por Tania Rendón Portelles (Estudiante de Periodismo)
Tres estudiantes sordos ingresaron este curso escolar a la EIA. Ellos han sabido ganarse un lugar entre los demás. La mayoría de los alumnos del centro dominan, por iniciativa propia, el lenguaje de señas.
Desde los nueve años, el pasatiempo preferido de Carlitos era dibujar por largas horas. Ya es un joven de 16 y sigue pintando con las mismas ganas, pero con intereses distintos a los de entonces. Ahora, mira su vida desde otra perspectiva: quiere graduarse como Instructor de Arte en la especialidad de Pintura. Al igual que él, sus amigos de la infancia, Dianisleidy y Damay, comparten su amor por las Artes Plásticas.
Los tres son adolescentes como otros de su edad, con sus cambios de opinión y estados de ánimo; pero se diferencian de sus compañeros de aula en que Carlitos, Dianisleidy y Damay, son sordos.
¿ACOGIDA EN GRIS?
La Escuela de Instructores de Arte (EIA) Vladislav Volkov ubicada en Tres Palmas, Cabaiguán, llama la atención a todo el que pasa por el lugar. Desde lejos se distingue un entramado de murales en la fachada de los edificios. En su interior, el júbilo propio del que regalan los jóvenes instructores, inunda todos los rincones. La risa, el chiste y la diversidad de modalidades culturales que se cultivan en la academia, identifican que en Tres Palmas se forjan futuros artistas.
Cuando Escambray digital acudió al centro para indagar sobre tres jóvenes sordos que habían matriculado este curso en la EIA, se llevó una sorpresa: al llegar durante el receso al grupo de Plástica 1, no pudo identificar de inmediato a los estudiantes sordos. Ante nuestros ojos, sentados en el pasillo, al menos 20 muchachos se comunicaban por señas.
La explicación a esta interrogante la hallamos en Lázaro, estudiante de Teatro, quien nos contó que con la llegada de los nuevos alumnos, la escuela inició la repartición de un alfabeto de signos. Ello creó una gran expectativa, pues muchos decidieron aprender el lenguaje de señas.
“Al principio hubo sus altibajos en el centro, aunque los educandos los recibieron bien, se necesitó mucha comprensión por parte de los maestros que les impartían las clases, pues algunos estaban temerosos de enfrentarse a una situación como esta”, argumenta Yosvany Rodríguez, director de la institución.
Poco a poco, la EIA fue tomando su rumbo, la existencia de sordos en el grupo de Plástica 1 comenzó a ser aceptada por todos. Ya se cuenta con la disponibilidad de alumnos y educadores, sobre todo de estos últimos, dispuestos a perfeccionar las dificultades que se presenten en el proceso de aprendizaje.
DE COLORES Y SOMBRAS
Las asignaturas de la especialidad que recoge el plan de estudio para Plástica 1 son los talleres de Artes Plásticas, de Dibujo y Apreciación e Historia de las Artes Plásticas.
Los talleres de pintura enseñan las habilidades necesarias para el dibujo, ya sea en cartulina o papel. Son las asignaturas donde más se les exige a estos jóvenes.
“Los muchachos sordos poseen un buen nivel de concentración en las clases. Son capaces de captar rápidamente los contornos de luces y sombras, y a pesar de sus limitaciones, han desarrollado destrezas manuales por encima de otras facultades”, comenta Wilfredo Yera, jefe del Departamento de Artes Plásticas.
En los talleres, Carlos, Damay y Dianisleidy no se distinguen del resto del aula. Ellos han enriquecido sus habilidades artísticas con todo tipo de técnicas nuevas y experimentales: hoy combinan con gran fluidez el dibujo y la tempera. Mientras tanto, las diferencias en su lenguaje no le limitan la posibilidad de jugar con conceptos cargados de un nivel de abstracción y significado.
CONVERSACIÓN EN EL SILENCIO
Cuando Escambray digital decidió entrevistar a estos muchachos, se sorprendió por su conversación amena. Nos revelaron, a través de su intérprete, que al empezar el curso sentían un poco de temor.
“Nuestro miedo era que nos rechazaran- comenta Carlos- la Secundaria fue muy difícil: veníamos de una escuela de sordos y era la primera vez que nos relacionábamos con oyentes, pero aquí nos han aceptado como somos”.
Sin embargo, ya los tres no dependen uno del otro, se vinculan con otras personas que los entienden perfectamente. Reconocen que con su esfuerzo han sabido ganarse un lugar entre los demás.
Se despiden orgullosos de pertenecer a la EIA, satisfechos de todo lo que han logrado. Caminan haciendo un sin fin de gestos, con la seguridad de alcanzar sus expectativas. Nos dicen adiós de lejos, sin dudas contentos de esta escuela, que le abrió las puertas a los colores del silencio.
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