martes, 31 de agosto de 2010

"Soy un luchador"



Cuando Miha Zupan marcó ayer para Eslovenia la última canasta de la vibrante victoria (91-84) sobre Croacia, sus compañeros corrieron a felicitarle. Ese abrazo no era solo un premio por sus ocho puntos y cuatro rebotes. Zupan, un pívot suplente, no había sido el héroe del partido. En el gesto y las palabras de Nachbar y Udrih había algo más profundo, el reconocimiento que se da a los luchadores. Zupan es sordo de nacimiento. Su carrera no le ha resultado nada fácil. Llegar a ser internacional con Eslovenia y jugar un Campeonato del Mundo le ha supuesto tener que salvar múltiples obstáculos. Nadie le ha regalado nada.

Los audífonos y leer los labios le han permitido involucrarse más en el juego

"Esto es el premio a una historia de superación", contaba Zupan tras el encuentro. Una historia que empezó cuando, de niño, se educó en colegios especiales, en los que aprendió a leer los labios. Ahora recuerda que el esfuerzo y la lucha de entonces le ayudó a superarse cuando empezó a jugar al baloncesto. Fue a los 14 años, muy tarde, después de probar en el fútbol y el voleibol, animado por un profesor de la escuela y porque creció 20 centímetros en año y medio, tanto que tuvo que operarse de las rodillas. Descubrió que el baloncesto, un deporte al que no había pensado dedicarse, se le daba bien. Pronto fue el mejor del equipo nacional de jugadores sordos. Y fue dando pasos hasta llegar a profesional.

Zupan vivía con unos audífonos que le amplificaban los sonidos más cercanos y enmudecían el ruido distorsionador de lejos. Esas pequeñas informaciones y la lectura de los labios le facilitaban comunicarse fuera de la pista. En los entrenamientos y en los partidos se los quitaba por miedo a romperlos o que se le cayeran. Pero al fin encontró el modo de sostenerlos con una cinta para el pelo muy apretada, algo que le distingue ahora en cada encuentro. Zupan cuenta que ese hecho le permitió dar un gran salto en su carrera al involucrarse más en el juego, captar frases de sus compañeros, del entrenador..., descubrir un mundo del que hasta ese momento no se había sentido del todo partícipe.

El chico fue rompiendo reticencias. "Empecé a hablar", dice, "con el balón en las manos". Fichó por el Slovan de Liubliana y luego por el Olimpia. Se convirtió en 2007 en el primer sordo en debutar en la Euroliga tras no poder hacerlo en 2006 por otro obstáculo: dos horas antes de jugar el que iba a ser su primer encuentro europeo le dejó fuera del mismo la denuncia contractual de su anterior club y tuvo que esperar un año para participar-. Y llegó la llamada de la selección... "Jugar con Eslovenia es un gran honor. Después de todo lo que he trabajado, miro atrás y me siento muy feliz, orgulloso", afirma.

En Turquía se estrena en una gran competición de selecciones. Antes solo había participado en fases de clasificación. Le faltaba subir otro escalón. Con 27 años y 2,05 metros, es un buen relevo para los pívots titulares, Slokar y Vidmar o Brezec; va al choque y tiene un buen tiro exterior: ayer clavó los dos triples que lanzó, precisamente en el momento más caliente del encuentro.

La tecnología le ayuda cada vez más porque los audífonos se han perfeccionado, aunque Zupan sigue leyendo los labios de su interlocutor, a veces una ventaja porque no necesita acercarse a su entrenador para saber lo que dice en medio de la algarabía del pabellón. A Zupan no le asustan los retos. Tras jugar la temporada pasada en el Trikalia, un equipo menor de Grecia, acaba de fichar por el Spartak de San Petersburgo. Consciente de que siempre debe trabajar algo más que los demás, estudia inglés. "Sigo teniendo sueños, pero ahora no pienso como antes en ser el primer sordo en la NBA. Sueño con estar sano, jugar bien con Eslovenia y ganar la Euroliga", explica.

Sus compañeros, como Lakovic, le han hecho fácil la integración. La hinchada le adora. Está casado y tiene un hijo. "Siempre he sido un luchador. En mi vida y en la pista", dice. Ayer, frente a Croacia, el pívot esloveno cerró los puños con rabia cada vez que anotó. Eran canastas con mucha historia detrás.

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