InfoSord Andalucía - RELIGIÓN
Violada durante horas por 30 soldados, la hermana Rosaria Schilling será beata
Nueve religiosas polacas y una alemana de las Hermanas de Santa Isabel, asesinadas por militares soviéticos en 1945, han sido reconocidas como mártires
La vida religiosa de la polaca Paschalina Jahn corrió paralela a la II Guerra Mundial. Nacida en Nysa en 1916, había hecho sus primeros votos en la Congregación de Hermanas de Santa Isabel en 1939, el mismo año en el que su nación fue invadida a la vez por la Alemania nazi y la Rusia comunista. Y le puso el broche de oro del martirio el 11 de mayo de 1945, año en que se zanjó el conflicto.
Dos meses antes, sus superioras la habían enviado a la República Checa. El Ejército Rojo ya había asesinado a varias hermanas, y querían poner a Paschalina a salvo. Desgraciadamente, los soldados soviéticos controlaban todo el este de Europa. El día de su muerte, uno de ellos la atacó brutalmente, y la disparó mientras luchaba por defender su virginidad y su fe. Enterrada en el cementerio parroquial de Zöptau, la población local la bautizó como «la rosa blanca de Bohemia».
Paschalina Jahn es la religiosa de su congregación cuyo nombre lidera la causa de diez hermanas, nueve polacas y una alemana, asesinadas por soldados soviéticos entre febrero y mayo de 1945. El sábado, el Papa Francisco reconoció su martirio, abriendo así la puerta a su beatificación.
Conversa y mártir
Pero el caso más estremecedor del grupo es el de Rosaria Schilling. Había nacido en Wroclaw en 1908, en el seno de una familia evangélica. Tras convertirse al catolicismo, a los 21 años entró en las Hermanas de Santa Isabel. El 22 de febrero de 1945, tres militares soviéticos la sacaron a rastras del refugio antiaéreo donde se había escondido con otras hermanas. Unos 30 soldados la violaron durante horas. Mientras intentaba huir poco después, apoyada en los hombros de otra religiosa, fue alcanzada por un disparo. Solo pudo susurrar «Jesús, María», antes de que una segunda bala segara su vida.
La violación o el intento de violación como arma de guerra contra las consagradas, percibidas como el enemigo, es la característica común de la historia de estas diez religiosas, que murieron en distintos lugares y fechas. Incluso en el caso de Sapientia Heymann, la mayor del grupo. Fue asesinada cuando tenía ya 75 años. Un soldado le pegó un tiro en la sien cuando le suplicó que no se llevara a otra religiosa más joven.
Enterrada en un cráter
También Maria Acutina Goldberg y Melusja Rybka murieron por defender la integridad de otras mujeres. La primera era de las huérfanas a las que atacó un grupo de soldados borrachos precisamente mientras esta las intentaba llevar desde Lubiaz a Krzydlina Wielka para protegerlas. Rybka, por su parte, recibió un tiro por defender a una muchacha a la que estaba atacando otro militar.
El odio de los soviéticos contra las religiosas salpicó en algunos casos a quienes intentaban ayudarlas. Es el caso de Maria y Pawel Baum, un matrimonio de granjeros que habían escondido en su casa a la hermana Adela Schramm. Cuando los soldados irrumpieron en la granja fueron asesinados los tres, junto con otras personas que también se encontraban allí. Todos fueron enterrados en el terreno anexo, dentro del cráter dejado por una bomba.
Además del martirio de este grupo de religiosas, el Papa Francisco reconoció un milagro atribuido a la intercesión del jesuita alemán Johann Philipp Jeningen. También dio el visto bueno a las virtudes heroicas de Robert Schuman, uno de los padres de la Unión Europea; de la española María Estrella de Jesús, de las Religiosas de María Inmaculada; de Severino Fabriani, fundador de las Hijas de la Providencia para los Sordomudos; de Angela Rosa Godecka, fundadora de las Hermanitas del Corazón Inmaculado de María, y de Orsola Donati, de las Hermanas Mínimas de la Dolorosa.
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