16/08/2012
SOCIEDAD
Asumido ya que una imagen vale más que mil palabras, lo cierto es que tanto unas como otras varían en forma y significado según la sociedad que las utilice. El motivo de las diferencias radica en el peso decisivo que la historia y la cultura propias de cada territorio han cobrado en la creación de las lenguas, no sólo en las que se hablan y escriben, sino también en las que están hechas de imágenes. Por ello, pese a la extendida creencia de que la lengua de signos tiene un carácter universal, como la música o las matemáticas, esta forma de comunicación difiere en cada país y, aunque levemente, también lo hace en algunas autonomías españolas, la valenciana entre ellas.
Lengua de percepciones visuales
«La mayoría de gente cree que la lengua de signos es como el mimo, un apoyo a la comunicación, y por eso creen que todos usamos la misma», explica Carmen Juan, coordinadora del departamento de lengua de signos de la Federación Valenciana de Personas Sordas (Fesord). Para esta profesora, los orígenes de la lengua de signos son la clave para entender las diversidades entre ellas, porque en el fondo todas parten de un punto común. «Las personas sordas tienen, básicamente, percepciones visuales, y ante la necesidad de comunicarse surge la lengua de signos, construida a partir de estas percepciones del tiempo y del espacio», relata la formadora. Sin embargo, cada persona sorda vive en un país distinto y por tanto la concepción de la vida diaria cambia según la localización. «Así comienzan a crearse las diferentes lenguas de signos», señala Carmen Juan.
Precisamente, eso es lo que sucede en España, donde actualmente existen reconocidas dos lenguas de signos oficiales: La Lengua de Signos Española (LSE) y la Lengua de Signos Catalana (LSC), pese a que esta última se halla en peligro de extinción. En el caso de la Comunitat Valenciana, la lengua empleada de forma mayoritaria es la LSE, pero con la peculiaridad de que se han adoptado una gran cantidad de signos propios, cosechados bajo las influencias culturales, educativas y climatológicas que han afectado de forma singular al territorio valenciano. Los signos con ‘acento valenciano’ aparecen «dependiendo del contexto, y aunque puede que nunca sepamos a ciencia cierta la causa por la que se forman, el contexto histórico relacionado con la vertiente visual aporta, en gran parte de los casos, una explicación lógica de los signos». Sea como fuere, las representaciones gestuales particulares de la Comunitat Valenciana se han incorporado a las clases de lengua de signos en Fesord, donde también se enseñan los que se realizan en el resto de España.
Entre algunos ejemplos, se encuentra la palabra «Marzo», que mientras en el resto del estado se representa como una racha de viento –es un mes de transición hacia el verano–, en Valencia se opta por dibujar con las manos los moños –’rodetes’– de las falleras, ya que las Fallas son el mejor referente para expresar este mes. Sucede algo similar con el término «Agosto», tiempo de siega para los castellanos y un periodo de fuerte calor –con sudor en el rostro– para los valencianos. Otro ejemplo es la palabra «Perro», que en tierras valencianas se representa destacando una cola con el dedo pulgar, mientras que, sobre todo en Madrid, se exagera con un gesto el hocico del can.
Por otra parte, también existen diferencias entre los signos valencianos y la lengua catalana , ya que tal como afirma Carmen Juan «no sucede lo mismo que con la lengua oral; aquí no hay ningún tipo de disputa». En este caso, la expresión «por la mañana» es distinta en Valencia –se expresa con la manos la salida del sol–, que en Cataluña –se opta por un signo con los dedos sobre la cara–. Sobre esto no hay más explicación que las divergencias entre las escuelas para personas sordas de las dos autonomías, que tradicionalmente adoptaron esos signos.
Desde Fesord, se apunta al gran apoyo legislativo que la lengua de signos ha tenido en los últimos años, en especial tras la ley de 2007 que reconoce la lengua de signos española y el derecho a usarla, así como el Estatut d’Autonomia valenciano, que en el artículo 13 recoge las derechos de la lengua de signos en la Comunitat. Ese apoyo legal ha provocado, entre otras cosas, que los profesores de Fesord cada día se extrañen menos cuando personas oyentes se interesan por los cursos de lengua de signos que este centro ofrece. En los últimos tiempos han aumentado de forma considerable los alumnos que se han matriculado en alguno de los niveles de esta lengua, en la que la cultura y la historia se han transformado en imágenes.
