CULTURA
En México existen seis agrupaciones que han convertido el arte escénico en un camino que para cambiar la vida de jóvenes que tienen problemas auditivos.
Autor: Emiliano Balerino Casal
Si bien en la actualidad la comunidad de sordos sigue siendo discriminada, una actividad artística ha logrado hacer que las personas que no oyen y que practican la Lengua de Señas Mexicana (LSM) demuestren que sí pueden integrarse a la sociedad sin ningún problema: el teatro.
En México el teatro de sordos surgió en 1993, cuando el dramaturgo Alberto Lomnitz, quien regresaba de estudiar en Estados Unidos en el Teatro Nacional de Sordos, decidió fundar la agrupación Seña y Verbo.
Después de varios años de trabajo ininterrumpido, Lomnitz —quien dirigió la Compañía Nacional de Teatro entre 1998 y 2000— y su equipo de trabajo crearon el proyecto Manos en los Estados, con el cual apoyó la creación de varias compañías de sordos en el país.
En México existen seis agrupaciones de teatro de sordos: Enseña Teatro, de León, Guanajuato; Entre Manos, de Culiacán, Sinaloa; Proyecto a Bordo, de Tijuana, Baja California; Señas y Ficciones, de Guadalajara, Jalisco; Miradas y Señas, de Torreón, Coahuila, y, por supuesto, Seña y Verbo.
Con la creación de nuevos grupos, Seña y Verbo ha promovido festivales temáticos. El primero de ellos se realizó en septiembre de 2012 en Torreón, Coahuila; el segundo, del 25 al 31 de agosto de este año en León, Guanajuato.
Al preguntarle a Lomnitz qué tan complicado es hacer teatro de sordos, responde que “fuera de algunos detalles, como que todos los pies deben ser visuales para que los sordos entiendan, no hay ningún problema. Las compañías son bilingües: presentan obras en castellano y en LSM, porque su teatro no es para sordos sino hecho por sordos y para todo público”.
—¿Por qué te dedicas al teatro de sordos?
—Hay varias razones; la primera, me apasiona la LSM. Es un idioma que parece estar hecho para el teatro, tiene una belleza visual increíble. Todas las lenguas de señas —cada país tiene la suya— tienen gramáticas completamente distintas a las orales. Son lenguas que combinan la palabra con la imagen, y el teatro es fundamentalmente imagen.
“Otra razón son los sordos mismos. La manera en que ellos te platican una historia y narran un hecho es profundamente teatral. Su capacidad de observar detalles y reproducirlos es mucho mayor que la de los oyentes. Es como entrar en un mundo donde el teatro se respira. La tercera razón, que por lo menos a mí me marcó, es la cultura de los sordos, la lucha por sus derechos. Seña y Verbo ha logrado tener un impacto tremendo en la cultura de los sordos, sobre todo en su reconocimiento.
—¿Cómo se profesionaliza un actor sordo?
—Seña y Verbo es más que una compañía de teatro. Desde el principio ha sido escuela porque los actores han sido formados en su interior. No hay una escuela de teatro en el país donde un sordo pueda aprender. Antes de Seña y Verbo, los sordos no se habían acercado al teatro. No había un vocabulario escénico, excepto en sus formas vernáculas de representación. Ellos tienen una capacidad de narrar historias. La narrativa es común en su cultura. En sus fiestas es normal que alguien cuente una historia y la gente lo rodee. El teatro de sordos nace de estas narrativas. Sin embargo, teatro profesional no hubo hasta que existió nuestra compañía.
Cambio de vida
Eduardo Domínguez tenía 18 años cuando cambió su vida y su forma de integrarse a la sociedad. Una mañana del 2000 lo invitaron a participar en un taller de Seña y Verbo. Acudió para conocer una actividad nueva; había visto tres puestas en escena, pero le aburrieron, porque no entendía nada. Es sordo.
En el taller, dirigido por Lucilda Olalde, empezó a convivir con otras personas con problemas auditivos, lo cual hasta ese momento nunca lo había hecho. Creció en escuelas de oyentes hasta la preparatoria. No conocía mucho de la cultura sorda; sin embargo, cuando lo hizo quedó tan maravillado que decidió no alejarse más de ella.
“Después de un tiempo se unió al taller Alberto Lomnitz, quien quería hacer algunos castings. Éramos entre 15 y 20 alumnos. Nos grabaron a todos. La idea era que algunos nos quedáramos en la compañía”, recuerda.
Una tarde, Lomnitz lo invitó a integrarse a la agrupación: “Nunca pensé que sería actor. Es cierto que se me daba la imitación, pero no era mi sueño. La pregunta de Alberto me hizo dudar. Al principio me puse como límite tres meses, y una vez que inicié con los trabajos me enamoré tanto que decidí no dejarlo nunca más”.
Eduardo tiene 30 años de edad; aquella timidez que tenía cuando era chico ha quedado atrás: ahora habla hasta por los codos. Reconoce que su vida ha cambiado gracias al teatro. La entrevista con MILENIO se hace por medio de su novia, quien también es actriz de la agrupación.
—¿Cómo ha cambiado tu vida el teatro?
