InfoSord-Las Tunas (Cuba)
Por María Castro Lora
n la familia cubana se crea una gran expectativa ante la proximidad de la llegada de un nuevo miembro, que transcurre entre los preparativos del ajuar de canastilla, y el estricto seguimiento al embarazo, en no menos de 17 consultas médicas y 30 exámenes, sin costo alguno para la paciente.
Durante la espera por un ultrasonido a su hija discapacitada, que dentro de unos días tendrá el parto, me acerqué a vivencias de Urdenis Bejerano Quevedo, en el Policlínico Guillermo Tejas Silva, de esta ciudad.
En ella se extrema la preocupación, y lo entiendo, pero más aún cuando me cuenta que a María de los
Ángeles Vicet Bejerano, ahora con 18 años de edad, la sordera le sobrevino durante los tratamientos para salvar su vida, que ningún especialista la aseguraba en la sala de Neonatología del Hospital General Docente Ernesto Guevara de la Serna.
En esa institución permanecieron madre e hija por un período de tres meses, luego del nacimiento de la niña con solo dos libras y 10 onzas de peso y baja hemoglobina, como consecuencia de un embarazo de riesgo y un parto pretérmino, a los seis meses, o lo que es lo mismo a las 26 semanas con cinco días.
Urdenis reconoce la buena atención médica, en una sala donde el costo hospitalario promedio en cada paciente supera los 500 pesos al día, provenientes del presupuesto estatal al sector de la salud.
Los servicios constituyen un derecho para los beneficiarios, como esta madre con dos hijos mayores, quien tan solo es trabajadora, una técnica de Recursos Humanos en la Academia Provincial de Natación.
La gratitud la hace volver a la historia de amor y humanismo, vivida con su hija, que se la entregaron al cabo de los tres meses de hospitalizada, y no olvida ningún dato, por eso recuerda entonces que pesaba apenas cuatro libras con 12 onzas.
El especialista Rigo le dijo: “Llévatela, llévatela a ver si tú la subes más de peso”, pero ya estaba bien. “Siempre, en la entrevista con los médicos me decían que se moría, y estuvo batallando ahí hasta que le dieron el alta el 18 de mayo de 1992.”
Al año, María de los Ángeles pesaba 11 libras nada más, y con cuatro años ingresó a la escuela para niños sordos e hipoacúsicos Pelayo Paneque, una de las instituciones destinadas a niños con necesidades educativas especiales, integrada al sistema de educación en Cuba.
Al egresar de esa institución recibió un curso de Peluquería. El inicio del oficio coincidió con el casamiento y un pronto embarazo, que originó el dilema en la familia llena de temores por la discapacidad de la futura mamá, quien defendió su derecho a la maternidad.
“¡Contentísima!”, responde la madre cuando le pregunto cómo se siente la gestante. “Siempre quiso ese embarazo”.
Cuenta del buen seguimiento, con tres ingresos pero no graves, y el especialista en genética le dio el alta, tras asegurarle que no hay posibilidades de que sea sorda la futura niña –ya sabe el sexo-, porque los padres no son sordos de nacimiento, ni hay herencia familiar de tal padecimiento.
La joven discapacitada de seguro sabrá atender muy bien a su bebé, pues desde pequeña se relaciona muy bien con familiares, vecinos y cualquier otra persona. Despeja rápidamemente las dudas de si padece o no complejos por su limitación auditiva. “En la escuela aprendió bastante, sus profesores le enseñaron mucho, y trasmite palabras claras, como mamá, papá, agua, la entienden bien las personas oyentes”, explica Urdenis, para luego acotar que “siempre le hizo rechazo a los aparatos auditivos, nunca los soportó porque su sonido constante le molestaba y no se los quiso poner”.
A los 11 años la llevó al Hospital Hermanos Ameijeiras, en La Habana, pero los médicos le informaron de la imposibilidad de intervenir quirñurgicamente a la niña por haber perdido el nervio ótico y carecer totalmente de audición.
Luego de apelar a alguna alternativa de mejoría para su hija, Urdenis no se angustia, para ella “la atención médica ha sido maravillosa, yo sí le agradezco bastante a los médicos”. Añade que “ella está inscripta en la Asociación Nacional de Sordos de Cuba, desde niña tiene el carné y el expediente con su numeración, asiste a las actividades que se organizan para los asociados todos los domingos en el parque recreativo del Pqrque 26 de Julio, en esta ciudad, y ha disfrutado de instalaciones de campismo popular en varios lugares de la provincia”.
La madre vive tranquila y feliz por la independiente que es María, quien domina los quehaceres del hogar. Desde niña se ocupa sola de su aseo personal, del lavado de la ropa y de la limpieza y organización del hogar. También tiene afición por el baile y lo hace bien.
En el recuento de esta historia que crece con buenas nuevas, el rostro iluminado en cada retazo, por un momento se ensombrece, mueve la cabeza en una mezcla de nostalgia e incomprensión y me comenta de las imágenes que llegan, a propósito del estudio socio- genético en Venezuela, Ecuador, Nicaragua, y otros, en el que participan médicos cubanos.
“Vi un caso de un postrado que nunca en la vida ha visto ni el sol”, y me pregunta “¿!Tú lo viste, que cosa más triste!?”…”Me da lástima ver ya personas mayores, y ahora es que reciben atención médica”.
“Yo por lo menos no me puedo quejar, estoy muy agradecida de la medicina de mi país”, me enfatiza.
Y es que apuesta por la esperanza de vida, en el mismo país donde cada día tiene que lidiar con las carencias materiales, en la casa, en el trabajo, o en la calle, cuando un ponche a la bicicleta le retrasa el regreso a casa.
Aunque la urbanización seguirá demorada, cada día se aferra al entorno más cercano a su vivienda, el barrio donde reside. Por eso a nadie sorprende cuando recibe un reconocimiento como destacada en las organizaciones de la comunidad.
Para Urdenis se abren nuevas puertas ante la discapacidad de su hija, quien en lengua de señas se integra hoy a la vida social y laboral.
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