Por Gerard Aran
¿Alguien se ha preguntado qué dificultades puede suponer ser una persona con discapacidad sensorial auditiva? ¿O, si supone una gran limitación? ¿O, sólo una manera diferente de relacionarse con el entorno? Para tratar de responder a estos interrogantes, me dispongo a dar un paseo por la calle desde la posición de una persona con esta particularidad.
Cojo el autobús para bajar a la estación (vivo en un pueblo de interior en el Maresme y trabajo en Barcelona). Como está lloviendo y este vehículo tiene la parada en un torrente donde, en días como hoy, baja una riada importante, se desvía y hace una parada de emergencia a dos calles de la de la estación. Como no es la primera vez que pasa, y yo soy usuario habitual del bus, ya sé qué debo hacer. Si no fuera este el caso me encontraría desorientado ya que, a diferencia del resto de pasajeros, no he oído las indicaciones que daba el conductor por los altavoces.
Cuando estoy en la estación, después de esperar más tiempo de la cuenta, veo que la gente presta atención a algo que yo no puedo percibir, deben ser nuevas indicaciones sobre alguna incidencia con el tren que tenía que llegar, pero no sé muy bien qué pasa. Al cabo de unos segundos veo que la gente empieza a rumiar y marchan para cambiar de andén. Yo les sigo porque imagino que el tren nos recogerá en otra vía.
Cuando estoy en el tren vuelvo a observar que la gente escucha la megafonía, entonces pregunto a la chica de al lado que han dicho. Me explica (se lo leo en los labios) que las líneas 1, 3 y 5 de metro con retraso (cuando se da cuenta que soy sordo gesticula las palabras de manera exagerada). Decido ir caminando al trabajo desde la estación de Sants para ganar tiempo (trabajo cerca de la parada de Hospital Clínic).
Por la tarde cuando salgo del trabajo, con los de la asociación de personas sordas vamos a un bar a tomar un refresco antes de entrar al cine (hemos tenido que escoger una sesión especial con una película subtitulada, ya que la mayoría no lo son).
Cuando estamos en el bar viene el camarero y nos pregunta qué queremos tomar. La madre de un niño de la asociación recoge por escrito lo que quiere cada uno, el camarero nos observa atentamente con cara de pena y le dice algo. Ella nos cuenta que le hacemos lástima porque somos sordos. A nosotros nos da pena que él no pueda utilizar el lenguaje de signos, seguramente le sería útil en muchas situaciones.
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