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El Papa Francisco aprobó el sábado 19 de junio el decreto de la Congregación para las Causas de los Santos, reconociendo las virtudes heroicas de Severino Fabriani, Siervo de Dios y fundador de la Congregación de las Hijas de la Providencia para Sordomudos.
De este modo, los más de 360.000 millones de personas que sufren perdida auditiva o sordera en todo el mundo podrían estar cerca de tener en Severino Fabriani un nuevo patrón, conocido popularmente como "el padre de los sordos".
Una mente brillante al servicio de la fe
Severino Fabriani nació el 7 de enero de 1792 en Spilamberto (Italia). Durante toda su vida, se distinguió por sus grandes capacidades intelectuales. Fue literato, historiador, filósofo y teólogo, físico, amante de la naturaleza… En su discurso a las Hijas de la Providencia en el segundo centenario de su muerte, San Juan Pablo II se refirió a Fabriani como “un hombre culto y sensible, un apologista inteligente y entusiasta en la defensa de la verdad y la fe”.
Su profunda cultura le llevó a ser un estimado y relevante profesor en el seminario, defensor de la Iglesia frente a los ilustrados y miembro de la Academia de las Artes y las Letras con tan solo 29 años.
Sin embargo, Fabriani se distinguió desde sus primeros momentos de sacerdocio por su cercanía y deseo de educar e instruir a los sordos, y destacaba un nombre sobre todos sus títulos: el padre de los sordos.
Pionero en la enseñanza de los sordomudos
Desde los treinta años, el destacado sacerdote de la diócesis de Módena fue víctima de una enfermedad que golpeó duramente su capacidad auditiva y al habla hasta sumirle en la sordera e incapacitarle para hablar. Entonces comenzó a albergar el propósito de educar e instruir a los discapacitados auditivos. Para ello, escribió Letras lógicas sobre gramática italiana, que enseña de forma práctica y sencilla la lengua italiana a sordos y mudos.
Este episodio le afectó profundamente, porque le obligó a vivir en aislamiento y a renunciar a la enseñanza, tuvo que expresarse por signos con los pocos amigos que podían comprenderlo y sobre todo, le privó de la posibilidad de ejercitar su ministerio sacerdotal. En 1824 fue llamado para dirigir la escuela para niñas sordomudas, en la escuela de caridad.
Comenzó así a dedicarse por entero a los sordos, pidiendo la ayuda de algunas mujeres que más tarde serían las Hijas de la Providencia, cuya misión sería “ser providencia para estas criaturas”.
Renovar el milagro de Jesús en sordos y mudos
Al darse cuenta de que esta obra era preciosa, pero también muy exigente, y que era necesario garantizar su continuidad, trató de obtener el reconocimiento de la autoridad eclesiástica de su familia religiosa. Durante varias ocasiones, su solicitud fundar una congregación dedicada a los sordos fue rechazada.
Finalmente, gracias a su perseverancia y al apoyo de Francisco IV, Duque de Módena, y el obispo de Módena Luigi Renianini, el sumo pontífice Gregorio XVI aprobó en 1844 las constituciones de las Hijas de la Providencia para los sordomudos.
A partir de entonces, Fabriani y las Hijas de la Caridad dedicarían toda su vida y obras al cuidado de los necesitados, especialmente de los sordos y mudos, con el carisma de renovar el milagro de Jesús en el que hace oír a los sordos y hablar a los mudos.
El cuarto voto de las Hijas de la Providencia
Desde su fundación entre 1828 y 1844, las Hijas de la Providencia trabajan por todo el mundo fieles a su cuarto voto de educar, instruir y servir a los sordos.
Tras sus orígenes en Italia y su expansión a Brasil, las hermanas también están asentadas en Sri Lanka y Nigeria, donde la necesidad y condición de abandono de los sordos y mudos es más pronunciada, “abriéndolos al conocimiento de Dios, ayudándoles a ser autosuficientes y rescatándolos de la marginación social”.
Para ello, este cuarto voto originario de las Hijas de la Providencia se ha adaptado a los tiempos, y ahora buscan "la rehabilitación de la sordera con profesores y tecnología específica", que integran en el día a día de sus pacientes. Además de su sanación, cada día se dedican a la formación “humana y cristiana total de los sordos”.
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