NOTICIAS DE LA COMUNIDAD DE MADRID - HISTORIA
Por una Real orden de 3 de abril de 1835 la Sociedad Económica Matritense recuperó su tutela sobre el Colegio, designándose una comisión que arregló el establecimiento y puso en práctica una conjunto de reformas educativas: se aumentaron las asignaturas, se crearon talleres industriales, ingresaron alumnas sordomudas como pedían los antiguos estatutos de 1818, y se reformó su régimen económico, ya que terminó por depender de fondos públicos, y no de las pensiones sobre las mitras eclesiásticas.
En este sentido, no debe olvidarse el proceso de incorporación de instituciones de enseñanza y asistencia social por parte del Estado liberal, a raíz de la desamortización eclesiástica, y que en este caso sería total en el año 1852.
En este momento histórico al utilitarismo pedagógico y asistencial de la Ilustración, que inauguró una política más o menos vertebrada o al menos con una filosofía previa bien definida sobre los marginados, se va a imbricar el carácter instrumental de la nueva beneficencia tanto pública -la principal- como privada que aportaba el liberalismo.
Era una asistencia como posible paliativo a la depauperada situación social de numerosas capas sociales; un intento no siempre exitoso de frenar el conflicto social.
En nuestro caso concreto se tenía que potenciar la educación de personas con minusvalías físicas porque eran los candidatos más seguros para la mendicidad, en la escala tradicional sobre la marginación.
De todas maneras, en este asunto primaba más el carácter filantrópico de la burguesía, sin olvidar cierta carga paternalista, que en los casos de aquellos pobres que provenían del mundo de los problemas del mundo laboral, considerados como más peligrosos.
Saturio Navas al Colegio Nacional de Sordo-Mudos y Ciegos
Esta fue la época en el Colegio de Juan Manuel Ballesteros, como subdirector (en el nuevo reglamento de 1838 el máximo responsable pasaba a denominarse así) el 17 de julio de 1835 y luego como director, una de las personalidades más destacadas en la enseñanza de sordomudos y ciegos, y de la infancia en general, de la España decimonónica y que merece un estudio detallado.
Por nuestra parte, explicaremos que Ballesteros ingresó como profesor del Colegio en 1821. En cuestiones pedagógicas publicó una obra periódica, Minerva de la Juventud Española, entre 1833 y 1835, Enseñanza de Sordo-Mudos y Ciegos, Madrid, s.a., Memoria dirigida al Excmo. Sr. Ministro de Fomento, como Director del Colegio, en 1856, y con Francisco Fernández Villabrille, Instrucción de Sordo-Mudos y Ciegos. Curso Elemental, Madrid, 1863, y la Revista de la Enseñanza de Sordo-Mudos y de los Ciegos, Madrid, 1851.
Ballesteros siguió al frente del Colegio una vez que éste pasó a depender del Estado.
Viajó por Europa para documentarse y adquirir material, e hizo profundas reformas en el Colegio hasta 1868 en que cesó.
Tenemos que destacar la labor desarrollada por su iniciativa en cuanto a la impresión en la imprenta del Colegio por ciegos y para ellos de una verdadera biblioteca que llevaba el título de Cartilla, Catecismo y principios de Moral, Gramática Castellana, Libro de los niños, Historia Sagrada, Geografía general y Devocionario para los ciegos.
Con Ballesteros se fundó, unida al Colegio, la Escuela de ciegos por iniciativa suya, y respaldada por la Sociedad Económica Matritense. La Escuela consiguió, después de unos años, ya que el inicial proyecto es de 1834, abrirse en septiembre de 1842, terminando por agregarse al Colegio.
De esta época es el establecimiento de la imprenta del Colegio, creada, después de un intento previo, para fomentar el aprendizaje de los alumnos en aras de una salida profesional.
En el Colegio se desarrollaron otras enseñanzas industriales.
Al principio hubo que recurrir al exterior, enviando alumnos a fábricas y talleres de Madrid para los niños, ya que las niñas se ejercitaban en tareas domésticas internas o relacionadas con tareas textiles.
Con el tiempo se terminó por establecer un programa de enseñanzas industriales en el centro, que incluía el aprendizaje de los siguientes oficios: imprenta, encuadernación, telares, pintura, ebanistería-carpintería-tornería, sastrería, zapatería y cerrajería.
En 1838 se aprobó un nuevo reglamento, redactado en 1835. En el mismo se fijaba la dependencia con respecto de la Sociedad Económica estipulándose la composición y competencias de la junta directiva formada por miembros de su seno.
Cada uno se dedicaría de un área: economía interior, artes y oficios, secretaría, contaduría y profesión médica.
Por debajo se encontraría el subdirector que era el jefe de la enseñanza, nombrado por la Sociedad a propuesta de la junta.
Por fin se disponía una plantilla de profesores y profesoras, así como de criados.
En cuanto a la enseñanza, no se realizaron muchas especificaciones si lo comparamos con el reglamento de 1818.
Se señalaba que sería con arreglo a un plan propuesto por el subdirector. Solamente se estipulaba el método de exámenes, premios y castigos.
Algunos artículos señalan el aprendizaje de cuestiones relacionadas con las labores de horticultura y botánica, así como la necesidad de establecer oficios mecánicos.
Dicho plan fue encargado por la junta a Juan Manuel Ballesteros.
Los alumnos eran de ambos sexos, y se dividían en varias clases. La edad mínima de ingreso era de 7 años.
Por fin, el Colegio, por Orden ministerial de 16 de enero de 1852, pasó a depender definitivamente del Estado, a través del Ministerio de Fomento.
Se declaró establecimiento de instrucción pública.
La imprenta, como departamento de este centro, pasó también a dependencia estatal.
Posteriormente, fue denominada Tipografía del Colegio Nacional de Sordo-mudos y de ciegos, y tuvo sede en la calle de San Mateo, nº 5.
En un anterior trabajo estudiamos la creación del Real Colegio de Sordomudos de Madrid, hasta el momento en el que se terminó el Trienio Liberal y la Real Sociedad Económica Matritense, que pasó a un estado letárgico, dejó de tutelar la institución educativa.
En este trabajo continuamos la Historia de esta importante institución educativa en las primeras décadas del nuevo Estado liberal.
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