Por Domingo Ramos
Un matrimonio de sordos de Tenerife celebra hoy medio siglo de casados con una ceremonia que se oficiará en lenguaje de signos. Esta pareja admite que ha tenido que superar numerosas barreras, que se volvían especialmente difíciles de sobrellevar cuando todavía no existían los intérpretes profesionales
Un matrimonio de sordos de Tenerife celebra hoy medio siglo de casados con una ceremonia que se oficiará en lenguaje de signos. Esta pareja admite que ha tenido que superar numerosas barreras, que se volvían especialmente difíciles de sobrellevar cuando todavía no existían los intérpretes profesionales
Cristóbal Díaz tiene 84 años y su esposa Olivia Cabezas ya cumplió 80. Cuentan que tuvieron dos hijos, que trabajaron de sol a sol y que van a celebrar sus bodas de oro. Quedándose en ese repaso somero que hacen de su vida, se podría decir que su historia es, poco más o menos, la de otras tantas parejas de su tiempo. Pero las circunstancias de este matrimonio son diferentes. La particularidad de su relato estriba en que ambos son sordos.
Cristóbal y Olivia se casaron en julio de 1961 y marcaron con su enlace un antes y un después. Eran otros tiempos y, según afirma su hija Victoria -también sorda-, llegó a estar prohibido que personas sin audición contrajeran matrimonio. Así, la suya fue, según indican, la primera boda de estas características en la Isla, lo que animó a otras parejas en la misma situación a seguir el ejemplo.
Ha pasado el tiempo y hoy conmemoran sus 50 años de casados. Será en una ceremonia en la capilla de la Residencia Sacerdotal San Juan de Ávila -anexa al Obispado- y oficiada por el delegado de la Pastoral del Sordo, Agustín Yanes, que oficia eucaristías utilizando el lenguaje de signos.
Ambos se muestran felices con la celebración de hoy y con su vida, aunque, a renglón seguido, reconocen que han tenido que superar muchas barreras, especialmente cuando todavía no existían los intérpretes profesionales.
Olivia explica que trabajó durante muchos años en una fábrica de tomates, mientras que su marido se dedicó a la construcción, cuidó animales y fue carpintero. Pese a que él vivía en Tegueste y ella es natural de La Gomera, se encontraron en Tenerife, donde, según comentan, se radicaron numerosas personas sordas del Archipiélago merced a la creación de un colectivo para gente con deficiencias de audición.
En particular, Cristóbal y Olivia destacan los problemas que siempre se encontraban al ir a realizar trámites administrativos o cuando tenían cita con el médico. "Nunca tuvimos una vida independiente, sino que siempre estábamos a expensas de alguien", aclaran.
Con todo, su hija Victoria apunta que, en los últimos años, la vida de la comunidad de sordos es más fácil, pero apostilla que, aunque la sociedad está mostrando una mentalidad más abierta, "sigue siendo necesaria mucha concienciación y sensibilización ".
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