viernes, 19 de marzo de 2010

Los sordos: entre el silencio y la mudez

InfoSord-México, 18 marzo

En la Facultad de Medicina se estudian las vocalizaciones de cobayos (o conejillos de Indias) recién nacidos para entender mejor la sordera y la afasia en los seres humanos

La sordera en México es un problema frecuente, sobre todo en las entidades donde hay poblaciones endogámicas (poblaciones conformadas por personas de una misma familia o linaje que se relacionan entre sí), lo cual incrementa la posibilidad de tener hijos con enfermedades genéticas o malformaciones.

“El Instituto Nacional de la Comunicación Humana, ahora parte del Instituto Nacional de Rehabilitación, ha llevado a cabo distintas campañas de detección en poblaciones de Morelos, Guerrero, Michoacán, Guanajuato, Oaxaca, etcétera. En ellas se ha registrado una gran cantidad de problemas de sordera y, por lo tanto, de lenguaje”, dice la doctora Irma Zarco Padrón de Coronado, investigadora del Departamento de Fisiología de la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional.

Nacer absolutamente sordo es estar condenado a ser sordomudo porque, al no oír, no se puede aprender el lenguaje hablado. Los seres humanos necesitamos escuchar para reproducir el habla y para poder comunicarnos.

Hay diferentes grados de sordera. Quien tiene hipoacusia leve puede escuchar algo y aprender a hablar.

Pero los sordos profundos definitivamente son sordomudos. ¿Ahora bien, cómo se puede saber si un recién nacido o un bebé es sordo?

“Desde las primeras horas de vida es posible observar las respuestas reflejas de los recién nacidos a los sonidos. Pero el registro de las emisiones otoacústicas y la tímpanografía en recién nacidos de madres sin control gestacional le permitieron a la doctora Consuelo Martínez reportar en su tesis de maestría 18.18% de fallas en la transmisión de señales desde la cóclea. Éstas deben ser corroboradas en los primeros meses de vida con el registro de los campos eléctricos generados en las vías nerviosas auditivas cuando son activadas por un sonido”, explica la doctora Zarco.

Desafortunadamente, el registro de las emisiones otoacústicas a través del conducto auditivo externo no es un estudio de rutina para detectar sordera en recién nacidos en los hospitales del país.



Lenguaje de señas y lectoescritura

Las personas sordomudas no pueden comunicarse de manera oral, pero sí pueden hacerlo mediante el lenguaje de señas e incluso aprender la lectoescritura y hacerlo por escrito.

El lenguaje de señas, que algunos no aceptan como tal, tiene sus reglas gramaticales propias y cuando se les enseña a los niños llena el espacio de comunicación entre padres e hijos sordos, y a muchos les permite estar informados cuando es utilizado en la transmisión de noticias por televisión.

Por ello se requiere habilitar a quienes son sordos profundos de nacimiento o rehabilitar lo más pronto a quienes perdieron la capacidad auditiva luego de la adquisición del lenguaje, debido a patologías locales o del sistema nervioso.

Por lo que se refiere a la lectoescritura, en nuestro país no hay muchas escuelas especializadas para personas sordomudas, por lo que casi siempre éstas tienen que integrarse a escuelas normales en condiciones desventajosas.

“Si un individuo sordo no tiene una lesión que le afecte la visión, puede aprender a escribir y leer normalmente. Es más, parece que los niños chinos que son sordos pueden dominar más rápido la lectoescritura logográfica que los normo oyentes”, comenta Zarco.



Mecanismos neurológicos

Con el fin de conocer los mecanismos neurológicos involucrados en la sordomudez y el lenguaje hablado, la investigadora universitaria se ha dedicado a estudiar las vocalizaciones de cobayos (o conejillos de Indias) recién nacidos, roedores originarios de América del Sur.

“Los cobayos tienen un lenguaje ‘muy florido’: ellos son capaces de emitir una gran variedad de vocalizaciones, las cuales pueden servir de modelos de lenguaje en diferentes edades y condiciones: en púberes, entre macho y hembra, entre dos machos, entre machos que se agreden, etcétera”, asegura.

