La Asociación de Personas Sordas de Vigo tiene hoy 240 socios. Los mayores aún recuerdan sus comienzos en 1972, sin medios, sin intérpretes, sin lengua de signos, cuando se llamaban sordomudos
FERNANDO FRANCO Hay un viaje fascinante al mundo de los sordos. Si vas por la sede viguesa de la Asociación de Personas Sordas de Vigo verás que hay allí un silencio lleno de palabras. Fuera son una minoría lingüística pero en ese local de la calle Romil en que el idioma común es la lengua de signos eres tú el que se siente minorizado si no la comprendes, y la extraña tu lengua oral llena de sonidos que allí dentro no se escuchan.
Los más añosos de esta asociación, que la vieron nacer en 1972, recuerdan bien aquellos difíciles comienzos en que la lengua de signos no existía como tal, no había intérpretes, no había medios... hoy son 240 asociados, el local es de 340 metros y en el mismo hay 4 trabajadores fijos y 11 más contratados por la federación. Las cosas van cambiando.
Escuchas (mediante una eficaz traductora dada tu minusvalía de oyente), a representantes suyos, a María del Carmen González, a José Alfonso González, a Antonio Castro... y enseguida te trasladan un sentimiento común: somos sordos pero somos iguales. María del Carmen incluso hace una afirmación radical: "Ahora soy una sorda feliz. Si me dices que hay un implante milagroso que te convierte en oyente, quizás diga que no. Mi vida es ésta".
Son una minoría lingüística con su propia lengua, la de signos (aunque gran parte de la sociedad todavía crea que es de gestos) y su discapacidad como oyentes tiene una característica: es invisible. No es fácil detectar a una persona que no oye en contraste con otras como las que no ven o van en silla de ruedas. "Se habla mucho de la supresión de barreras arquitectónicas, pero se olvidan de las barreras de la comunicación. Desgraciadamente los sordos somos minusválidos invisibles", dice José Alfonso.
El oído y el habla son dos cosas diferentes y diferenciadas que tienen algo en común, pero que no desaparecen a la vez. "Una persona sorda no es sordomuda, existen diferentes grados de sordera pero antiguamente las personas sordas no conocían el lenguaje de signos y eso daba sensación de que no podían hablar" dice Antonio Castro.
¿Minoría lingüística? Lo son. Las personas sordas aprenden la Lengua de Señas como lengua materna y su lengua nacional como su primer idioma extranjero. Así como es casi imposible hablar un idioma que no podemos oír, sólo una minoría de sordos hablan su lengua nacional, aunque muchos puedan leerla y escribirla. "Las personas sordas –dice María del Carmen– formamos un grupo lingüístico distinto, con su propia lengua y cultura. La Lengua de Señas es una lengua viva, que nos permite practicar una rica vida social. Podemos integrarnos plenamente en sociedad por medio del uso de intérpretes y de otras ayudas técnicas".
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