viernes, 22 de julio de 2011

Ángel Valdés, colores desde el silencio

El pintor madrileño, que tuvo como maestro a un discípulo de Picasso, expone en la Casa Municipal de Cultura de la villa

La Casa de Cultura de Ribadesella ofrece en su sala de exposiciones una serie de cuadros pintados por Ángel Valdés Sánchez. Se podrá visitar hasta el 28 de julio, de lunes a viernes, de 12.00 a 14.00 horas, y los sábados, de 18.00 a 21.00 horas. Nacido en Madrid en 1965, Valdés se ha constituido como uno de los pintores sordos más relevantes en el panorama pictórico español y mundial. Su maestro, Matías Moreno, fue discípulo de Picasso. 

Su carrera comenzó desde muy pequeño: a los tres años ya se percibía en él el amor por el dibujo, gusto que mantuvo hasta los veinticinco años. Un año después se introdujo en el arte del óleo, iniciando una etapa en la que participó en concursos y exposiciones. De esta forma, obtuvo varios premios del Centro de Alta Torre de Madrid y en 1992 fue seleccionado por el Salón Internacional de Artes Plásticas de la Sorbona, en París, situándose entre los mejores pintores sordos del mundo. Al ser el óleo una sustancia muy fuerte al olfato, Valdés opta a los veintiocho años por perfeccionar su técnica en la acuarela, que constituye la etapa más larga de su vida hasta el momento. 

No es la primera vez que el artista expone en Ribadesella: ya lo hizo en 1990, 1992 y 1994 en el Ayuntamiento; en 1997 en la Gran Vía de la villa; y en la Casa de Cultura ya es muy conocido: anteriormente a esta exposición ya lo hizo en 1999, 2005, 2006 y 2010. 

Es la villa de Ribadesella la que más le agrada para pasar el verano, asegura el artista madrileño. Por eso los temas de sus acuarelas se componen de notas llamativas de Asturias, entre las que destacan los hórreos, las casas de pueblo, las vacas, el mar y los acantilados, la playa, los paisajes de prados, los bosques... Y la imaginación cuenta muchas veces más que la observación, pues muchos de los cuadros son sacados de su mente creativa. Colores verdes, grises, marrones, violáceos, rosados, ocres, rojizos y azules: todos tienen cabida en cada una de sus composiciones. 

Cada uno de los cuadros expuestos revela el momento anímico del pintor cuando lo realizó. Porque los hay muy agradables, otros costumbristas, que copian la realidad, y otros que denotan enfado, rebelión y hasta furia intensa. 

Aún así, al comunicarse con él se percibe un alma positiva. No deja de ser una persona dedicada a una de las artes más antiguas del ser humano: la pintura. Un arte que desde tiempos remotos, como se puede comprobar de primera mano en las pinturas rupestres de Asturias, es desarrollado por cada persona de una manera peculiar. 

La pintura ayuda, además, como lo hace la música o el baile, a expresar lo que cada uno lleva en su interior: es una terapia que exterioriza, cuando no se tienen palabras, lo que corre por la mente.

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