Zarco eligió los cobayos recién nacidos porque, a pesar de que son precoces, emiten unos sonidos llamados vocalizaciones de aislamiento o de estrés de separación cuando se ven o se sienten alejados de la madre.

Se ha observado que, cuando a un cobayo recién nacido se le provoca sordera por medio de una cirugía, sus emisiones vocálicas son más frecuentes, intensas y arrítmicas (tesis doctoral del Mvz Emilio Arch Tirado).

También se ha visto que la ingestión de chile las aumenta y, en cambio, el consumo de alcohol las reduce y las vuelve vacilantes, mientras que la hipoglucemia las prolonga hasta hacerlas parecer débiles lamentos.

Con la colaboración de Diego López Cámara, la investigadora de la Facultad de Medicina ha propuesto una clasificación de los diferentes tipos de vocalizaciones de aislamiento emitidas por cobayos de una semana de edad.

“Para realizar este trabajo, nos hemos valido, previa grabación de las vocalizaciones, de un software que permite la digitalización y el análisis de los componentes de aquéllas en la computadora.”

Como parte de esta fase del estudio se caracterizaron los formantes (zonas de concentración de energía) de unas 15 mil vocalizaciones.

Por el análisis de conglomerados resultaron propuestos 13 diferentes tipos de vocalizaciones con frecuencias de 577 hasta 4 131 Hz (la vocalización registrada más veces tenía un valor medio de 1 220 Hz, y 77.53% de ellas estuvo por debajo de los 1 700 Hz).

Aunque parecen pocos tipos de vocalizaciones, hay que considerar que los cobayos poseen un cerebro bastante pequeño (de delfines recién nacidos, que tienen un cerebro miles de veces más grande, B. Mc Cowan y D. Reiss han descrito 128 vocalizaciones...).

“Las frecuencias relativamente bajas de las vocalizaciones de los cobayos corresponden a las de animales que en la naturaleza viven en cavernas”, comenta la investigadora universitaria.



Correlación

Por otra parte, Zarco trata de establecer cómo se correlacionan los diferentes tipos de vocalizaciones de cobayos recién nacidos y ciertas áreas de su sistema nervioso que participan tanto en la transmisión de señales auditivas, como en la integración de las mismas con el fin de generar vocalizaciones.

Con ese objetivo, y en colaboración con el estudiante de licenciatura Adán Pérez Arredondo, les ha causado a unos ejemplares lesiones en áreas cerebrales relacionadas con el sistema auditivo, como los tubérculos cuadrigéminos inferiores o en diferentes zonas de la corteza cerebral (están pendientes otras lesiones y estimulaciones químicas o eléctricas en los sistemas del control motor de las emisiones vocálicas).

“Cada tipo de vocalización tiene un rango de frecuencia. Cuando ocasionamos una lesión en el cerebro de un cobayo, podemos ver en qué forma se modifican las vocalizaciones. Aún estamos tratando de determinar cuáles se afectan con cada lesión”, dice.

Hasta ahora, la investigadora universitaria ha trabajado con cobayos recién nacidos, pero tiene la expectativa de hacer el seguimiento de estos animales también durante su pubertad y madurez, para ver qué otras vocalizaciones emiten en esas etapas de su vida.



Aplicaciones en seres humanos

Cuando una persona está incapacitada para oír y hablar, su calidad de vida se ve afectada fuertemente, porque la incomunicación oral trae aislamiento social, así como marginación, etc.

Los resultados del estudio de Zarco podrían aplicarse en un futuro cercano en recién nacidos o bebés bajo sospecha de ser sordos; y aprovecharse para adecuar o mejorar las técnicas de habilitación de sordomudos y las de rehabilitación de quienes presentan sordera posterior a la adquisición del lenguaje o a la pérdida de capacidad de producir o comprender lenguaje (afasia), como consecuencia de algún traumatismo o padecimiento a nivel cerebral.

“Obviamente, los cobayos no son modelos exactos de nuestros recursos cerebrales, pero al estudiarlos podemos ir entendiendo paso a paso los procesos de la patología humana del lenguaje”, asegura la investigadora de la UNAM.

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