Ayer recibió, en el marco del VII Festival de Cine Social de Castilla-La Mancha, el reconocimiento a sus esfuerzos para hacer el cine más accesible a las personas con discapacidad sensorial. Este ingeniero, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, reconoce que antes de conocer el trabajo del Centro Español de Subtitulación y Audiodescripción ignoraba que los ciegos y los sordos pudieran también disfrutar del Séptimo Arte. Ahora, recorre festivales con el fin de concienciar a productoras y distribuidoras: No sale caro y permite a todos disfrutar del ocio y la cultura por igual.
Ángel García Crespo, profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, es responsable de sensibilización social del Centro Español de Subtitulación y Audiodescripción, escritor y director de cine. Ayer por la tarde recibió en el Teatro de Rojas un galardón a toda su trayectoria -asistió al pasado Festival de San Sebastián para concienciar a los agentes del mundo del cine en las experiencias de accesibilidad- al servicio del subtitulado y la audiodescripción, dos técnicas en las que puede considerarse pionero.
Estará orgulloso de recibir un premio a su labor solidaria precisamente en el marco de un festival dedicado al cine social.
Lógicamente, estoy muy contento, orgulloso y agradecido por este reconocimiento, tanto al Festival de Cine Social de Castilla-La Mancha como a las personas que lo han hecho posible.
¿Qué llevó a un ingeniero como usted, en primer lugar, a interesarse por el mundo del cine?
En realidad no lo sé. Hace varios años comencé a escribir novela corta y teatro. No se me dio mal. Incluso recibí algunos premios. No obstante, después de dirigir una obra por primera vez me di cuenta de que en el teatro no dependes tanto de ti mismo como del esfuerzo de los actores, así que decidí cambiar. El cine es otra cosa. Creo que junto con la literatura y la música es una de las artes que puede cambiar el mundo.
¿Y qué vino antes? ¿Ese interés por el cine o las inquietudes solidarias al servicio de las personas con discapacidad?
Ambos surgieron de una forma paralela. Empecé a conocer los problemas de los sordos y de los ciegos cuando acababa de filmar mi primera película, que fue, por así decirlo, mi bautismo de fuego. Fue a partir de entonces cuando comencé a desarrollar sistemáticamente las técnicas de subtitulado para sordos y la audiodescripción para ciegos.
Hablemos de ambas. ¿En qué se diferencian los subtítulos para discapacitados auditivos de la subtitulación habitual, como la que podemos encontrar en una proyección de una película en versión original?
La diferencia fundamental es el color. En el campo del subtitulado para sordos cada personaje es doblado con un color diferente, para que sea más fácil distinguirlo de otros, incluso aunque esté fuera de plano. Los subtítulos también hacen referencia, en momentos específicos, a ruidos y sonidos relevantes para el argumento que no aparecerían en los subtítulos de películas en versión original. Y con respecto a la otra técnica, la audiodescripción, consiste sencillamente en introducir ‘bocadillos con sonidos’ en momentos en los que no haya diálogos, con el objeto de ayudar a las personas ciegas a seguir la trama. Se hace un pequeño guión, que se locuta después, y es un apoyo considerable.
Introducir estas técnicas no parece suponer un esfuerzo considerable. ¿Afectan en algo al desarrollo de la película una vez finalizada?
No afectan a nada en absoluto. La película no sufre cambios. Llega al espectador según ha sido concebida y tanto el subtitulado como la audiodescripción se realizan después de realizada.
¿Y de quién depende el implantar estas medidas?
Fundamentalmente, de productoras y distribuidoras. El premio me lo dan a mí por ser la cabeza visible, el pesado que recorre festivales informando acerca de cómo se hacen estas cosas. Recientemente, en San Sebastián, tuve la ocasión de recordar a productoras y distribuidoras que el Gobierno concede ayudas, a través del Ministerio de Cultura, para hacer las películas más accesibles. Tenga en cuenta, para que se haga una idea del gasto mínimo que ello supone, que hacer accesible una producción de dos millones de euros trae consigo un gasto de apenas tres mil. Y además, este gasto está subvencionado. Creo que es algo perfectamente soportable.
¿Y cuál es su respuesta?
Hay aún mucho desconocimiento. Es difícil explicar que los ciegos y los sordos van al cine. No todos ellos sufren por igual su discapacidad. Hay invidentes que no lo son por completo y que pueden disfrutar de las películas a su manera, sentándose en la primera fila, en donde les es posible diferenciar los planos de los actores.
¿Pesó en su decisión de dedicarse a esto alguna experiencia cercana con discapacitados?
No fue el caso, aunque lo más habitual para que te sensibilices con esta problemática es que haya alguien cercano a ti que sea ciego o sordo. Fue distinto. Soy profesor de la Universidad Carlos III de Madrid, en la que está establecido el Centro Español de Subtitulado y Audiodescripción, que dirige mi amiga Belén Ruiz. Fue ella quien me invitó, hace años, a conocer un terreno del que yo no sabía nada. Nunca me había planteado que los ciegos pudieran disfrutar de una película. Fue entonces cuando fui consciente de que no existen problemas técnicos para ello, porque la accesibilidad funciona en países como Reino Unido o Estados Unidos. Es otra cosa. Más bien, un problema humano, de voluntad y compromiso.
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