SOCIEDAD
Asumido ya que una imagen vale más que mil palabras, lo cierto es que tanto unas como otras varían en forma y significado según la sociedad que las utilice. El motivo de las diferencias radica en el peso decisivo que la historia y la cultura propias de cada territorio han cobrado en la creación de las lenguas, no sólo en las que se hablan y escriben, sino también en las que están hechas de imágenes. Por ello, pese a la extendida creencia de que la lengua de signos tiene un carácter universal, como la música o las matemáticas, esta forma de comunicación difiere en cada país y, aunque levemente, también lo hace en algunas autonomías españolas, la valenciana entre ellas.
Lengua de percepciones visuales
«La mayoría de gente cree que la lengua de signos es como el mimo, un apoyo a la comunicación, y por eso creen que todos usamos la misma», explica Carmen Juan, coordinadora del departamento de lengua de signos de la Federación Valenciana de Personas Sordas (Fesord). Para esta profesora, los orígenes de la lengua de signos son la clave para entender las diversidades entre ellas, porque en el fondo todas parten de un punto común. «Las personas sordas tienen, básicamente, percepciones visuales, y ante la necesidad de comunicarse surge la lengua de signos, construida a partir de estas percepciones del tiempo y del espacio», relata la formadora. Sin embargo, cada persona sorda vive en un país distinto y por tanto la concepción de la vida diaria cambia según la localización. «Así comienzan a crearse las diferentes lenguas de signos», señala Carmen Juan.
Precisamente, eso es lo que sucede en España, donde actualmente existen reconocidas dos lenguas de signos oficiales: La Lengua de Signos Española (LSE) y la Lengua de Signos Catalana (LSC), pese a que esta última se halla en peligro de extinción. En el caso de la Comunitat Valenciana, la lengua empleada de forma mayoritaria es la LSE, pero con la peculiaridad de que se han adoptado una gran cantidad de signos propios, cosechados bajo las influencias culturales, educativas y climatológicas que han afectado de forma singular al territorio valenciano. Los signos con ‘acento valenciano’ aparecen «dependiendo del contexto, y aunque puede que nunca sepamos a ciencia cierta la causa por la que se forman, el contexto histórico relacionado con la vertiente visual aporta, en gran parte de los casos, una explicación lógica de los signos». Sea como fuere, las representaciones gestuales particulares de la Comunitat Valenciana se han incorporado a las clases de lengua de signos en Fesord, donde también se enseñan los que se realizan en el resto de España.
Entre algunos ejemplos, se encuentra la palabra «Marzo», que mientras en el resto del estado se representa como una racha de viento –es un mes de transición hacia el verano–, en Valencia se opta por dibujar con las manos los moños –’rodetes’– de las falleras, ya que las Fallas son el mejor referente para expresar este mes. Sucede algo similar con el término «Agosto», tiempo de siega para los castellanos y un periodo de fuerte calor –con sudor en el rostro– para los valencianos. Otro ejemplo es la palabra «Perro», que en tierras valencianas se representa destacando una cola con el dedo pulgar, mientras que, sobre todo en Madrid, se exagera con un gesto el hocico del can.
Por otra parte, también existen diferencias entre los signos valencianos y la lengua catalana , ya que tal como afirma Carmen Juan «no sucede lo mismo que con la lengua oral; aquí no hay ningún tipo de disputa». En este caso, la expresión «por la mañana» es distinta en Valencia –se expresa con la manos la salida del sol–, que en Cataluña –se opta por un signo con los dedos sobre la cara–. Sobre esto no hay más explicación que las divergencias entre las escuelas para personas sordas de las dos autonomías, que tradicionalmente adoptaron esos signos.
Desde Fesord, se apunta al gran apoyo legislativo que la lengua de signos ha tenido en los últimos años, en especial tras la ley de 2007 que reconoce la lengua de signos española y el derecho a usarla, así como el Estatut d’Autonomia valenciano, que en el artículo 13 recoge las derechos de la lengua de signos en la Comunitat. Ese apoyo legal ha provocado, entre otras cosas, que los profesores de Fesord cada día se extrañen menos cuando personas oyentes se interesan por los cursos de lengua de signos que este centro ofrece. En los últimos tiempos han aumentado de forma considerable los alumnos que se han matriculado en alguno de los niveles de esta lengua, en la que la cultura y la historia se han transformado en imágenes.
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