Ahora que la selección española de fútbol de toda la vida es 'La Roja' para no herir susceptibilidades autonómicas, ahora que a los parados los quisieron llamar «oferentes de empleo» -qué peligro tienes todavía, Goebbels-, ahora que la burguesía es sinónimo de gordura y copas de coñac en vez de gente que ha trabajado duro e innovado, ha protegido las artes y sobre cuyos hombros de clase media descansa la paz del mundo, ahora que a los empresarios se les denomina emprendedores, para esquivar las connotaciones peyorativas en esta crisis, les voy a hablar de un ejemplo de iniciativa.
Bombay, 2011. Un grupo de currantes vestidos con polos anaranjados recorren febrilmente la colosal y caótica ciudad, capital financiera de la India. Van a pie o en autobuses, y están empleados por Mirakle Couriers, una exitosa empresa de paquetería fundada en 2009. Tienen 40.000 repartos al mes solo en Bombay, y se prepara para dar el salto al país. La peculiaridad de esta empresa es que solo emplea a personas sordas, porque «al no poder oír, son muy buenos observadores: pueden leer muy bien los mapas, o recuerdan muy bien calles y edificios», explica el fundador y director, Dhruv Lakra. Resulta que esa es una ventaja en una ciudad que hace que Nueva York parezca un villorrio, y donde los códigos postales no siempre coinciden. La planificación de las operaciones y la comunicación se hace mediante el lenguaje de signos indio, manejado a la perfección por dos empleados que oyen y por el mismo Dhruv Lakra. Cuando los repartidores están en la calle y tienen algún problema, usan los mensajes de móviles, «una de las formas de comunicación favorita de los sordos». Todos los repartidores coinciden: «Nos ha cambiado la vida, y además de tener un trabajo digno y en el que me siento capaz, me ha ayudado a tener amigos sordos como yo».
En la India, con 1.200 millones de habitantes, hay unos ocho millones de sordos, de los que el 78% no tiene un empleo porque sufre rechazo social, y los que lo tienen trabajan en condiciones infrahumanas. Con todo esto quiero decir que no todos los empresarios están como toneles, fuman puros, en una mano tienen una panzuda copa de armañac y en la otra un látigo con el que explotar a los pobres esclavos proletarios.
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