sábado, 10 de noviembre de 2018

Así es un día de clases en un colegio para sordos en Cartagena

Noticias de Colombia

Son las 7 de la mañana. Tres buses se detienen en la puerta de la Institución Educativa Antonia Santos, sede Juan Salvador Gaviotas, frente al Castillo de San Felipe, y de ellos descienden más de 30 estudiantes que llegan de diferentes barrios de Cartagena.

Duván, uno de los más pequeños, corre a abrazar a su maestra, quien los espera en la puerta para darles la bienvenida y asegurarse de que todos entren al colegio. Una vez adentro, estudiantes, profesores y directivos hacen un devocional, desayunan e inician las clases.

Aunque las dinámicas diarias son similares a las de cualquier otro colegio, este centro educativo tiene algo especial. Todos sus estudiantes, niños y jóvenes de entre 5 y 18 años, tienen algún tipo de discapacidad auditiva y del habla. Sí, es un colegio de sordomudos.

El inicio

Al verme en el colegio, los niños comenzaron a saludarme. Yo solo sonreía, no podía hacer nada más, pues no entiendo aquel movimiento de manos que ellos han interiorizado como su lenguaje. Aunque al principio me sentía extraña, con el paso del tiempo fui comprendiendo algunas de las cosas que querían decirme.

Después de hacer una corta oración para iniciar el día, los niños se reúnen en el patio para tomar su desayuno. Todos se organizan rápidamente mientras los docentes se ubican detrás de cada uno de sus cursos para vigilarlos y ayudarlos si así lo requieren. Son pocas las diferencias en comparación con cualquier otro colegio, aunque sí las hay.

En un colegio de niños con habla y escucha, este momento del desayuno sería un caos total, donde la bulla y los gritos serían el plato principal y las voces se confundirían entre si. Aunque parezca extraño, acá pasa igual, solo que lo que se confunden son las risas y los movimientos de las manos, que cuentan todo lo que hicieron durante la semana de receso escolar.

Los docentes se ríen de lo que leen a través de las señas de sus alumnos y les responden de igual forma. Yo solo puedo sonrojarme mientras los miro con detenimiento para tratar de entender lo que dicen.

Uno de los docentes se acerca y me dice que el lenguaje de señas es fácil, que solo es cuestión de memorizar cada una de las letras del abecedario y practicarlo para que no se olvide. Después de esto me comenta lo que algunos de los chicos estuvieron narrando.

En el aula

Después de terminar la comida y 'adelantar cuaderno' de sus días de descanso, el reloj marca las 7:30 a.m. Todos saben que es hora de entrar al salón de clases para iniciar una nueva aventura de aprendizaje.

Así como en los demás colegios de la ciudad, en la sede Juan Salvador Gaviotas se imparten todas las materias que fija el Ministerio de Educación para cada grado. En esta sede funciona preescolar y primaria.

Elkin, un docente con 12 años de experiencia, trabaja con los alumnos de quinto, los más grandes del colegio. Según cuenta, se enamoró de la lengua de señas luego de estudiar con jóvenes con esta condición. El profesor me explica que para entender este lenguaje es necesario aprender las palabras de memoria y así comenzar a crear frases a través de los dedos.

Entramos en la sala de informática, donde los chicos aprenden matemáticas, y en el tablero acrílico hay tres ejercicios de multiplicación. Mientras Luis, otro profesor, les explica con señas qué números son y cómo se debe hacer la operación, los estudiantes atienden con mucha atención.

Después de la explicación detallada, que dura un poco más debido a que todo se hace con los movimientos de las manos, una auxiliar del docente, que está haciendo sus prácticas en la institución, los ayuda escribir en sus cuadernos lo que ven en el tablero. A través del lenguaje de señas, de manera personalizada, les vuelve a explicar cómo resolver las operaciones.

Con alegría uno de los chicos hace un sonido para llamar la atención de sus docentes. Cuando nota que lo estamos mirando, comienza a hablar (moviendo sus manos), diciendo que ya terminó, mientras sus compañeros lo miran con orgullo y comienzan a molestarlo entre juegos.

Le pregunto cómo se llama, a través del docente, y me responde que es Jesús Manuel y que tiene 17 años. Ese momento es aprovechado por sus seis compañeros de clase para decirle, a modo de broma, que es un 'vegete'. Todos se ríen.

Arriba las señas

Son las 8:30 de la mañana y los niños de primero comienzan a hacer educación física. Esta materia es dirigida por la maestra Ernestina, que con mucha paciencia les explica con muchos movimientos de señas la actividad que deben realizar.

Al principio los menores lo hacen a la perfección, pues es una actividad que ya conocen: saltar entre varios 'ula ula', moverse de un lado a otro y agacharse. Pero cuando les toca hacer todo junto algunos se caen y otros, por temor, lo hacen muy lento. Lo importante es que siempre son alentados por sus compañeros y su maestra, quien me aseguró que "muchos de esos niños son especiales dentro de un mundo especial".

Los niños muestran diferentes destrezas en cada una de las actividades recreativas que les toca hacer. Estas son aprovechadas por los docentes para ayudarlos a encaminarse por ese lado y lograr grandes cosas.

¿Saben leer? ¿Cómo lo logran? Le pregunto a los docentes cuando veo que los alumnos de tercer grado están resolviendo una sopa de letras. Me explican que las personas con esta condición aprenden como segundo idioma el español, pues la primera es su lenguaje de señas.

Ellos, según me dijo la profesora Marta, aprenden a relacionar las palabras con las imágenes y los colores. Mientras nosotros tenemos el libro 'Nacho', ellos tienen el programa 'Insor', con el que pueden entender cada una de sus clases. Es un programa interactivo que puede usarse en un computador o televisor, el cual les ayuda a desarrollar un poco más su cerebro.

El inglés se les hace más fácil, pues no tiene muchos conectores y solo deben decir 'caballo café', como suelen hablar cuando apenas están comenzando con su lenguaje de señas. Para que estos niños puedan entender mejor, los docentes comienzan trabajando con lo práctico, después pasan a la representación gráfica que son los dibujos y terminan con lo escrito.

Los alumnos de tercer grado están en clase de naturales. La maestra les enseña las partes de las plantas, y decide sacarlos al patio para mostrarles las hojas, tallo, flores y raíz de manera física. Esto, según me contó la coordinadora, hace que ellos puedan memorizar mucho mejor cada una de las clases para después plasmarla en sus cuadernos.

"Lo vivencial y práctico es esencial para ellos, pues aprenden todo a través de la vista", indicó una de las docentes.

La despedida

Después de pasar una mañana maravillosa con todos estos niños, que día a día dan lo mejor de sí para aprender, sé que me toca despedirme. Son las 11:45 a.m. y a las 12 llegan las rutas a recogerlos. Se ubican nuevamente en el patio para comer su almuerzo.

Kelly, de 14 años, se acerca y me dice que le gusta mucho estar en el colegio y por eso hace el esfuerzo de levantarse temprano todos los días para esperar la ruta que la recoge en El Pozón, donde vive. "Me gustaría enseñarle a los demás niños que están en esta condición todo lo que he aprendido". Todo esto me lo dice con ayuda de su profesor, quien no cabe de la dicha por poder enseñarle a estos niños el valor de la vida y de todo lo que son capaces de hacer.




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