MARTA Carvajal es intérprete de lenguaje de signos. Habla con las manos y a los ponentes de las conferencias que traduce a las personas sordas les pide que no hagan frases hechas. Esta recomendación gramatical resume las demandas de este colectivo emergente, el de los discapacitados. Ya no valen las recetas antiguas. La Universidad de Sevilla dio ayer la bienvenida en la Facultad de Ciencias del Trabajo a 125 alumnos que padecen algún tipo de discapacidad.
"Estamos viviendo una revolución", dice Álvaro, hemofílico, diez años en la Universidad hispalense. Emma Giles, directora del departamento de Psiquiatría de la Facultad de Medicina, participa en el grupo de apoyo al colectivo de discapacitados en dicho centro. Accedió a un informe enviado por el Defensor del Pueblo al Parlamento Andaluz. "Encontré la historia de un estudiante con una importantísima pérdida de visión que consiguió terminar Historia del Arte. Donde todo es imagen y diapositivas. ¿Puede ocurrir? Pues ocurre".
Pilar Castro Fernández sufrió hace nueve años una caída que la dejó tetrapléjica. Ahora se mueve en una silla de ruedas. Estudia cuarto de Psicología y trabaja como becaria en la Unidad de Atención al estudiante con discapacidad. Habló de las nuevas herramientas. La más práctica, con la que más progresos se hacen, el estudiante colaborador. En el caso de Pilar, se llama Paula Hidalgo, 21 años, de Marchena. Se conocieron en primero de carrera. Paula es la sombra de Pilar. Le coge los apuntes en una llamada libreta autocopiativa. Han visto juntas toda la saga de Crepúsculo y comparten el gusto por la escritura de Jorge Bucay. Un texto del autor argentino lo adaptó Pilar en un vídeo sobre la lucha para superar puentes y muros.
Juan Antonio tiene 25 años, los mismos que Marta Carvajal, su intérprete de signos que se convertirá en su acompañante cuando comience las clases en primero de Arquitectura. "Soy muy rápido y muy bueno con el dibujo lineal", le dice en signos que traduce su intérprete, que antes que con él lo fue de sendos alumnos de Informática y Bellas Artes que tiraron la toalla y dejaron sus carreras.
Rosa Muñoz, directora del SACU (Servicio de Asistencia a la Comunidad Universitaria), animó a los alumnos a hacer uso de las numerosas ayudas con que cuenta la Universidad y en concreto el departamento de Estudiantes representado por la vicerrectora Rosario Rodríguez Díaz.
Las personas presuntamente capacitadas no seríamos capaces de mantener un debate tan vivo como el que se vivió en el Salón de Grados. Con una alumna ciega pidiéndole a una alumna sorda detalles sobre su convivencia cotidiana con las limitaciones. Con la lección magistral de Pilar Peñuela, estudiante de Pedagogía, discapacitada visual que repartió unas gafas "para ponerse en el lugar del que no ve" y puso un vídeo de simulaciones visuales con tomas del Tah Mahal y aportaciones que sonaban a ciencia-ficción sobre fenómenos como las moscas volantes o la metamorfopsia.
En la mesa de vivencias era difícil ver a Miriam Arnaiz, 23 años. Sevillana de San Jerónimo, empieza tercero de Psicología, con la propina de Fisiología y Personalidad de segundo. Su optimismo es un acicate. "Hay rampas, un hueco para mi silla de ruedas...". Su estudiante colaboradora se llama Blanca. El SACU cuenta con una técnica al frente de la Unidad de Atención al estudiante con discapacidad. Se llama Laura Lozano Cantos, 31 años, y es psicóloga. Empezó de becaria y es una enciclopedia de este colectivo heterogéneo que lucha para vencer las barreras de quienes ven sin ver, oyen sin oír y respiran sin sentir.
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