domingo, 18 de julio de 2010

Un futuro esperanzador donde antes no había nada

ie de foto: Un grupo de estudiantes sordas atienden a su profesora durante una clase en el interior de la escuela especial para sordos de la Fundación Vicente Ferrer.


Hace no demasiados años, estas niñas sordas no habrían tenido futuro, o el que hubiesen tenido no merecería ser imaginado. Tampoco lo hubiesen tenido los más de dos millones de dálits —los más pobres de entre los pobres de la India— a los que Vicente Ferrer les brindó literalmente una vida. Hace ya más de 40 años, cuando llegó a Anantapur, los científicos indios habían sentenciado a esa tierra a convertirse en una planicie abrasada por el sol y a sus empobrecidos pobladores en parias errantes en busca de quién sabe qué destino. Hoy, poco más de un año después de la muerte de FatherFerrer, como le reverenciaban los suyos, el infortunio ha sido esquivado por partida doble: ni la tierra que rodea a «la ciudad del Infinito», Anantapur, será ya un desierto inhabitable ni su gente tendrá que huir hacia ninguna parte gracias a la tenaz visión de un hombre que creyó, junto a su inseparable Anna, que el mundo se podía cambiar. Y lo cambió.

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