Por Carmen Bandrés (Escritora)
En ocasiones, se instala en el oído un zumbido extremadamente molesto que, además de taladrar las sienes, enmascara o impide la percepción de cualquier sonido audible. Cuando este zumbido desaparece, valoramos más que nunca la nitidez con la que normalmente actúa nuestro sentido del oído, pero muy pronto olvidamos la pesadumbre que cotidianamente acompaña a las personas sordas, un padecimiento que, sin embargo, es muy común a edades avanzadas.
Justo ahora hace una semana, nos visitaba Graemme Clark, enérgico promotor de los implantes cocleares y artífice de importantes avances en la investigación de soluciones para romper las barreras auditivas. Clark fue investido Doctor Honoris Causa por la Universidad de Zaragoza como reconocimiento a su labor en el campo de la nanotecnología aplicada a la medicina auditiva, fruto de la cual, muchas personas con padecimientos severos han podido escuchar algo más que el silencio y, sobre todo, han recuperado la esperanza. Gracias al esfuerzo de un grupo de científicos casi anónimos, se están conquistando metas impensables hace sólo unas décadas; podríamos afirmar que ellos son los principales valedores del estado del bienestar y, sin duda, sus aportaciones debieran pesar más que ciertas satisfacciones mundanas al alcance de sólo algunas monedas, aunque, por desgracia, el brillo del oro deslumbra con mucha facilidad a los espíritus pusilánimes. Temo que, efecto de la crisis, los recortes a la investigación pueden menoscabar seriamente las expectativas de muchos discapacitados que confían ilusionados en un cercano alivio de sus males, pero no debiéramos olvidar que todos veremos muy mermada nuestra agudeza sensorial algún día. Sólo es preciso ser lo suficientemente longevo.
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