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Nacemos para reírnos y no para llorar. Lo segundo se aprende a lo largo de la vida. A esta curiosa conclusión llegaron los científicos psicolingüistas del Instituto Max-Planck para la Psicolingüística de la ciudad de Nijmegen, Holanda.
Afirman que sonreír cuando nos hacen cosquillas y reírnos a carcajadas de un buen chiste nos sale de manera instintiva. En cambio, los llantos y sollozos emocionales se aprenden con la experiencia.
Para llevar a cabo su experimento, los científicos invitaron a 16 voluntarios, ocho de los cuales son sordos. Los participantes tuvieron que reproducir algunos sonidos que expresan distintas emociones sin decir una palabra. La tristeza, el miedo, el alivio, la ira o la alegría fueron las emociones grabadas y escuchadas posteriormente por 25 personas que tenían que adivinar qué significaba cada sonido. Los resultados son bastante curiosos. Los encargados de descifrar las grabaciones reconocieron sólo la risa y los suspiros de alivio (tanto de los sordos como de la gente con buen oído).
Finalmente los investigadores dedujeron que como los sordos no tienen idea de cómo se ríen los demás y a pesar de todo se ríen igual que todos, lo hacen instintivamente, y siempre lo supieron hacer. Es decir, la risa puede ser comparada con la respiración, a diferencia de otras expresiones emocionales que vamos aprendiendo durante toda la vida.
Sin embargo, la hipótesis de los científicos holandeses ha sido cuestionada por el catedrático de la Universidad de McGill en Canada David Ostry. Considera que los sordos bien pueden aprender a reírse mirando cómo lo hacen otras personas. Es un argumento sólido, porque la risa en realidad como gesto se destaca más que otros sentimientos. La investigadora Disa Sauter, que llevó a cabo el experimento, tomó en cuenta la opinión de Ostry y se encargó de verificar su postura.
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