InfoSord, 11/10/2009
Por Susana Joma
Los jóvenes estudian en el Instituto Técnico Ricaldone, institución que a abierto sus puertas a una docena de alumnos sordos con sus intérpretes
Julio, Elena y Juan han pasado su vida académica juntos. Los tres han sorteado muchos retos desde que estudiaban en el Centro Cristiano para Sordos y, aún más, cuando se incorporaron al Instituto Técnico Ricaldone con otros jóvenes oyentes.
Actualmente, son alumnos de segundo año de bachillerato y, el miércoles, se someterán a la Prueba de Aprendizaje y Aptitudes para Egresados de Educación Media (Paes), prueba que el Ministerio de Educación aplicará a unos 750 mil alumnos del sector público y privado de todo el país. La cita será a las 7:00 de la mañana y, en su caso, les corresponde hacerla en el colegio.
Elena cursa la modalidad de arquitectura y con la ayuda de la maestra de Inglés, Guadalupe de Villalobos, quien domina el lenguaje de señas, expresó que se están preparando y esperan hacer un buen examen porque quieren graduarse.
Su sueño es estudiar la carrera de arquitectura en informática. Aunque la Matemática le resulta un poco difícil, asegura que la materia le gusta y continuará esforzándose, tal como lo ha hecho en los últimos años. Lapso en que ha logrado hacer amigos comprensivos a los que les ha enseñado el lenguaje de señas para comunicarse.
Doce jóvenes con audición disminuida o sordos estudian en el Ricaldone. Quienes seguirán ahí y los tres que están por someterse a la Paes agradecen que la institución haya abierto este espacio porque para este sector de la población es muy difícil continuar estudios de educación media y superior en las instituciones "regulares".
El problema es que los centros educativos no cuentan con intérpretes y las familias que tienen hijos con audición disminuida o nula tienen que pagar intérpretes, pero en el país no hay muchos disponibles.
Juan está sentado en un pupitre frente a su madre: la profesora De Villalobos. Él se ha inclinado por la electrónica. "Me gusta hacer trabajos de automatización, prototipos", asegura y de inmediato reconoce: "Me siento un poco preocupado por la prueba porque es el 25% de mi nota".
Juan, cuyas materias favoritas son Matemática y Física, tiene el deseo de continuar con una carrera de aeronáutica.
"El problema es que en este país no hay esa ingeniería. Me gustaría tener una beca para estudiar en otro país, porque me atrae mucho hacer diseños de nuevos aviones", agrega Juan.
El interés por los aviones creció cuando trabajó una temporada en la sección de archivo de una compañía de aviación y, un día, su jefe le invitó a conocer la cabina de un avión donde observó como lo encendían.
"Mis padres dicen que me debo esforzar el doble y hasta el triple, porque es una carrera cara. Yo sé que, si me lo propongo, lo puedo lograr", agregó Juan mientras le apuesta por sacar un ocho o nueve en la Prueba de Aprendizaje.
Julio, quien demuestra ser orador bien dispuesto, parece haber superado aquel miedo que experimentaron al llegar al instituto por la incertidumbre de si iban a lograr adaptarse al sistema educativo regular donde los otros compañeros no hablaban su mismo lenguaje.
Los padres de estos jóvenes recurren a un comité de Fumpres para que les ayuden a financiar el pago de los intérpretes para los muchachos. "Nosotros tenemos la dicha de estar aquí –afirma Julio– pero eso no pasa con otras personas sordas que tienen capacidad y no tienen esta oportunidad". Él quiere estudiar ingeniería electrónica.
El joven aprovecha para hacer un llamado a las empresas para que patrocinen el pago de los intérpretes a otros estudiantes sordos del país, quienes desean estudiar en centros regulares. Los jóvenes como Julio, Elena y Juan, además, necesitan benefactores que otorguen becas para que puedan cursar carreras universitarias dado que el servicio de intérprete es bastante caro.
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