martes, 16 de febrero de 2010

LAS CARAS DEL PARO 'En las empresas se han aprovechado de mí por ser sordo'

InfoSord-Sevilla, 16/02/2010
Por Eduardo del Campo

Eduardo Jaén González, de 36 años, es padre de una niña de 5 y de un niño de 3, técnico de reparación de ordenadores, voluntario en una ONG, deportista de triatlón... Y sordo.

Aunque en los currículos que envía desde que se quedó parado hace un año no lo dice, para evitar que lo juzguen y excluyan antes siquiera de tener la oportunidad de sentarse a una entrevista de selección. Su currículo detalla sólo junto a su experiencia laboral que es discapacitado, pero no que no pueda oír. De eso se enteran los entrevistadores cuando lo citan a través del teléfono de su mujer, que es oyente.

"Cuando les digo que soy sordo y les cuento mi experiencia, me preguntan: '¿Puedes coger el teléfono?' Y me quedo cortado. ¡Vaya pregunta!", dice Eduardo a través de Ana, la intérprete de lengua de signos que nos ha ayudado a salvar rápidamente esta barrera en la sede en Sevilla de la Federación Andaluza de Asociaciones de Personas Sordas (FAAS).

Eduardo no puede atender el teléfono, pero sí hacer muchísimas otras cosas. El problema es encontrar una empresa que se dé cuenta, y que tenga voluntad de integrar a los trabajadores con sordera. Él se lamenta de que los únicos empleos disponibles hoy para los sordos y sordas en España son de baja cualificación, como limpiadores o mozos de almacén en grandes superficies comerciales.
Mano de obra barata y silenciosa

Dice que las empresas les dejan ese hueco no tanto por espíritu solidario, sino porque se benefician de las subvenciones estatales por contratar discapacitados y porque, además, les pagan muy poco y, en algunos casos, como los que él ha sufrido, abusan de ellos. Mano de obra barata y silenciosa.

Nacido en San Sebastián y mudado a Sevilla con 13 años, Eduardo cuenta que lo primero que condena a muchos sordos a la precariedad laboral es la falta de apoyo específico en los centros educativos, como disponer de intérpretes y aparatos de amplificación de sonidos.

Esas carencias lo empujaron a abandonar los estudios del segundo ciclo de formación profesional en electrónica, harto de no entender la clases y tener que copiar todos los apuntes. Por suerte, salió a flote después gracias a un curso de informática en Málaga que sí incluía intérprete.

Enseguida entró en el mercado de trabajo, de la mano de los contratos para discapacitados. Pero en todos sus empleos sufrió abusos, denuncia en una conversación previa a la grabación del vídeo con su testimonio para EL MUNDO.es. "Se aprovechan de mí porque soy sordo. Primero estuve un año en una fábrica de marcos de aluminio. Pero me fui porque me pagaban muy poco. Luego estuve dos o tres meses trabajando de taxidermista, disecando animales, pero ocurrió lo mismo y también me fui".

Eduardo se queja de que cobraba 600 euros, mientras sus compañeros, 900.

"En la tercera empresa", continúa, "estuve ocho años, reparando ordenadores. No tenía intérprete. Me pagaban 600 euros al mes, y no me incluían los pluses ni el seguro que tenían mis compañeros. A otro chico que entró cuatro o cinco años después para hacer lo mismo que yo le pagaban 900 euros. La sucursal donde trabajaba cerró hace un año por la crisis. Me querían dar 3.000 euros de indemnización. Lo denuncié".

"Estoy buscando trabajo, pero no encuentro nada", añade, esforzándose por reforzar los signos de sus manos con las palabras que ha aprendido a vocalizar. La familia, vecina del pueblo sevillano de Mairena del Aljarafe, vive gracias a lo que gana su mujer, dueña de una empresa que imparte cursos de lengua de signos. "Si no fuera por ella...".

Sólo en Andalucía hay 44.443 personas que tienen reconocida una discapacidad auditiva. Apenas el 4,3% tiene estudios universitarios; el 20,8% no sabe ni leer ni escribir y el 41,3% cuenta con estudios primarios incompletos, informa la FAAS, que da un dato tremendo: de los 852 hombres y mujeres que atendió en sus centros de Sevilla el año pasado, 60 tenían trabajo y 792, no.

"Estamos discriminados", protesta Eduardo, que ante esta marginación obvia pide al Gobierno, las empresas, los centros educativos y la sociedad en general que facilite con urgencia la integración de los sordos. Y a los sordos como él, que luchen por defender sus derechos:"Debemos unirnos y luchar".

Su hijo oye. Pero su hija ha heredado su sordera. Ella es su mayor preocupación. Por eso, disconforme con que en Sevilla, dice, se concentre a los niños y niñas sordos en un solo colegio público en lugar de integrarlos en los más cercanos a sus casas, la lleva a un colegio privado y, como la Administración no lo hace, paga de su bolsillo a una intérprete para que la ayude en el aula. "No quiero que mi hija sufra el mismo futuro que yo".
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