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Carla y Alexis cursan el 5º año en la Escuela Media República Argentina. El proceso de integración escolar con sus compañeros fue muy satisfactorio: hoy los chicos están terminando el secundario y ya piensan en la universidad.
Ni Carla, morocha y de rostro luminoso, ni Alexis, de ojos claros y pelo ensortijado, le temieron jamás a ese silencio total que se abatió en sus oídos por arbitrio del destino. A pesar de ser sordos, no dejaron de creer en sus capacidades de superación. Hoy, ambos con 20 años, están por terminar la secundaria y han demostrado que la integración escolar es posible. Cada uno proyecta su sueño de desarrollo personal: ella seguirá Psicología en la universidad; a él le gusta pensarse trotamundos y aventurero, y quizás por eso va a estudiar Turismo.
Carla Guayaré y Alexis Beutel, ambos de 20 años, cursan el 5º año como alumnos integrados en la Escuela Media Nº 262 República Argentina. Llegaron a esa institución provenientes de la Nils Eber -para sordos e hipoacúsicos- en el 9º año -ex EGB 3-. Tras elegir la modalidad Economía estuvieron un tiempo sin intérprete, y el proceso de integración con sus compañeros y docentes se dificultó. “Se sentaban en el fondo. No había casi comunicación con los demás chicos. Fue difícil...”, recordó Clarita Bruno, docente que acompañó a los chicos en todo momento.
Luego, y gracias a gestiones de la escuela y los padres de los chicos, se consiguió una intérprete integradora. Las condiciones de sociabilidad en el aula fueron cambiando. Y hoy, en el balance, puede decirse que el proceso de adaptación con el resto de los alumnos ha sido muy satisfactorio: “Las diferencias se disolvieron en el aula, los chicos se tratan de igual a igual”, destacó la docente.
Comunicación
Los jóvenes se comunican por lengua de señas con tanta fluidez que sus gestos casi se alcanzan a escuchar como si fuesen palabras sonoras. Sus manos revolotean como pequeños pájaros libres, se vuelven puentes que acortan distancias comunicativas. De la seña al signo, del significante al significado, la comunicación es posible más allá de las diferencias. “Si no pueden hacerse entender con las manos, escriben y todos en el curso entendemos, pero la comunicación no se pierde nunca”, agregó Bruno.
Al terminar el 4º año, Carla había sido elegida abanderada del curso, en base a su participación en clase, desempeño y sentido de compañerismo. Por modestia, la avergüenza un poquito que le recuerden un mérito bien ganado. “Y Alexis fue capaz de quedarse muchas horas en contraturno para reforzar contenidos. Los chicos son aplicados”, dice Bruno con un orgullo docente que le arquea una sonrisa. El joven no para de comunicarse con sus manos: le gusta viajar, indica; tiene algo de indómito y de aventurero, reconoce. “A ella le gusta más la ciudad, es de aferrarse a un lugar, y aquí se siente cómoda”, traduce Cecilia Storani, intérprete y docente integradora.
La integración es posible
“Carla y Alexis se sienten iguales al resto de sus compañeros, y viceversa. Es así. Los chicos han podido socializar. De toda esta experiencia, lo más loable es el grado de paridad y reciprocidad entre los dos alumnos sordos y el resto de los chicos. Esto deja una gran enseñanza pedagógica y también social: la escuela nivela”, coincidieron la docente y la intérprete.
La integración es totalmente posible en tanto las barreras del prejuicio puedan derrumbarse, aseguraron Bruno y Storani. “Hay que destacar la predisposición de ambos alumnos para superarse, para no ceder, porque para ellos ha sido más difícil. Pese a eso, la voluntad de autosuperación los trajo hasta aquí. Si vinieron muchas veces a contraturno es porque ellos quisieron superarse a reforzar contenidos. Esta experiencia nos ha servido a todos”, concluyeron. Al final, sólo quedó tiempo para una última seña, con la mano derecha desde el mentón hacia adelante: gracias. No hicieron falta palabras.
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Fuente: El Litoral, Santa Fe (Argentina)
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