—Mi vida dio un giro impresionante. Dentro de la compañía tenemos un trabajo serio y formal, destinado a sordos y oyentes. Esto nos permite que la gente que nos rodea se dé cuenta
de que somos capaces de hacer un trabajo profesional. Ha sido difícil ganarnos a la comunidad, porque en general no tienen tanto acceso al arte. Ahora, como sordo, no solo me ha permitido crecer personalmente sino dar a conocer mi trabajo. He podido viajar mucho y conocer distintas culturas.
Experiencia distinta
De los actores de la compañía Enseña Teatro, de León, Alan Arellano es de los más emotivos. Al hablar sus expresiones son demostrativas, contundentes, y emociona a cualquiera cuando platica cómo llegó al teatro.
Alan y su esposa Lucía tienen una asociación de apoyo para sordos; como no tenían experiencia en el teatro se contactaron con la dirección de la Casa de Cultura de León. Al atraerles la propuesta artística, los funcionarios del lugar designaron a Mayed Nazzoure, quien daba clases a niños ciegos, como maestro de la clase de teatro de sordos.
Al principio comunicarse con Mayed fue difícil, pues él no conocía la LSM. Empezaron intercambiándose recados a través de papeles. Después encontraron en la mímica una buena forma de platicar y trabajar como grupo.
—¿Cómo fue tu primera presentación oficial en el teatro?
—Al inicio estaba nervioso; tenía miedo y creía que me desmayaría. Pero una vez que se abrió el escenario y vi las miradas y las risas del auditorio, empecé a motivarme, a disfrutar. Hubo una conexión. Pensaba que nuestro volumen era muy bajo, pero poco a poco, junto al resto de mis compañeros, subimos los tonos y ocupamos mejor el escenario.
Nazzoure dice que al acercamiento a los sordos le ha cambiado la vida: “Además de mímica y recados por papel, una de las formas con las que empezamos a trabajar fue con películas. Ellos ya venían con mucha información audiovisual, solían hacer pequeños cortometrajes, así que aproveche eso, hasta que me dijeron que no querían hacer mímica sino teatro”.
Tras siete años de trabajo y con cuatro obras de repertorio, Seña y Verbo los invitó a integrarse al programa Manos en los Estados, lo que para el grupo fue importante porque les dio estabilidad y les significó recibir asesorías.
—¿A qué problemas se han enfrentado como compañía?
—Han sido múltiples: la falta de espacios para desarrollarnos; los actores de la compañía estudian y trabajan en otras cosas, por lo que debo acomodar mi horario al de ellos para poder ensayar. No tenemos un subsidio real. Hay algunos apoyos de Seña y Verbo y el Instituto de Cultura de León, pero son esporádicos. La idea es trabajar hasta volvernos autosustentables.
—¿El público acepta el teatro de sordos?
—Lo ha hecho. La comunidad ha encontrado con esta actividad artística una forma de relacionarse mejor. El público oyente lo ha aceptado muy bien porque hay tanto actores vocales como oyentes, y a la gente le parece curiosa la forma de presentar nuestro trabajo. Lo difícil de esto es convertir el texto literario en LSM.
La segunda agrupación
En 2009, en uno de los salones del Instituto Sinaloense de Cultura, el grupo Entre Manos, de Culiacán, se preparaba para presentarse con la obra Mirando, Miranda, en el festival que cada año se realiza en esa ciudad. En el lugar, una de las actrices, Jeiry Rivera, ensayaba igual que el resto de sus compañeros, bajo la dirección de Miguel Alonso Gutiérrez.
En agosto de este año, la compañía participó en el festival de León, Guanajuato, con la puesta en escena La peor señora del mundo. Jeiry volvió a robar escena como aquella primera vez.
La joven cuenta que se unió a la compañía después de que la invitaron a participar en una serie de castings: “No sabía muy bien qué significaba ser actriz. En las audiciones nos hicieron varias pruebas de expresión corporal y gestual. Poco a poco nació mi interés por el teatro. Fui aprendiendo algunas cosas y pude conocer más sobre esta disciplina”.
—¿Qué es lo que más te gusta del teatro?
—Interpretar la LSM y expresarme con mi cuerpo. Presentarle al público nuestro lenguaje.
—¿Te has sentido rechazada por tu actividad teatral?
—Sí, pero nosotros en el teatro tratamos de que no existan las diferencias.
—¿En qué crees que ha beneficiado a la comunidad de sordos la compañía Entre Manos?
—Ha ayudado al desarrollo de las personas sordas. Miguel nos ha enseñado a ser más creativos, a desarrollar nuestra imaginación.
Funciones
-Seña y Verbo tiene más de 100 funciones al año y sus actores ganan 10 mil pesos mensuales.
-Enseña Teatro presenta, en promedio, 40 funciones al año. Sus actores tienen que trabajar en otras actividades para mantenerse. Cobran por función entre cinco y seis mil pesos.
-Entre Manos también da aproximadamente 40 funciones al año. Sus actores pueden ganar desde los mil y mil 500 pesos por función, hasta los seis mil, dependiendo del contrato.
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