InfoSord-Orihuela
Por Elisa G. Brotons
Orihuela disfruta desde hace siglos de privilegios como pasos que rodean la Catedral o cargos que no se descubren ante el obispo en el altar
Historia con matices únicos. Orihuela disfruta cada Sábado Santo desde hace muchos siglos de privilegios únicos que se traducen en pasos que rodean la Catedral o en cargos que no se descubren ante el obispo en el altar. Este año, además, el Caballero Cubierto, el director general de la ONCE Ángel Sánchez Cánovas, desfiló junto a "los cuatro millones de españoles que tienen alguna discapacidad".
Orihuela celebró ayer uno de sus días más especiales, esos que la diferencian del resto del mundo y que hacen de su Semana Santa una cita única. El Sábado Santo es para los oriolanos el Santo Entierro, una procesión que organiza el Ayuntamiento hace siglos y que perpetúa diferencias que la hacen única, a la procesión y a la ciudad. Ayer lo dijo el obispo de la Diócesis de Orihuela-Alicante, Rafael Palmero, que "tiene algo que no se encuentra en ninguna otra parte del mundo, que el Caballero Cubierto, la Semana Santa y Orihuela son tres conceptos íntimamente entrelazados".
Y lo explicó con otras palabras la edil de Festividades, Mayte Valero, "un pueblo de élite, escogido para cosas como estas", en referencia a la bula papal que siempre se ha mencionado como origen de la distinción del Caballero Cubierto, aunque hay historiadores que sitúan la tradición más bien en la comodidad de no descubrirse para no tener que soltar el pendón que precede a la procesión y que porta cada año el Caballero.
Si hay que elegir palabras para describir cómo estaba ayer el Caballero Cubierto 2010 habría que mencionar exultante, aunque también humilde. Ángel Sánchez Cánovas, director general de la ONCE, salió ayer a las calles orgulloso, porque procesionaban con él los cuatro millones de españoles que tienen alguna discapacidad, porque fue él la primera persona ciega distinguida por Orihuela para portar el estandarte de la procesión del Santo Entierro y cruzar la Catedral sin descubrirse. Con sus dos hijas cruzó el templo, quieta sobre su cabeza la chistera, esa gran protagonista de la tarde además de "La Diablesa". Sólo unas horas antes, en la recepción que le ofreció el Ayuntamiento en Santo Domingo, lo dijo él mismo cuando improvisó un emotivo y profundo discurso traducido por una intérprete de signos para las personas sordas del auditorio: "Hoy, gracias a vuestra generosidad, va a desfilar con vosotros una persona con discapacidad, y me siento orgulloso de un pueblo que integra, que se reconoce en la diferencia".
No en vano, las concejalías de Festividades y Cultura se encargaron de engalanar con más flores recién cortadas el ambiente o de enviar las invitaciones al acto en lenguaje "braille", para que la Semana Santa de Orihuela se perciba y se entienda a través de todos los sentidos. Dijo Ángel Sánchez que para él, que por trabajo vive alejado de su ciudad natal, cada año por estas fechas, vuelven a su memoria "el olor a incienso, a cera, a flores y a primavera, el suave tacto de las vestas, el frío del acero..." y también mencionó la alegría de vislumbrar, que cada vez que vuelve a Orihuela, "la silueta recortada de nuestra querida Cruz de La Muela". Un oriolano de corazón que ayer sonrió cuando cruzó la puerta de la Catedral y los alumbrantes apagaron sus velas, y que no se olvidó, como era su temor, de dejarse sobre la cabeza la chistera.
"El Triunfo de la Cruz"
La única que no pasó por delante del altar de la Catedral fue la otra protagonista, "La Diablesa", que aunque fue bautizada en 1695 por su autor, Nicolás de Bussy, como "El Triunfo de la Cruz", debe todas sus diferencias a esa figura de diablo con forma de mujer que le da nombre.
Ella, que es la imagen más antigua que procesiona en la Semana Santa de Orihuela, no duerme el resto del año en una iglesia, sino en la Sala Museo San Juan de Dios, ni tampoco entró ayer a la Catedral, le dio la vuelta por el exterior portada a hombros por costaleros del Raiguero de Bonanza. Ella, que es la cruz reinando sobre la tierra, el infierno y el diablo, respeta rigurosa otra de las tradiciones únicas de Orihuela y se queda fuera, se une a la procesión cuando los demás ya han saludado al obispo en la Catedral. Aún así, hay muchos que la siguen y le profesan un cariño especial. Muchos que se van con ella, alrededor de la Catedral.
La representación del Ayuntamiento, que es desde hace siglos el que paga esta procesión (ya en 1602 se tiene constancia de que sufragó las antorchas) y suministra los cirios a los fieles -por cierto, esta vez no faltaron ni se repitieron las peleas a "velazos" a la puerta del Consistorio del año pasado- corrió a cargo de los concejales del PP (el equipo de gobierno), del PSOE y de Centro Liberal Renovador (CLr). Viendo procesionar al concejal Pedro Mancebo (CLr), fue imposible no recordar a su antecesor en el cargo, Joaquín Ezcurra, fallecido el año pasado y que tuvo en el Santo Entierro de 2009 una de sus últimas apariciones públicas.
Impresionante, como cada año, salió de la Catedral por una puerta que le queda justa y le da vistosidad a su participación el "Cristo yacente". Dentro de su urna, alumbrado por decenas de luces justo cuando empezaba a caer la tarde sobre las 20. 30 horas y portado por costaleros de riguroso negro, se mostró ante decenas de personas que esperaban a la puerta del templo su salida. Le seguían "Los Armaos", que le escoltan siempre fieles, y numerosas personas que quisieron alumbrar la noche.
La procesión se escuchaba a lo lejos, traída por los sones de las bandas de música y de las composiciones especiales "Misere" (su letra procede del Salmo 50 de David y narra la visita del profeta Natán y la letra la escribió Federico Rogel a finales del siglo XIX) y "Stabat Mater", esta última interpretada por los Cantores de la Primitiva Pasión Federico Rogel y atribuida en su versión original al monje franciscano Jacopone de Todi en el año 1396.
Orihuela mostró ayer sus cartas, sus peculiaridades y aquellas bulas papales, tradiciones o costumbres que la diferencian, que se conservan como sus imágenes, como sus músicas, desde hace siglos y que el pueblo se compromete cada año en perpetuar.
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