InfoSord-Londres
Por Begoña Arce
En ‘La vida en sordina’ (Anagrama), relata con humor los problemas de un profesor que se está quedando sordo
La última novela de David Lodge es un compendio de malentendidos, en el que juegan su parte una esposa rejuvenecida y una estudiante con malas intenciones. El escritor británico ha empleado su propia experiencia con la sordera para hablar del declive físico y la muerte, sin perder por ello la sonrisa.
–¿Por qué cree, como dice en su novela, que una persona ciega provoca pena, mientras que la sorda se toma a risa?
–La literatura prueba hasta qué punto esto es cierto. Desde Edipo en adelante, los personajes ciegos son figuras trágicas. Los personajes sordos suelen ser figuras risibles, a menudo en comedias crueles. La gente que está parcialmente sorda comete errores ridículos. He querido escribir una novela desde el punto de vista de una persona sorda que es consciente a la vez de las situaciones cómicas que puede generar.
–¿Hasta qué punto la sordera ha influido en su manera de escribir?
–No creo que haya influido en mi estilo, o en la técnica narrativa, pero quizás ha limitado mi habilidad para recopilar material al no poder escuchar de pasada las conversaciones de otra gente. No tiene ninguna ventaja, pero sufro menos que si fuera, por ejemplo, un músico.
–¿Su novela forma parte de esa tradición británica conocida como «novelas de campus» por desarrollarse en un centro universitario?
–Se puede decir que es una variación al tratarse de un académico retirado. El protagonista, Desmond, ha decidido jubilarse en parte porque se está quedando sordo, pero se da cuenta de que está más aislado que nunca sin las rutinas del año académico. Pero consigue verse envuelto en una relación comprometedora con una estudiante, un factor común en las novelas de campus.
–¿Hasta qué punto es su protagonista un personaje autobiográfico?
–Muchos detalles de las experiencias de Desmond con la sordera están basadas en las que yo he vivido, como también su relación con el padre anciano. Pero hay diferencias. Yo me jubilé anticipadamente como profesor en la universidad para dedicarme a la escritura y desde entonces he estado muy ocupado. Y a diferencia de Desmond, yo no tengo una segunda esposa, ni me ha perseguido una estudiante de doctorado norteamericana un poco loca.
–La esposa de Desmond vive como una segunda juventud, algo que a él le afecta negativamente. ¿Cómo ve las relaciones entre los dos sexos cuando se llega a la edad madura?
–En inglés second childhood (segunda infancia) se aplica normalmente a la gente mayor, que camina hacia la senilidad. Eso es algo que Desmond ve que le está pasando a su padre y también se da cuenta de que la sordera da a veces la impresión de senilidad. Su mujer, Winifred, está experimentando algo así como un rejuvenecimiento. Consigue en la madurez tener éxito con una segunda carrera y también mejora su apariencia. La gente vive más años y los conceptos de edad madura y vejez están cambiando. La vida sexual se prolonga mucho más de lo que solía y quizás la ficción solo está empezando a reconocer todo eso.
–¿El humor como el que hay en su novela puede ayudar a la gente a asumir la muerte?
–Hay una larga tradición de escritura cómica sobre la muerte y es una buena manera de recordarnos nuestra propia mortalidad, en lugar de negarla. Pero no estoy seguro de que cuando te encuentres con la muerte de frente el humor vaya a ayudar. Ya lo comprobaré algún día.
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