L'Escoleta es el único centro de España que ofrece talleres a sus alumnos de 0 a 3 años para comunicarse mediante señas
Benicàssim rompe barreras comunicativas con las personas sordas
Ver a niños oyentes aprendiendo lengua de signos no tiene precio. Sobre todo si tienen tres años, ningún compañero sordo en la clase, y sus padres los han apuntado a esta actividad extraescolar pionera porque consideran que aprender a comunicarse con las personas con dificultades auditivas es la mejor manera de integrarlas en la sociedad. Y también, todo hay que decirlo, porque se ha comprobado que el aprendizaje de la lengua de signos refuerza el desarrollo de las habilidades comunicativas de los más pequeños.
Por el momento, de todos los niños españoles, sólo los de Benicàssim tienen la oportunidad de aprender lengua de signos en el colegio. Es más, únicamente tienen acceso a la actividad los alumnos de la Escola Infantil Municipal, más conocida como 'Escoleta'. De los cerca de 140 niños de 0 a 3 años del centro, 45 asisten con sus padres a esta actividad implantada de forma pionera en este centro.
Es viernes, y los padres de los niños de entre 2 y 3 años esperan a las puertas de l'Escoleta a que termine la clase del grupo anterior (de niños de entre 1 y 2 años) para comenzar la clase semanal. Y todos coinciden en que, pese a que llevan pocas sesiones, los avances en algunos niños son notables. «En la clase de mi hija (de un año), algunos niños ya piden cosas con gestos que no saben decir con palabras», comenta uno a otro. «Hace poco estábamos en el parque, le hice el signo del perro a mi hija, y enseguida lo buscó con la mirada y lo señaló», cuenta una madre. Y así van narrando una experiencia tras otra.
Acceden a clase. Y ya en el aula, cada niño se sienta con sus progenitores y aprende a comunicarse con las manos. Llega Josep Antoni, el profesor, y todos le saludan agitando sus manitas. También los padres, porque la clave está en que ellos recuerden los signos y los practiquen con sus hijos en casa.
Tras los saludos, llega el momento de repasar lo aprendido en sesiones anteriores. Josep Antoni les explica con las manos que van a 'repasar' y los niños le entienden. Empiezan con los colores, la familia, los animales de granja... Y poco más. Cinco sesiones no dan para mucho. Hoy toca aprender los animales salvajes. Josep Antoni exagera los signos, adapta la lengua de las personas sordas y la hace más fácil para que los niños puedan recordarla mejor, explica él mismo. Los niños están intranquilos, pero les encanta hacer el león. Y los padres disfrutan al ver cómo sus hijos aprenden mientras juegan.
Los niños están cansados y Joan Antoni se esfuerza una y otra vez por captar su atención. Y tras media hora de clase, reparte a los padres una hoja con el abecedario en lengua de signos. Repasan las letras y les pone deberes: Para la próxima sesión, que es dentro de dos semanas, tienen que practicar con sus hijos cómo se dice su nombre en lengua de signos. Josep Antoni se despide de cada uno de los niños sin necesidad de usar las palabras. Dentro de dos semanas tendrán su última sesión del curso, y por ello el profesor recuerda lo importante que es practicar con los pequeños en casa para que no olviden lo aprendido.
Lola, de tres años, se lo pasa en grande cada vez que toca ver a Joan Antoni. Y sus padres dicen que incluso cuando está en casa juega a decir las palabras como las dicen las personas sordas. «Ya sé muchas cosas. Mira, rojo es así», muestra, vergonzosa. Y el padre de Lola asegura que utilizar los gestos intensifica la comunicación y le acerca más a su hija. Así es que los promotores del proyecto no tienen dudas de que los efectos son beneficiosos.
Aurora Moreno, de la Asociación de Madres y Padres de Alumnos (Ampa), explica que la idea de implantar estas clases surgió cuando una de las madres vio en un documental que en colegios públicos de Canadá se utilizaba la lengua de signos para que los bebés se comunicasen antes con sus progenitores y pidiesen cosas tan básicas como agua, el biberón o mamar. «Nos pareció interesante el proyecto y nos pusimos en contacto con Fesord -Federación de Personas Sordas de la Comunitat Valenciana- para ver si era posible traerlo al colegio», relata Aurora.
Josep Antoni explica que ésta es la primera vez que da clases a niños que sí que oyen, y que la experiencia es muy positiva. «Es el mejor modo de integrarnos. Nosotros sí podemos comunicarnos, pero el problema es que los oyentes no entienden nuestra lengua. Y si estos niños continúan con el aprendizaje, cuando crezcan sí podrán integrarse con personas sordas», dice.
El año que viene las educadoras del centro -que también asisten a las clases- integrarán los signos en el aprendizaje, de modo que cada vez enseñen un color lo explicarán junto con su signo correspondiente. «A los niños las cosas así se les quedan antes los conocimientos», asegura Mª Carmen García, una de las educadoras. «Los niños con estas sesiones han aprendido muchísimo, y los más pequeños, que no hablan, usan los signos y les entendemos más», dice.
ero los padres no quieren que el proyecto quede en saco roto, y por ello van a proponer a los colegios públicos de Primaria de Benicàssim que implanten también la iniciativa. Están firmemente convencidos de que si sus hijos aprenden a decir más y más cosas mediante lengua de signos, se enriquecerán y podrán ser mejores personas. «Yo tuve un amigo sordo y prácticamente no me podía comunicar con él. Era una barrera enorme -explica Aurora-. Ojalá nosotros hubiéramos podido aprender entonces como nuestros hijos».
Los padres están tan contentos que pretenden impulsarlo y conseguir que otros colegios se sumen al proyecto piloto. «Esto si se hace de manera aislada sirve para poco. Lo que queremos conseguir es que más padres se interesen y que más colegios ofrezcan las clases». Y precisamente por ello han presentado el proyecto del taller a un concurso de la Confederación Española de Asociaciones de Madres y Padres de Alumnos (CEAPA), porque es una ocasión «perfecta» para dar a conocer la iniciativa. Por el momento todo va poco a poco, pero para Josep Antoni, el profesor, ya ha merecido la pena. Ha sido una experiencia «extraordinaria» tratar con los niños y los padres.
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