre siempre fue muy guerrera», explica. Pero también contactó mucha gente con el mismo problema: «De toda España, porque esto está ocurriendo a nivel estatal». Incluso llegó la carta manuscrita de un señor de Pontevedra, explica, también con problemas auditivos.
María propuso tres soluciones a la inspección. La primera, «el uso de mascarillas transparentes para todo el alumnado y profesorado del centro, homologadas, o en su caso, para los alumnos a los que imparta clase», aunque recuerda que son dos las profesoras afectadas por la problemática en su centro, en Oleiros. La contratación de un intérprete para las clases, para agilizar la comunicación o, en tercer lugar, la opción que considera más factible, «instalar en los ordenadores del centro un sistema de subtitulado automático», que recuerda que es gratuito, «conectado al aula o a los ordenadores individuales del alumnado, en tiempo real».
Mientras tanto, han tenido que buscar parches para facilitar el día a día en las clases, en su caso, de Lengua Castellana de 1º, 2º y 3º de ESO. Así, ha enseñado una serie de signos básicos a los alumnos para poder facilitar la comunicación. Entre ellos está el saludo, «por favor», «¿puedo ir al servicio?», «un folio», «gracias», «no entiendo» o «repítemelo». Si es más complejo, le escriben la duda en un folio.
Con altibajos, pero fuerte
Pero remarca que todas estas dificultades no la llevan a rendirse. Al contrario. «Tengo aliento para reivindicar nuestros derechos, no solo los míos, también los del alumnado sordo y los de toda la comunidad sorda, dentro de lo que pueda. Falta mucho por hacer, mucho. Reconozco que hay días en los que hay altibajos, pero hay que seguir. No queda otra, por lo menos para poder decir que hice lo que pude», subraya.
Hacer lo que pueda en una situación que, si ha cambiado para todos, para ella y toda la comunidad sorda ha mutado de forma absoluta. «Claro que todo cambió, normal, y de una manera radical. En las clases puedes manejarte, pero si tienes guardias o vigilancia en los recreos es difícil comunicarte con los chicos. La única solución es que otro compañero mío lo resuelva o, con los mayores, que echen mano del móvil y escriban lo que pasa. Hay que tomárselo con humor y adaptarse, porque, a veces, es un diálogo ‘kafkiano’, digno de los hermanos Marx».
Para rematar, insiste en que son eternamente olvidados y deja un mensaje: «Hay que invertir sin miedo en la educación, paliar todas las desigualdades posibles, porque las verdaderas barreras las pone la sociedad». Desidia y desconocimiento son algunas de las palabras que usa. También pide al Gobierno gallego y al propio Feijóo más interés, así como recursos, no solo tecnológicos, y más profesorado. «El factor humano es esencial en la enseñanza. Y que los gobernantes nos respeten de verdad», reclama.
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