Andrea Romao, estudiante sorda, obtiene una nota de 10 por su trabajo fin de Máster en Docencia e Interpretación en Lengua de Signos
Aparenta estar tranquila y segura, pero mientras el profesor Carlos Moriyón le pregunta si está nerviosa, ella le responde que un poco, haciendo un pequeño gesto con los dedos. Junto a ella está Oihana Amezqueta, intérprete del lenguaje de signos que ayudará a Andrea Romao Encarnaçao a poner voz a sus signos cuando ésta lea el trabajo fin de Máster Oficial en Docencia e Interpretación de Señas de la Universidad de Valladolid, el único que habilita a las personas sordas para obtener una titulación de postgrado como docentes en su propia lengua.
Es la primera vez, en los pocos años que se imparte este máster, que los alumnos tienen que hacer un trabajo fin de curso y exponerlo ante un tribunal. Y Andrea ha sido la primera en presentarlo, obteniendo la máxima calificación, una nota de 10, que podría convertirse en matrícula de honor cuando el resto de sus compañeros lo hagan. Pero el mérito de esta joven navarra de 27 años, de nacionalidad portuguesa, traspasa ese sobresaliente.
Andrea Romao se quedó sorda a los 18 meses por una enfermedad, pero esta deficiencia auditiva no le fue detectada hasta los 6 ó 7 años. Su familia y entorno pensaban que era una niña despistada, que no hacía caso cuando le hablaban. «Básicamente, las barreras más llamativas con las que me encontrado han sido las de la vida cotidiana, aunque me defiendo, pero lo que más me duele es no tener una interacción social satisfactoria», explica.
Asegura que, en su caso, queda descartado tanto el uso de audífonos, como la operación de implante coclear, ya que en el hospital público de Navarra le hicieron varias pruebas y desecharon tal opción, «podría oír ruido, pero sin discriminar, y no valía la pena». El principal problema que se ha encontrado en el sistema educativo, donde se le garantiza una plaza, es que no puede tomar apuntes porque no oye al profesor. Pero fue más duro en Secundaria que en la Universidad, porque en los estudios superiores se le facilitaron apuntes, «pero me adapté como pude, y siempre tuve la ayuda de alguien».
Estudió en Pamplona Magisterio, en la especialidad de Educación Infantil, y trabaja en la Asociación de Personas Sordas de Navarra donde enseña la lengua de signos a oyentes, a familias que tienen algún miembro con sordera, a inmigrantes... Pero Andrea Romao no es nada conformista, es una luchadora nata y decidió que tenía que seguir aprendiendo. Y ahí estaba la oportunidad del máster que ofrece la UVA. Ni se lo pensó. Era consciente del sacrificio de trasladarse desde Pamplona a Valladolid para asistir a clase los viernes y sábado, cinco y diez horas, respectivamente.
En la exposición de su trabajo se expresó en su lenguaje, el de signos, pero cuando llegó el momento de abordar las conclusiones se lanzó a hablar, aunque ella prefiere no hacerlo: «El lenguaje oral lo adquirí, no a través de la audición, sino por otras vías, y por eso cometo fallos de acentuaciones, de entonación, no oigo, ni me oigo, y cuando hablo la intérprete me ayuda a corregir».
Mientras ha durado el máster, Andrea pedía permiso en el trabajo para venir a Valladolid el viernes, y las horas que perdía las recuperaba durante el resto de la semana. Se tenía que quedar a pasar una noche en esta ciudad y, finalmente, tras varias opciones, decidió a compartir piso con otra estudiante. Y este ha sido su ajetreo durante el curso. Pero haciendo un esfuerzo extra, ha decidido presentar el trabajo que ha tenido tan grata recompensa. Quiere centrarse en la formación en el lenguaje de signos, un campo que cree tiene muchas posibilidades, sobre todo cuando se desarrolle la Ley que reconoce esta circunstancia. El tribunal que evaluó a Andrea Romao estuvo compuesto por Inmaculada Calleja, profesora titular del departamento de Psicología de la UVA; Teresa Solías, del departamento de Lengua Española de la UVA, y Carlos Moriyón, del mismo departamento y coordinador académico del máster. Todos ellos coincidieron en señalar el buen trabajo realizado por la joven y en animarla a seguir investigando.
El trabajo de Andrea Romao supone un hito fundamental en el avance de las personas sordas por su integración en el mundo académico y laboral.
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