GENTE
El cineasta concibió un documental con toques de ficción sobre un grupo de teatro compuesto por actores sordos que preparan una obra en lengua de señas. Dice que privilegió el costado artístico de la iniciativa por sobre el “terapéutico”.
Al cineasta Marcos Martínez siempre le llamó la atención la lengua de señas. Aquello que le despertaba curiosidad era la expresividad que tienen las personas al comunicarse a través de este lenguaje y la plasticidad en el movimiento de las manos y en el resto del cuerpo.
También le fascinaba la posibilidad de comunicarse a la distancia. “Esa expresividad que veía en las personas al comunicarse me hacía acordar un poco a las actuaciones de la época del cine mudo”, cuenta Martínez en la entrevista.
Entonces, decidió investigar el asunto y descubrió que la lengua de señas es mucho más compleja de lo que se imaginaba. Por otro lado, comenzó a averiguar si existían grupos de actuación, porque le interesaba conocer cómo sería la lengua de señas aplicada a la actuación.
“Anduve por centros culturales y encontré pequeños grupos de teatro pero siempre con un fin más terapéutico”, detalla el director que debutó detrás de cámara junto a Federico León en el film Estrellas, sobre un personaje muy pintoresco de la Villa 21 de Barracas.
Ahora sigue su carrera en solitario con Sordo, documental con toques de ficción sobre un grupo de teatro compuesto por actores sordos que preparan una obra en lengua de señas.
A través de las imágenes puede verse cómo elaboran el proceso creativo, pero también las trabas que encuentran en sus familias o en sus amigos, algunos de los cuales no creen que una obra en lengua de señas pueda tener éxito como cualquier pieza teatral convencional.
–Usted los rescata antes que nada como artistas. ¿Por qué cree que generalmente se hace el camino inverso de anteponer la discapacidad a la potencialidad artística?
–Tiene que ver con la mirada de afuera. Por decirlo de alguna manera me parece que hay una mirada paternalista o lastimosa sobre las personas sordas y otras discapacitadas, como que necesitan ayuda. Entonces, se busca que a través del arte o de ciertas actividades puedan tener un medio de expresión, pero me parece que nunca se desarrolla o se estimula que ellos elijan una rama artística como un oficio o como una profesión sino que se lo ve como un espacio terapéutico.
–Algo importante que rescata su película es eso: este grupo de teatro no tiene un fin terapéutico sino artístico.
–Tal cual. Me interesaban como actores. Es muy difícil porque, por lo general, entrando en la investigación de la comunidad sorda me encontré con que la mayoría consigue trabajos de data entry en una empresa o en un banco contando monedas. Entonces, por lo general se pensaba que la única manera en que un sordo podía trabajar era en estos puestos. Y tampoco había posibilidades de estudiar una carrera en una universidad porque no podían tener un intérprete ni la carrera se adaptaba para que el alumno sordo se sentara adelante para poder leer los labios. Empecé a encontrar por separado distintas personas sordas que les gusta la actuación, el avance de la tecnología, la posibilidad de grabarse, de hacer videos, usar YouTube. Algunas asociaciones de sordos empezaron a trabajar más la parte de actuación con algunos programas específicos para el canal Encuentro. Conocí personas sordas con la inquietud de tomar la actuación como una profesión o como un modo de expresión y eso busca rescatar la película.
–¿Por qué se creó el grupo especialmente para la película? ¿No pretendió hacer un documental a secas?
–En verdad, hubo varios factores.
Uno, porque no encontré ningún grupo de teatro formado.
Había experiencias muy chiquitas: que después de un taller estuvieron un año, pero por lo difícil que es mantener un grupo de teatro se disolvieron.
Estos actores que fui encontrando tuvieron algunas experiencias grupales pero nunca prosperaron o nunca llegaron a estrenar una obra de un modo más amplio. Entonces, encontré esas historias de vida separadas y dije: “¿Y si ficcionalizamos y armamos especialmente el grupo para la película?”.
Los convoqué. Algunos trabajaban juntos en experiencias de algunas asociaciones, otros de manera individual.
Después, terminé haciendo una convocatoria más abierta y los fui conociendo.
Entonces, nos juntamos y tuvimos un largo proceso de conocernos casi medio año antes de rodar. Yo tenía ciertas ideas guionadas, pero me interesaron las historias personales que ellos traían: lo que les había pasado con la actuación como, por ejemplo, que los padres no podían entender que querían ser actores.
También las dificultades que tuvieron como grupo, porque cada vez que querían presentar algo sólo podían encajar dentro de una parte social y no como un hecho artístico. Entonces, con mi trabajo de campo más sus historias de vida fui armando el guión.
–Pero todo lo que tiene que ver con las historias personales es real, ¿no?
–Sí, es totalmente real. Lo que está armado para la película es el grupo, pero de hecho el nombre del grupo, Extranjero, lo pusieron ellos.
–¿Cómo fue el trabajo de dirección de actores?
–Eso fue complejo, en el sentido de que era fundamental el papel de los intérpretes de señas. Una de ellas está en la película, Marisa Di Chia-zza, y otra persona es Luciano de Luca, que es intérprete de señas pero también actor.
Ellos podían manejar el lenguaje más técnico desde el cine: desde una indicación actoral hasta las luces o la puesta de cámara.
Tenían conocimiento, pero entre todos charlaron acerca de cómo poner cada seña para decir: “Esto es un plano general”. Hubo un trabajo de escritorio, de sentarnos a definir.
Y los ensayos fueron fundamentales para conocernos porque era importante la confianza que yo debía tener en el intérprete; que lo que yo le pidiera llegara bien.
Y para ellos era más importante el papel del intérprete porque era “su voz” ante los oyentes.
–¿Por qué decidió no traducir algunas partes de la película al castellano? ¿Tuvo que ver con la idea de que el espectador pudiera introducirse en ese mundo?
–Sí, me gustaba que en ese momento uno perdiera la idea del lenguaje, de lo que se están diciendo y pudiera detenerse a mirar la expresividad o las señas, que era lo que a mí me había pasado cuando los veía en la calle.
Y también para ver si era cierto o probable lo que sostienen muchos de los actores sordos: la lengua de señas tiene cierta expresividad que aplicada a la actuación puede generar un relato que alguien lo entiende.
Entonces, me gustaba dejar esas partes sin traducir y, por lo general, todas esas escenas que son de la obra están en un plano abierto general, como dando la idea de un espectador que está en un teatro mirando un plano abierto.
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